El conferenciante encuadró la figura de Riego en su contexto histórico, aunque aprovechó para censurar la “fama tópica” que se había concedido a algunos personajes del siglo XIX, como Cánovas, al que criticó duramente. El intelectual y político republicano relató las condiciones en las que se desarrolló la vida de Riego, su popularidad y la leyenda negra que le comenzaría a forjar Alcalá Galiano. También comparó a Riego con Prim, militares revolucionarios y liberales. Se detuvo en el final de Riego, en su encarcelamiento, la sentencia que recibió y en su ejecución. Para Álvaro de Albornoz el liberalismo español había fracasado en el siglo XIX. Y terminó, como decíamos al principio, haciendo una lectura del momento en que se vivía en España en la primavera de 1936. De lo que había explicado se podía sacar una “enseñanza suprema”.
Era menester y urgentísimo que desde el Gobierno se emprendiese una profundísima acción revolucionaria. Las Cortes del Frente Popular o eran unas Cortes de la revolución o no serían más que un “lánguido capítulo más” en la historia de la decadencia parlamentaria española. Advertía que la revolución, la “verdadera revolución” era todo lo contrario a la anarquía. Ningún solo “instante revolucionario” en la Historia había sido capaz de tolerar la anarquía, citando a Cromwell, la Convención francesa, el Estado soviético o la Comuna. El sentimiento anárquico era incompatible con la revolución, aludiendo al “sedimento anárquico que llevan en el fondo del alma determinadas multitudes españolas”.
Hemos trabajado como fuente con el número 8150 de El Socialista, del domingo 31 de mayo de 1936.
Fuente → eduardomontagut.es
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