Proceso 1001: el juicio a la clase obrera que se volvió contra el franquismo

Proceso 1001: el juicio a la clase obrera que se volvió contra el franquismo / Roberto Ordúñez

El cofundador del sindicato CCOO, Nicolás Sartorius, recuerda a EFE que el conocido como Proceso 1001 fue "el gran proceso contra la clase obrera española" que, sin embargo, "se convirtió en un proceso contra la dictadura".

La historia del Proceso 1001, de cuyo inicio se cumplen 50 años, comienza el 24 de junio de 1972 con la detención de Marcelino Camacho, Nicolás Sartorius, Francisco García Salve, Juan Muñiz Zapico, Francisco Acosta, Fernando Soto, Eduardo Saborido, Miguel Ángel Zamora, Pedro Santiesteban y Luis Fernández Costilla.

Tres de ellos han hablado con EFE y coinciden en que ese proceso se convirtió en un símbolo que se volvió contra el propio franquismo.

"El régimen fue tan bruto, tan salvajemente brutal, que por fin mucha gente decía ¿cómo puede ser? (...) la brutalidad de la represión del régimen les ganó muchos enemigos nuevos que hasta entonces no tenían y nosotros ganamos en simpatía, que antes no teníamos", asegura Eduardo Saborido, aunque admite que "no fue fácil".

LA DETENCIÓN

El 24 de junio de 1972 se reunía en el convento de los Oblatos de Pozuelo de Alarcón (Madrid) la Coordinadora General de Comisiones Obreras, sindicato todavía clandestino cuyos principales dirigentes se habían dado cita para organizar la acción sindical de los próximos meses.

A estas reuniones secretas, para las que se tomaban todo tipo de precauciones, se llegaba por tiempos y por separado, tratando de evitar llamar la atención de la policía. Aunque los sindicalistas no lo sabían, la policía ya les vigilaba, quizá porque "la gente que trabajaba con Comisiones (sin pertenecer al sindicato) había dado el chivatazo", según cuenta Saborido.

La reunión empezó sin que aún hubieran llegado algunos convocados, entre ellos los de la delegación catalana, un retraso que les salvó de la operación policial.

Paco Acosta relata que los sindicalistas catalanes vieron un "aparato policíaco rodeando la plaza mayor" del pueblo madrileño y, cuando preguntaron el motivo, les dijeron que "había una redada contra la droga porque había narcotraficantes reunidos".

Sartorius, que ya había pasado por la cárcel, asegura que los "años finales de la dictadura fueron de una represión muy dura", de manera que tomaron "medidas para que la policía no detectase la reunión", ya que creían que "podía haber una detención", pero pese a todas las precauciones "la policía lo acabó sabiendo".

UNA "CAÍDA ANUNCIADA"

"Como en la novela de García de García Márquez, era una caída anunciada", afirma Acosta, quien aunque por aquel entonces no contaba ni con 30 años "ya tenía cierta experiencia de la clandestinidad", pues desde mediados de los 60 era uno de los dirigentes de CCOO en Andalucía.

Acosta cuenta que, pese a que la dictadura ya estaba cerca de terminar, ellos sabían "que la persecución seguía siendo con saña", porque aunque "el régimen podía estar debilitado políticamente, con nosotros nunca se sintió débil".

"No podíamos esperar que fueran tan brutos, tan salvajes (...) Yo creo que siempre piensa uno que no va a ser tan malo como después puede ser", afirma Eduardo Saborido, quien luego recibiría una de las condenas más duras, por encima de los 20 años de prisión.

UN PROTAGONISMO INESPERADO

"Yo tuve un protagonismo no deseado" en la detención, relata Saborido, que era el encargado de repartir un dinero "de solidaridad" que habían enviado al sindicato desde Italia y tenía prisa por salir de aquel convento para acudir a las citas para distribuir esa ayuda económica.

Pero, cuando salió del convento, se encontró con "un aparato (policial) tremendo, inusitado (...) apareció el de la político-social y me dijo que dónde iba yo, que quién era", ante lo que el sindicalista cuenta que entregó un carné de identidad falso.

Mientras el policía revisaba su documentación en un coche, Saborido salió corriendo de vuelta al interior del convento para avisar al resto de dirigentes de CCOO: "entré como un avión en la sala (...) seguían discutiendo como si no pasara nada y empecé a gritar 'la policía, la policía, nos han rodeado' (...) y tras unos segundos que me parecieron años, cada uno tiró para un lado".

Acosta se quedó en la misma sala de la reunión y se metió "en un inmenso armario cerrado con puerta que había allí", y aunque dice que estuvo a poco de librarse, finalmente la policía abrió el armario con la intención de requisar propaganda y lo encontraron.

Como el convento de los Oblatos aquel día estaba muy transitado por una reunión de teólogos de diferentes puntos de Europa, Sartorius cuenta que tanto Marcelino Camacho como él "decidimos bajar las escaleras hacia la salida y vimos que subían varios policías, uno de ellos joven, muy nervioso, con una metralleta en la mano y vestido de paisano (...) yo le dije que se calmara, que íbamos desarmados".

"Al final nos detuvieron, nos metieron en un jeep de la policía armada que estaba en el jardín del convento y nos llevaron a la Puerta del Sol", resume Sartorius, donde "cada uno declaró lo que quiso y a partir de ahí nos trasladaron a Carabanchel", prisión que les hizo conocidos como "los diez de Carabanchel".

El juicio llegaría casi un año y medio después, el 21 de diciembre de 1973.


Fuente → elobrero.es

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