La ‘huelga del silencio’ de los mineros asturianos que puso en jaque la dictadura franquist

SE CUMPLEN 60 AÑOS DE LA ‘HUELGONA’

La ‘huelga del silencio’ de los mineros asturianos que puso en jaque la dictadura franquista / Darío Díaz Álvare

El siete de abril de 1962, en el pozo Nicolasa (Ablaña, Mieres) propiedad de la entonces Fábrica de Mieres, se inicia una auténtica revuelta que si no echa abajo una dictadura sí remueve los cimientos del aún muy potente estado fascista.

Tal como lo cuenta extraordinariamente el profesor de historia Rubén Vega (Las huelgas de 1962 en España y su repercusión internacional, Fundación Juan Muñiz Zapico) “Una sanción impuesta a siete picadores del pozo Nicolasa de Fábrica de Mieres. Un nimio incidente, entre tantos otros dentro de las siempre tensas relaciones laborales en la minería asturiana, se convertirá en la chispa que incendie toda la pradera. En una especie de reacción en cadena, el 7 de abril los sancionados reciben la solidaridad de sus compañeros en el propio pozo y en los contiguos y la mancha de aceite se va extendiendo al conjunto de la empresa, incluyendo tanto a mineros como a siderúrgicos, a las empresas vecinas, a toda la zona de Mieres y las cuencas próximas de Turón y de Aller. En dos semanas, la onda expansiva alcanza a la cuenca del Nalón y a la mina gijonesa de La Camocha. Progresivamente, el conjunto de la minería asturiana se verá afectada, incluidas las cuencas más apartadas de la zona central y explotaciones aisladas, así como la mayor parte de las industrias radicadas en Gijón, alcanzadas por los paros ya mediados el mes de mayo. En total, cerca de 65.000 trabajadores asturianos toman parte en un movimiento huelguístico que se prolonga por espacio de dos meses y se convierte en ese tiempo en motivo de máxima preocupación para autoridades y jerarquías.”

Mis recuerdos de infancia en mi Mieres natal se retrotraen a los momentos en que nos trasladábamos, a primera hora de la mañana, a nuestros centros escolares y nos encontrábamos en las calles, cercanas al Colegio, a nuestros padres de vuelta a sus casas con el bocadillo obrero en las manos, la rabia contenida en sus gestos, pero en un silencio que apenas alteraba el continuo ronroneo de las “lecheras policiales” o algún jeep de los “grises”. Quizás había más ruido en los montes cercanos donde la guardia civil perseguía a aquellos líderes mineros que tras acudir a su centro de trabajo se dispersaban por los alrededores para no ser detenidos, encarcelados y probablemente torturados.

La estrategia era muy clara y precisa, tal como nos cuenta Ramón García Piñeiro (Las huelgas de 1962 en Asturias, Rubén Vega García- coordinador- Fundación Juan Muñiz Zapico): “De forma espontánea y sin consignas precisas, los huelguistas iniciaron un ritual que se repetirá a diario. Acuden al centro extractivo, se cambian en el cuarto de aseo, recogen su lámpara y, con normalidad aparente, se dirigen a su puesto de trabajo para, entre el mayor mutismo, proceder a abandonarlo sin realizar labor alguna y sin comentarios o corrillos de ninguna clase. Así mantenían el contacto y, al tiempo, presionaban al trabajador renuente, ya fuera con una mirada admonitoria, ya cortándole el paso o calificándole de esquirol. Al generalizarse este repertorio de señales y gestos, con el que se evitaban los comportamientos que pudieran justificar la intervención de la fuerza pública, el conflicto comenzó a denominarse la huelga del silencio”

Al mismo tiempo que en el interior de las minas se libraba la batalla de un ejército de inconformistas, en su entorno brillaba con luz propia (“Hay una luz en Asturias que ilumina a España entera”, de acuerdo con la versión de Chicho Sánchez Ferlosio) el papel jugado por las mujeres, arte y parte de un conflicto sin cuya participación el éxito y transcendencia de la “huelgona” hubiese sido menor y aquí es necesario visualizar un extraordinario cortometraje dirigido por Amanda Castro (“A golpe de tacón”) que narra la experiencia de las mujeres en su lucha por la defensa y los derechos de los mineros, al frente de las cuales se encontraba la considerada como un mito en la historia de las revueltas mineras como es Anita Sirgo.

Sobre la incidencia de las huelgas de 1962-1963 y su repercusión nacional e internacional, el apoyo interno y externo reflejado en la multitud de manifiestos nacidos de plumas de acá y  de allá de los Pirineos (y no siempre de personalidades de izquierda) podemos hablar y escribir en otra ocasión, si bien los libros inicialmente señalados, bajo la dirección del profesor de historia que mejor conoce esta etapa histórica, Rubén Vega, nos ilustra detalladamente sobre nuestra memoria histórica que el franquismo nos quiso ocultar.

Dos detalles que inciden en la trascendencia de una nueva salida de los cíclopes de las entrañas de la tierra para asaltar el cielo (metáfora alusiva a la revolución de 1934) manifestada a través de los mineros deportados tras las huelgas de los años 62-63 que trasmitieron y recibieron solidaridad obrera en aquellos parajes (fundamentalmente Castilla-León) tierra donde los mineros (Laciana, El Bierzo, Palencia,…) también hicieron historia en aquellos convulsos años.

Pero el mejor epílogo a esta entrañable crónica nos lo ofrece un impagable prólogo a uno de los libros mencionados (“Las huelgas de 1962 en Asturias) a través de un inolvidable escritor como fue Manuel Vázquez Montalbán, en donde escribe cosas insuperables como:

La Asturias del siglo XXI puede cometer el error de autodesconocerse, porque las huelgas ya no son lo que eran y los desarmes industriales y ganaderos se realizan en nombre de algo tan abstracto como la globalización y de algo tan concreto como el mercado. Arrinconada la minería y resituada bajo mínimos la ganadería, Asturias Patria Querida es un himno legal, con un anillo y una fecha por dentro y, sin embargo, gracias a este libro habrá memoria de lo que fue uno de los empeños más emotivos y racionales de la clase obrera española, cuando se la reclamaba como el sujeto histórico de cambio y de hecho lo era, cuando la lucha de clases era la lucha de clases y no la tensión dialéctica entre norte y sur o centro y periferia, quinta planta de El Corte Inglés, gran liquidación, fin de temporada”.

Darío Díaz Álvarez | Presidente de la Fundación Juan Muñiz Zapico


Fuente → nuevatribuna.es

banner distribuidora