Un equipo de antropólogos forenses destapó en 2011 una cordillera de más de 30 metros de largo conteniendo 59 cuerpos, en el término de La Legua de Gumiel de Izán, en la localidad burgalesa de Aranda de Duero. Habían sido asesinados en 1936 por escuadras de falangistas y enterrados por barrenderos de Aranda de Duero. «Es una fosa muy preparada», explica el investigador José Ignacio Casado, de la ARMH. “Los cuerpos estaban cubiertos con cal. A los asesinos no les dio tiempo a matar a todos los que querían, la fosa estaba preparada para albergar aún más cuerpos”.
Según el forense Francisco Etxeberría los cuerpos fueron llevados en 6 tandas, sin dejar rastro de su origen, ya que existen varios niveles de cuerpos superpuestos solidificados con la cal que se echaba sobre los cadáveres, generando moldes en los que se distingue la tela de pana de sus prendas. “Todos los restos pertenecen a varones de varias edades. Dos o tres son de 17 años pero los hay también de avanzada edad”, detalla el antropólogo de la Universidad Autónoma de Madrid, Luis Ríos. Las vainas de fusil y las balas rotas encontradas junto a los huesos, describen que muchos de ellos cayeron allí mismo de un disparo en la cabeza, la mayoría de los cráneos tienen agujeros de proyectil.
Los esqueletos han aparecido en perfecto estado y junto a ellos, los restos de parte de sus ropajes, como las alpargatas con las que se calzaban o canicas en los bolsillos de los chicos más jóvenes. Se han encontrado los botones de algunos trajes y un espejo. Pero nada que los identifique, a diferencia de otras fosas de los alrededores donde se han hallado insignias y distintivos de trabajadores de los ferrocarriles. Después de asesinarles les robaban lo que llevaran de valor, carteras, dinero. Algunos vecinos recuerdan ver pasar a los asesinos con prendas de los desaparecidos.
Ha aparecido un esqueleto pegado a unas suelas de goma marca Codina de unas alpargatas, y una calavera con un ojo de cristal. Y también el corsé ortopédico de Fernando Macario Martínez, maquinista en la estación de Aranda de Duero, ya que Fernando Lorente cree que es de su abuelo. «Había participado en manifestaciones de UGT, al estallar el golpe militar huyó al monte. Le dijeron que podía volver y le detuvieron enseguida». No fue una muerte rápida. «Mi abuelo no fue bien fusilado, al día siguiente de dispararles, los asesinos volvieron al sitio, mi abuelo seguía vivo y les pidió agua. Le mearon en la cara y después le remataron, los asesinos fueron luego pavoneándose por el pueblo de la hazaña».
Entre las víctimas estaba el Padre franciscano Emiliano María Revilla, identificado por su crucifijo y los restos de sotana. Fue detenido por un grupo de falangistas el 29 de julio de 1936, los fascistas le consideraban un cura rojo que denunciaba los abusos de los falangistas, el hambre y la miseria de los campesinos. Revilla fue llevado hasta la prisión central de Burgos. Salió de ella con otras 13 personas en una saca el 4 de septiembre de ese año.
La localización del lugar exacto de la matanza fue posible gracias a un testigo directo. ‘Leandro Pérez tenía 14 años cuando vio la zanja abierta. Trabajaba en una de las viñas de Gumiel que todavía están alrededor del lugar y aún recuerda lo que observó en 1936′, explica José Ignacio Casado, miembro de la ARMH de Burgos. Puede que esa ropa sea de un uniforme pero aquí, aunque les mataran en verano, refresca por las noches y el pantalón de pana era la prenda básica’, analiza Rojas. No hay dudas de que los fusilados eran vecinos de la zona pero no se sabe dónde pasaron sus últimas horas.
Antecedentes históricos hacen indicar que la fosa se corresponde con la denominada Fosa de los Ferroviarios onde fueron a parar los cuerpos de 60 ferroviarios afiliados en su mayoría a UGT y CNT. Fueron sacados de sus turnos de trabajo y llevados en sacas hasta el paraje en el que fueron fusilados el 18 de agosto de 1936. Los enterradores se esmeraron en esparcir cal sobre el grupo de ferroviarios. La fosa de Gumiel de Izan coincide por el número y porque el corsé puede pertenecer a uno de ellos. Si no es esta, es probable que la construcción de la autovía en los años 80 se llevara esos cuerpos por delante.
La fosa ha aparecido a apenas 300 metros de otra en la que Etxeberria y su equipo desenterraron en 2003 a otras 85 víctimas. Según Casado, «solo en la franja conocida como la Ribera del Duero burgalesa fueron asesinadas en el verano de 1936 cerca de 700 personas». La ARMH de Burgos ha recuperado en la última década más de 500 cuerpos en esta zona, donde las represalias fueron severas tras el rápido triunfo del golpe militar del 18 de julio. “La represión acabó en la comarca de Aranda de Duero con cerca del 2% de la población: unas 1.500 personas”, explica el investigador José María Rojas.
Documentos: Natalia Junquera (El País, 1 y 2). Thejailynews. La información. Público (Diego Barcala). El Norte de Castilla (L. Sierra, Ical). 20 Minutos. CYLTV. Infolibre (Elena Herrera)
No hay comentarios
Publicar un comentario