
"España es una República
democrática de trabajadores de toda clase, que se organiza en régimen
de libertad y justicia. Los poderes de todos sus órganos emanan del
pueblo. La República constituye un Estado integral, compatible con la
autonomía de las regiones y de los municipios"...
Una Constitución que recogió las ilusiones colectivasVíctor Arrogante
Tras la
proclamación de la República en 1931, se iniciaron diferentes
reformas para situar al Estado español al día de la modernidad en el
ámbito europea. Pretendió llevar a cabo tres grandes reformas y creó
tres enemigos irreconciliables: la Iglesia, los militares y los
terratenientes; grandes sectores que se opusieron a la República y
promovieron el golpe de Estado del 18 de julio de 1936.
No fue hasta el 9 de diciembre de 1931, cuando
el Presidente de las Cortes, Julián Besteiro, promulgó la
Constitución de la Segunda República española.
Aquella Constitución recogió las ilusiones colectivas que suscitó el
cambio de régimen político en España. La República y la Constitución
fueron la consecuencia inevitable de la dictadura agotada de Primo
de Rivera, que había dado paso a una solución democrática que se
plasmó en este texto jurídico.
Blasco
Ibáñez, en su novela publicada en 1893 ¡Viva la República! decía
refiriéndose a la Primera: "Soy republicano, aunque humilde e
ignorante, y pertenezco a esa clase de locos que anuncian utopías
que al día siguiente son realidades. Sois topos que protestáis ante
el menor rayo de luz, y por eso sentís un furor sin límites ante la
República, esa sublime locura que acaba con los privilegios, que
considerando a todos los hombres iguales, les hace abrazarse como
hermanos, y que reconociendo su libertad, les da derecho a
gobernarse por sí mismos". También vale para la Segunda y las que
vengan.
La
Constitución de 1931 se enmarca en el constitucionalismo europeo del
período de entreguerras. Es evidente su relación con la alemana de
Weimar, en el diseño del sistema parlamentario y la de la
Constitución de Austria, de la época en lo que se refiere a la
formación de la justicia constitucional. Refleja también otras
influencias como la mexicana, ya que quedan garantizados en la
Constitución, los llamados derechos fundamentales de la tercera
generación o derechos sociales y económicos.
El
sistema político republicano moderno, se identifica con un sistema
de valores, como expresión de la voluntad libre y soberana de la
ciudadanía: el pueblo se gobierna a través de representantes
elegidos democráticamente y la igualdad de oportunidades como
esencia de sus principios. En este sistema, la jefatura del estado
también es elegida, y no hay rey o líder que guíe, arbitre o
gobierne; no hay persona o figura que esté por encima de la ley, ni
irresponsable ante ella.
A lo
largo de la historia, el concepto y la idea republicana han
evolucionado, pero hay un hilo conductor: el pueblo que se
autogobierna y protege la libertad, como acto contrario a la
dominación. Se fundamenta en el derecho y el imperio de la ley, y
todos iguales ante ella; la igualdad de oportunidades como esencia
democrática; la participación ciudadana, como marco de referencia;
los derechos civiles y la transparencia, como oposición a la
corrupción política.
Tras la
proclamación de la República el 14 de abril, era necesario aprobar
una nueva ley de leyes republicana y democrática, que identificara
al nuevo régimen, surgido de las urnas y por la voluntad popular.
Tras acalorados debates y tras la dimisión de Alcalá Zamora, las
Cortes Constituyentes aprobaron el 9 de diciembre la Constitución de
la Segunda República española, que fue la más avanzada de su tiempo.
El 28 de
junio de 1931 se celebraron elecciones generales a Cortes
Constituyentes, que elegirían a 470 diputados. El decreto de
convocatoria, estableció que las Cortes estarían compuestas por una
sola Cámara, elegida por sufragio universal masculino (la mayoría de
edad se redujo de 25 a 23 años). Se reformó el sistema electoral en
el que la candidatura mayoritaria obtenía el 80% de los escaños a
elegir, siempre que hubiese obtenido el 20% de los votos emitidos;
el 20% de escaños restantes se les adjudicaba a las minorías.
Provincias y ciudades se constituyeron como circunscripciones
electorales, eliminando el sistema característico en la
Restauración.
Se
enfrentaban dos grupos ideológicos de presión: la Conjunción
republicano-socialista, contra la derecha monárquica y
antirrepublicana que concurría dividida. Las elecciones dieron un
triunfo rotundo a la Conjunción, quedando el Congreso constituido en
torno al Partido Socialista Obrero Español y al Partido Radical
Socialista. El PSOE, liderado por Julián Besteiro e Indalecio
Prieto, obtuvo 115 escaños; y el PRS, de Marcelino Domínguez 61
diputados. El Partido Radical Republicano, liderado por Alejandro
Lerroux obtuvo 90; la Derecha Liberal Republicana, de Alcalá Zamora
25 y Acción Republicana, de Manuel Azaña, 26 escaños.
El
Gobierno salido de las Cortes Constituyentes, condujo a la República
hasta la proclamación de la Constitución. Fue elegido Alcalá Zamora
como jefe del Estado y Manuel Azaña como presidente del Consejo de
Ministros. La Constitución diseñaba una República social,
democrática y reformista. Considerada como una de las más avanzadas
del momento. En su artículo 1, declara que "España es una República
democrática de trabajadores de toda clase, que se organiza en
régimen de libertad y justicia. Los poderes de todos sus órganos
emanan del pueblo. La República constituye un Estado integral,
compatible con la autonomía de las regiones y de los municipios".
Declaraba
la Constitución que todos los españoles son iguales ante la ley; el
estado español no tiene religión oficial, y estará integrado por
Municipios mancomunados en provincias y por las regiones que se
constituyan en régimen de autonomía. Se reconoce el castellano como
idioma oficial de la República, "que todo español tiene obligación
de saberlo y derecho de usarlo, sin perjuicio de los derechos que
las leyes del Estado reconozcan a las lenguas de las provincias o
regiones". En aquellos momentos de entre guerras "España renuncia a
la guerra como instrumento de política nacional".
La
Constitución rompe con la tradición bicameral y elimina el Senado.
El Congreso sale reforzado con la facultad de destituir al Jefe del
Estado (con mandato de siete años), que es elegido de forma mixta:
por los parlamentarios y a través de unos compromisarios elegidos
por sufragio universal; de esta forma era responsable ante el
Parlamento y ante los electores. La República se declaraba laica,
garantiza la libertad de culto, prohíbe a las órdenes religiosas
ejercer la enseñanza y desvincula al Estado de la financiación de la
Iglesia. Esto significó una ruptura radical y un foco de tensión, en
un país donde el altar era tan importante como el trono. Más tarde
se lo cobraron bien.
Una de
las novedades que le confieren su rasgo más democrático, es el
reconocimiento del sufragio universal, incluyendo a las mujeres; y
el derecho de voto a todos los ciudadanos de más de 23 años. Estos
preceptos supusieron una auténtica revolución: ¡las mujeres podían
votar! Se avanzaba hacia el auténtico sufragio universal.
La
Constitución reconocía la libertad religiosa, de expresión, reunión,
asociación y petición; el derecho de libre residencia, de
circulación y elección de profesión; inviolabilidad del domicilio y
correspondencia; igualdad ante la justicia; protección a la familia,
derecho al divorcio, al trabajo, a la cultura y la enseñanza. Se
suprimía los privilegios de clase social y de riqueza; y se abría la
posibilidad de socialización de la propiedad y de los principales
servicios públicos.
La
tensión política aumenta con la entrada de tres ministros de la
CEDA, en octubre de 1934, lo que se interpreta por la izquierda,
como el anuncio del triunfo del fascismo. Con esta situación el
PSOE, UGT, CNT y el PCE, llama a la huelga general contra el
gobierno. La huelga fracasa en Madrid; el gobierno había acuartelado
a las tropas, deteniendo a los principales dirigentes socialistas y
comunistas. Companys desde la presidencia de la Generalitat, dirige
una insurrección con claro matiz independentista, rápidamente
reprimido por del ejército. En Asturias triunfa la huelga general y
degenera en una verdadera revolución organizada por UGT y CNT. El
gobierno optó por la represión y la Legión, dirigida por el general
Franco, se encargó de la masacre: más de mil trescientos muertos, el
doble de heridos y treinta mil detenidos. Peor imposible.
A
principios de 1936, el descrédito del partido en el gobierno de
Lerroux, sus escándalos del estraperlo y la desconfianza hacia
Gil-Robles, llevan a la disolución de las Cortes. El 16 de febrero
se celebran las nuevas elecciones y vuelven a concurrir dos bloques
ideológicos irreconciliables. El Frente Popular, formado por la
izquierda republicana y los partidos obreros, ganan las elecciones.
Cesa Alcalá Zamora como presidente de la República y es sustituido
por Manuel Azaña, quién encarga a Casares Quiroga formar gobierno.
El nuevo gabinete reinicia la acción reformista: amnistía para los
represaliados de octubre del 34; restablecimiento del Estatuto
catalán; alejamiento de Madrid de los generales más sospechosos de
golpismo; reanudación de la reforma agraria; y tramitación del
estatuto de Galicia.
Los
primeros meses del 36 se caracterizan por una escalada de la
violencia física y política. A la República le quedaban seis meses
de existencia pacífica. El 18 julio, deseado por unos, esperado por
otros, temido por muchos y un gobierno sin querer enterarse de lo
que se preparaba, se produce el golpe de estado militar y fascista
contra la República. Arranca la Guerra Civil, y una dictadura que
duró demasiado tiempo.
Tuvieron
que pasar muchos años, hasta que el pueblo español, en uso de su
soberanía, refrendara otra Constitución que estableciera un Estado
Social y Democrático de Derecho.
Fuente → multiforo.eu
No hay comentarios
Publicar un comentario