Una vez más, los corruptos, si son poderosos, se
van de rositas. La justicia, definitivamente clasista y reaccionaria,
no es igual para todos
Juan Carlos I, el corrupto inviolableFran J. Pérez Esteban
La Fiscalía del Tribunal Supremo ha dado archivo y carpetazo
definitivo a la investigación de los delitos de Juan Carlos de Borbón,
precisamente en estos días (oh, casualidad) en que toda la actualidad
está centrada en la guerra en Ucrania. El rey abdicado, enviado a
Emiratos, podrá volver a casa en cualquier momento, en cuanto lo pacte
con Felipe VI. Y mejor que vuelva, el pueblo tiene memoria.
La Fiscalía ha concluido en su informe, sin embargo, que Juan Carlos delinquió, lo cual no es poca cosa. Pero a continuación, tras un relato demoledor de irregularidades y corruptelas, afirma que los delitos están prescritos o protegidos por la inmunidad jurídica que le otorga el artículo 56.3 de la Constitución: la persona del rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad ante la ley. La Fiscalía entiende, por tanto, que no procede acusación contra él, a pesar de que los delitos de cohecho, fraude fiscal y blanqueo de capitales, son gravísimos. Incluso si los comete un rey.
Se reconoce la conducta delincuencial, pero no habrá querella criminal. Una vez más, los corruptos, si son poderosos, se van de rositas, mientras puede haber raperos que lleven más de un año en la cárcel, como Pablo Hásel, por criticar a la monarquía. La justicia en este país, definitivamente clasista y reaccionaria, no es igual para todos. Con esa frase, a los republicanos, Juan Carlos nunca nos engañó, tal vez a otros.
Sin duda este fallo era la historia de un indulto anunciado, pero el hecho no deja de ser absolutamente escandaloso. La inmunidad garantiza la impunidad para los delitos del rey Emérito. ¿Hasta cuándo vamos a consentir este privilegio antidemocrático que es una invitación a delinquir? ¿Qué democracia es esta que mantiene a la corona por encima del Estado de Derecho? Si en el Poder Judicial se piensa que comunicando la noticia en medio de la guerra el impacto sobre la indignación popular será menor, creo que se equivocan. La monarquía continuará en horas bajas. Mejor para la República.
La ausencia a veces es tan llamativa como la presencia y los ciudadanos saben muy bien que hace más de 570 días que Juan Carlos abandonó este país con el rabo entre las piernas, espoleado por su hijo tras retirarle la asignación anual de 200.000 euros que cobraba, y perseguido por la vergüenza de un país que empezaba a pensar que si el rey es un corrupto, entonces es mejor la República. Para salvar la institución de la corona, había que enviar muy lejos al rey sin méritos, para olvidarlo. Al quitárselo de la vista diaria del pueblo, Felipe VI pensó que los españoles no identificarían monarquía y corrupción. Erró: cuando vuelva Juan Carlos, es eso sobre todo lo que percibirán.
La inviolabilidad es una aberración y es más que urgente, mientras llega la República, una reforma constitucional ya que elimine ese privilegio indecente y medieval que permite a los borbones seguir la tradición familiar delincuencial, pero en pleno siglo XXI, ajenos al Estado de Derecho y al principio de igualdad ante la ley. Es intolerable.
A los interesados en la supervivencia de la corona como garante del régimen de privilegios del 78, hay que decirles que será inevitable que cada día que pase Juan Carlos tras su regreso a Las Españas, los ciudadanos recordarán siempre la corrupción y la impunidad monárquica. La República sigue siendo la aspiración democrática avanzada, racional y de equidad y derechos para la España del siglo XXI. Que el pueblo no olvide.
La Fiscalía ha concluido en su informe, sin embargo, que Juan Carlos delinquió, lo cual no es poca cosa. Pero a continuación, tras un relato demoledor de irregularidades y corruptelas, afirma que los delitos están prescritos o protegidos por la inmunidad jurídica que le otorga el artículo 56.3 de la Constitución: la persona del rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad ante la ley. La Fiscalía entiende, por tanto, que no procede acusación contra él, a pesar de que los delitos de cohecho, fraude fiscal y blanqueo de capitales, son gravísimos. Incluso si los comete un rey.
Se reconoce la conducta delincuencial, pero no habrá querella criminal. Una vez más, los corruptos, si son poderosos, se van de rositas, mientras puede haber raperos que lleven más de un año en la cárcel, como Pablo Hásel, por criticar a la monarquía. La justicia en este país, definitivamente clasista y reaccionaria, no es igual para todos. Con esa frase, a los republicanos, Juan Carlos nunca nos engañó, tal vez a otros.
Sin duda este fallo era la historia de un indulto anunciado, pero el hecho no deja de ser absolutamente escandaloso. La inmunidad garantiza la impunidad para los delitos del rey Emérito. ¿Hasta cuándo vamos a consentir este privilegio antidemocrático que es una invitación a delinquir? ¿Qué democracia es esta que mantiene a la corona por encima del Estado de Derecho? Si en el Poder Judicial se piensa que comunicando la noticia en medio de la guerra el impacto sobre la indignación popular será menor, creo que se equivocan. La monarquía continuará en horas bajas. Mejor para la República.
La ausencia a veces es tan llamativa como la presencia y los ciudadanos saben muy bien que hace más de 570 días que Juan Carlos abandonó este país con el rabo entre las piernas, espoleado por su hijo tras retirarle la asignación anual de 200.000 euros que cobraba, y perseguido por la vergüenza de un país que empezaba a pensar que si el rey es un corrupto, entonces es mejor la República. Para salvar la institución de la corona, había que enviar muy lejos al rey sin méritos, para olvidarlo. Al quitárselo de la vista diaria del pueblo, Felipe VI pensó que los españoles no identificarían monarquía y corrupción. Erró: cuando vuelva Juan Carlos, es eso sobre todo lo que percibirán.
La inviolabilidad es una aberración y es más que urgente, mientras llega la República, una reforma constitucional ya que elimine ese privilegio indecente y medieval que permite a los borbones seguir la tradición familiar delincuencial, pero en pleno siglo XXI, ajenos al Estado de Derecho y al principio de igualdad ante la ley. Es intolerable.
A los interesados en la supervivencia de la corona como garante del régimen de privilegios del 78, hay que decirles que será inevitable que cada día que pase Juan Carlos tras su regreso a Las Españas, los ciudadanos recordarán siempre la corrupción y la impunidad monárquica. La República sigue siendo la aspiración democrática avanzada, racional y de equidad y derechos para la España del siglo XXI. Que el pueblo no olvide.
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