Una infancia robada por el franquismo
Una infancia robada por el franquismo
María Andrade
 
Francisco Ruiz Jiménez y Salomé Muñoz Utrilla se asentaron lejos de su Granada natal, donde el franquismo había llenado de dolor a sus familias, con fusilamientos y cárcel. Con la ayuda de su hija, Conchi Ruiz Muñoz, repasamos la historia familiar, que partió de una infancia truncada, la de sus padres.

Francisco Ruiz Avivar era natural de Pinos Genil y tenía 33 años cuando fue detenido. De oficio albañil, según figura en el censo de 1932, estaba casado con Carmen Jiménez Águila, con la que tenía 5 hijos. Era militante de UGT. Fue fusilado el 5 de noviembre de 1936 en Víznar donde es llevado desde la cárcel junto a su hermano José.

Conchi Ruiz Muñoz, su nieta, guarda entre sus recuerdos las penalidades sufridas por su padre, Francisco, uno de los hijos de Francisco Ruiz Avivar. "Se acordaba de cuando se lo llevaron", explica a El Independiente de Granada. "Nos sentábamos todos y mi padre contaba el hambre que pasaron". Las dificultades de una madre, viuda, para sacar a sus hijos adelante. "Escuchábamos con los ojos como platos, con la boca abierta". 

El abuelo de Conchi fue fusilado en Víznar junto a un hermano, José, albañil como él. Casado con María Gómez Lupión y padre de tres hijos: José, Francisco y Matilde.

"Con los años entiendes lo que significaban esos recuerdos. Qué tristeza más grande y qué infancia robada, como la vida de mi abuelo", lamenta. Los pocos datos de la historia de su familia paterna los conserva de esas conversaciones con el padre, ya fallecido. Porque, como a otras muchas familias, la represión franquista dejó a los Ruiz huérfanos de padre, pero también trató de borrar su memoria. 

Contra eso combate Conchi con la ayuda de la Asociación Granadina para la Recuperación de la Memoria Histórica, que ha corroborado esos recuerdos paternos y encontrado los pocos documentos de los Ruiz Avivar que ha logrado reunir la familia. En este caso, son dos documentos relacionados con José Ruiz Avivar -el tío abuelo-. Señalados, detenidos y asesinados a manos de los franquistas por su militancia en UGT y, en el caso de José, en el Partido Socialista. 

Uno de esos documentos es la inscripción en el Registro de la 'desaparición' de José Ruiz Avivar. Su esposa necesita acreditar el fallecimiento para "la protección del Estado a los huérfanos de la Revolución Nacional". El Juzgado ordena su inscripción como "desaparecido". El trámite se hizo en la década de los cuarenta. 

Otro de los documentos encontrados, también relacionados con José y con el trámite antes citado, es un informe de la Guardia Civil. "(...) Que dicho individuo pertenece al Partido Socialista, por lo que era desafecto a la causa Nacional". En la causa, según los datos recopilados por la AGRMH, figura también como afiliado a UGT. 

Pero el dolor no solo creció en el seno paterno. La familia de su madre, Salomé Muñoz Utrilla, también sufrió la represión franquista. 

Eran originarios de Domingo Pérez. Francisco Muñoz Parejo y su esposa, Josefa Utrilla García, fueron encarcelados. Su madre contaba que a su casa llegaban requisando colchones, mantas, grano y azúcar, gallinas y una mula. "Hasta un cuadro del abuelo". La madre quedó a cargo de unos tíos durante el encarcelamiento de sus progenitores. Iba a visitar a su madre a la cárcel y sabía que allí cosía, añade Conchi Ruiz Muñoz, cuyo abuelo materno salió muy enfermo de la cárcel, y murió al mes. Una vida muy dura la de su madre, con hambre y trabajo desde muy joven. 

De nuevo, el trabajo de la Asociación Granadina para la Recuperación de la Memoria Histórica ha corroborado los recuerdos familiares. Así, en el estudio de Mujeres Represaliadas en la provincia de Granada se recoge que tenía 49 años, natural y vecina de Domingo Pérez, estaba casada y era hija de Wenceslao y Carmen. También que pertenecía a la colectividad 'Cañada Hermosa'. Fue condenada a 12 años de prisión. 

El miedo siempre acompañó a su madre. Como resalta Conchi Ruiz Muñoz, le marcó tanto lo vivido que tenía "miedo a hablar". Repetía en muchas ocasiones: "que no te escuchen". Y también un acto: cerrar las ventanas. Y las lágrimas. "Siempre llorando" y con "el dolor encima". Porque hablar "te hace sacar lo que llevas dentro", pero tuvo que llevar siempre "la carga de contarlo solo dentro de casa". 

Por ese motivo hace hincapié en la importancia de que se sepa la verdad. "Lo que pasó de verdad, por mucho que se quiera ocultar, es una vergüenza horrible". 

Sus padres dejaron la Granada natal para asentarse en el País Vasco. Primero la madre, que siguió a otros hermanos. Después, para casarse, su padre. La dureza ha marcado a su familia. "Cómo gestiona un niño lo que vivieron", se pregunta. "Es muy duro". "Tiene que salir a flote, que se sepa bien lo que nos hicieron. 

Las familias, prosigue, tienen derecho a saber y a recuperar, si así lo desean, a sus muertos para darles sepultura digna, afirma cuando se le pregunta por las tareas de exhumación que se llevan a cabo en las fosas de Víznar, el lugar donde fueron asesinados su abuelo y su tío abuelo paternos. "Fueron asesinatos y es de agradecer que, al encontrarlos y recuperarlos, las familias puedan cerrar un capítulo". 


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