Manuel Fernández Márquez, militante de Comisiones Obreras, fue asesinado por una ráfaga disparada por la guardia civil franquista en Sant Adrià de Besòs, en 1973
Manuel Fernández Márquez Nació en 1946 en Villafranca de los Barros (Badajoz). Conocía la dureza de la siega y el trajín del acarreo. Emigró junto a su familia, expulsado por los señoritos y caciques, huyendo de la asfixia económica y moral. Recaló en tierras catalanas, trabajó con su padre y su hermano en las minas de Figols Berguedà, y después como montador en COPISA, una de las empresas que construía la central térmica de Sant Adrià de Besòs. Se casó en 1969 con Carmen Rodríguez Jurado, tenían un hijo de 2 años, vivían en Santa Coloma de Gramenet. Manuel estaba afiliado a las Comisiones Obreras.En 1973, los casi 2.000 obreros de la central térmica, estaban en plena lucha. Reclamaban 40 horas semanales de trabajo en lugar de las 56 que hacían, incremento de los sueldos, salario íntegro en caso de enfermedad y derecho de reunión en la empresa. Formaban parte de aquel gigantesco seísmo de las Comisiones Obreras de Cataluña, el enemigo más consciente y combativo del régimen. Las empresas en ningún momento reconocieron a los representantes de la comisión sindical elegidos por los obreros.
La patronal respondió con una sanción de suspensión de empleo y sueldo durante 5 días a todos los trabajadores. Aquel 3 de abril, cuando el turno de las 7 llegó a la central, las puertas de la térmica estaban cerradas. Un ejército franquista les esperaba: una brigada de policía especial traída desde Valladolid, un destacamento de policía nazional a caballo y un grupo de guardias civiles apostados en las 2 torres de la central, componían aquella tropa de la vergüenza.
Los trabajadores intentaron entrar en el trabajo en grupo, como era la costumbre, pero la empresa les notificó que sólo podrían acceder de 5 en 5. Se negaron. Algunos cortaron la vía del ferrocarril de Cercanías y detuvieron un tren. Entonces se desencadenó la represión, cargó la policía a caballo. Hubo 3 cargas, en la 3ª los mercenarios dispararon directamente a los trabajadores que huyeron en todas direcciones. Serafín Villegas Gómez, de 25 años, fue herido de bala y Manuel Fernández Márquez cayó abatido mortalmente a su lado. Eran las 8,30 de la mañana.
Manuel Fernández fue enterrado en Badalona acompañado de una gran multitud de compañeros. Uno de los compañeros leía un poema de despido que le había dedicado, pero no pudo acabar porque la policía franquista arremetió contra la multitud: “Ese día murió Manuel Fernández Márquez, Obrero. Pero no de cansancio, como morimos muchos. Pero no de accidente de trabajo, como seguimos muriendo. Pero no de hambre y de miedo, como quisieran que muriésemos. Murió por gritar que no quería morir por nada de eso. Murió por gritar Yo soy yo y mis compañeros”.
Arrancaron las manifestaciones de condena del asesinato de Manuel, también fuertemente reprimidas por las fuerzas del régimen, produciéndose cuantiosas detenciones y encarcelamientos. Universitarios, profesores, colegio de abogados, profesionales, médicos, intelectuales, incluso eclesiásticos, todos denunciaron el crimen. El olvido está lleno de memoria, y a pesar del meticuloso trabajo de los olvidadores y de la indecencia cómplice de los olvidadizos, el recuerdo de Manuel Fernández Márquez y de otros miles de luchadores antifascistas retorna con fuerza. La población de Sant Adrià de Besòs dedicó una calle al barrio de la Mina en 2003. La Escuela de Adultos del barrio de la Mina de Sant Adrià de Besòs también lleva su nombre.
El franquismo, ese régimen que algunos han tratado de dulcificar calificándolo como “autoritario”, mató mucho y a conciencia. El cuento de la transición hizo todo lo posible porque lo olvidáramos, porque no recordáramos esa era vil que describía irónicamente Jesús López Pacheco en un poema: “Hijo, abrígate bien. Y ponte la bufanda. No vayas a coger alguna bala en los pulmones. Que no está el tiempo bueno todavía”.
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