Las armas de la razón de una maestra republicana

 Hilda Agostini. Las armas de la razón de una maestra republicana, protestante y albañil por Cèlia Cañellas y Rosa Toran

Con este título, las autoras de esta obra y firmantes de las letras que siguen, presentan el resultado de una búsqueda por senderos diversos que han acabado por conformar una aproximación a la trayectoria de Hilda Agostini, una mujer nacida en Tarragona y traspasada a París en 1976.

El lugar de su traspaso ya anuncia que formó parte de la larga corrua de los republicanos que huyeron de los embates de las tropas rebeldes en aquel vigoroso invierno de 1939 y que decidieron no regresar a su país mientras se mantuviera viva la dictadura encarnada por el general Franco. Pero fueron 86 años de vida en los que, a su trayectoria de maestro republicana, hay que sumarle un bagaje familiar y una persistente defensa de sus principios.

Su nombre nos quedó grabado por su resonancia italiana mientras, desde las páginas de Trabajo, nos ocupábamos de rastrear el trabajo femenino en la retaguardia desde las organizaciones del PSUC, un partido con voluntad de gobierno y empeñado, con éxitos y fracasos, al incorporar a la mujer a las tareas políticas y sindicales. Y ella fue una de las mujeres que se involucraron, desde la sección de propaganda y desde tribunas oratorias a lo largo de todo el territorio catalán. Pero hubo más, su nombre aparecía en otros archivos como maestra que había terminado dirigiendo la Casa de los Niños Montessori hasta su marcha precipitada hacia la frontera. Todo ello era un estímulo para proseguir con otros hilos, que tuvo éxito en el contacto con una sobrina, residente en Barcelona y que guardaba con cuidado documentación, fotografías y los recuerdos del trato con su tía Hilda.

Así, los pilares se iban levantando con investigaciones que han acabado por conformar un relato biográfico de una de las mujeres protagonistas de nuestra historia reciente. Una historia heterodoxa y comprometida con sus tiempos, que había bebido de las fuentes del librepensamiento desde su niñez en Tarragona, una ciudad en la que el padre, un exiliado de la Italia empujada a la frustrada unificación bajo el manto republicano, protestante y masón , logró hacerse un hueco en medio de los prejuicios y las limitaciones de una sociedad tradicional.

Hilda y sus seis hermanos son un espejo de cosmopolitismo, desde los orígenes paternos a las vicisitudes posteriores, y ella misma pone de manifiesto una amplitud de miras y una fuerte personalidad a partir de la toma de decisiones que le alejaron del futuro usual en los círculos protestantes, y le abocaron a una vida independiente en la convulsa Barcelona de la década de los 20. En la capital catalana desarrollará su profesión de maestra en los círculos de la pedagogía renovadora y finalmente en la escuela municipal.

La proclamación de la II República y las medidas inmediatas dictadas por su amigo y maestro, el también tarraconense Marcel·lí Domingo, significaron la deseada oportunidad para contribuir a la transformación de la sociedad, no sólo a través de la escuela, sino en a través de la defensa de los principios que había asumido desde muy joven, el laicismo y la igualdad de la mujer y su participación política. Conquistas legales que, sin embargo, requerían un proceso educativo y de concienciación para poner fin a las ancestrales dependencias masculinas ya las influencias de la iglesia católica.

Y de ahí derivó su compromiso político con la pluma y la palabra, persistente e incisivo en la medida en que el gobierno republicano cayó en manos de la derecha, amenazante de los derechos conquistados de las mujeres y de la aplicación de los principios laicos a la escuela. La escritura de artículos con su firma se convertirá en una constante, al mismo tiempo que menudeará su presencia en actos y mítines siguiendo las huellas de Victoria Kent, su compañera de partido. Un partido que respondía a su ideario de justicia social y laicismo ya su concepción de una España federal, hermanada con toda la diversidad de pueblos que la componían, y que no podía ser otro que el fundado y dirigido por Marcel.li Domingo, el Partido Republicano Radical Socialista, al que se mantendrá fiel también en el exilio, con la excepción de los años de guerra en los que militó en el PSUC. También en sus filas encontró concomitancias con el mundo de la masonería, al que pertenecía con el nombre de Maya a la logia Delfos, y que será un eslabón en la cadena de ayudas que podrá recibir en Francia, junto a los hermanos protestantes , en los duros meses de exilio.

Marsella y París le acogerán y le otorgarán la posibilidad de proseguir su labor social a partir de la ayuda a los refugiados, primero los republicanos y, años después, a los damnados por las guerras de descolonización, hasta su jubilación y siempre al junto a su compañero, Guillermo López, que le aportó los aires republicanos almerienses.

¿Qué queda vivo de su mensaje, de su obra? La enconada defensa del laicismo tanto en relación a la emancipación social e intelectual de la mujer como en su aplicación en la escuela como crisol de formación de una nueva ciudadanía. Deberes ineludibles en los tiempos presentes, en que la información prima por encima del conocimiento y la reflexión, y en que la igualdad de la mujer en el abanico societario está aún sometida a influencias ancestrales, religiosas y patriarcales. 

Aquí tiene el editorial completo del último CR, 107. Le animamos a leer el boletín entero , lleno de memoria y valores democráticos.


banner distribuidora