85 años del bombardeo de Gernika
Víctor Moreno
Va para 85 años el bombardeo nazi de la villa de Gernika. El día 26 de abril de 1937, la legión Cóndor, acompañada por varios aviones italianos, arrasaron la emblemática villa vizcaína. Murieron alrededor de 1.700 personas. Un noventa por ciento de los edificios quedaron destruidos. La operación la dirigió Wolfram Freiherr von Richtofen, que tenía la consideración de Jefe del Estado Mayor del contingente alemán enviado por Hitler para apoyar al golpista Franco.
Los periodistas Thomas y Max Morgan Witts en El día que murió Guernica (1975) desmontaron por completo todas y cada una de las mentiras que la prensa golpista montó alrededor de esta increíble masacre.
El día anterior Radio Castilla, en la noche del 25 de abril, emitió un comunicado dirigido explícitamente a los habitantes de Gernika con este mensaje: “Vascos, rendíos ahora y salvaréis vuestras vidas. Si resistís hallaréis una muerte segura”. Se trataba de un aviso habitual en este tipo de mensajes realizados a través de las emisoras golpistas y dirigido a una determinada población aún en poder de los republicanos, pero da la casualidad que, al día siguiente de esa amenaza, se cumplió el aviso. Paradójicamente, lo que debió ser un hecho considerado como timbre de gloria -al fin y al cabo, se trataba de rojos separatistas-, desde el principio negaron que tuvieran responsabilidad alguna. Y como ganaron la guerra, durante más de cuarenta años siguieron manteniendo una mentira que cualquier habitante de la villa siempre negó. Una mentira que iría engordando hasta convertirse en una gigantesca bola de hielo que tardaría en derretirse más de cuarenta años. Con Gernika por medio, el franquismo quiso incriminar, no solo a los rojos separatistas, sino al lehendakari Aguirre a quien la prensa adicta a Franco trató de un modo calumnioso.
En el libro citado se habla de que “en los campos de aviación de Burgos y Vitoria se hallaba dispuesta una fuerza formada por 43 bombarderos y cazas” y que “entre todos transportarían unos 50.000 kilogramos de bombas explosivas, ‘shrapnel’ e incendiarias”.
Increíble material de guerra y muy adecuado para derribar tan solo un puente de piedra de 22 metros de largo y 9 de ancho, que ese era el objetivo de aquel despliegue aéreo, clave para avanzar y conquistar Bilbao. Las bombas pesaban entre 10, 50, 250 y 500 kilogramos y las incendiarias entre 1 a 4 kilogramos. Los aparatos más ágiles podían volar a 350 kilómetros por hora con una carga de tonelada y media de explosivos. A la aviación nazi le acompañaba un grupo de aviones italianos que se sumaron a la operación “por no dejarlos al margen”, como dijo el teniente general fascista Juan Vigón Suero-Díaz.
En torno a las las 15:40 del 26 de abril de 1937 comenzó la operación. Entre las 16:30 y las 17:00, las bombas cayeron en el centro de Gernika y en la plaza de la Estación. Y como ya describió un testigo, Juan Silliaco, “volaban por todas partes piernas, brazos, cabezas y cuerpos despedazados”. Espectáculo macabro que se mantuvo así hasta las 19:30.
Al momento, la prensa golpista se puso en funcionamiento para negar que el ejército fascista hubiese tenido algo que ver con dicha masacre. En un principio, sus afirmaciones eran, indirectamente, inculpaciones. Pues venían a decir que el bombardeo estaba más que justificado pues Gernika era un nido de comunistas y de anticlericales y, por tanto, se lo tenían merecido. Pero pronto desecharon dicho juicio implícito, nada más percatarse de que tanto rojos como ateos eran especímenes muy raros en una villa donde el dominio político del PNV confesional católico era absoluto.
Periódicos republicanos españoles, entonces ABC lo era, de EE.UU, Reino Unido y Francia, países que habían mantenido la postura de la neutralidad o de la no intervención en la guerra española y que, ahora, comenzaban a caerse del guindo, al descubrir que Alemania estaba participando en la guerra española, y de qué manera, se cayeron del guindo de la cínica ingenuidad y comenzaron a criticar el genocidio. Pero como dice el refrán, a buenas horas, mangas verdes.
Fue Hitler y su Ministerio de Asuntos Exteriores quien convenció a Franco para que negase en todo momento la autoría fascista del bombardeo. “No debe ser admitida, en ninguna circunstancia, una investigación internacional acerca de Guernica”, declaró Hitler el 15 de mayo dicho genocidio, considerado por distintos analistas como un previo ensayo experimental de la aviación nazi para lo que vendría años después en la II Guerra Mundial.
El dictador Franco no se lo pensó dos veces y sentenció que “Guernica no fue bombardeada por mis fuerzas aéreas. Fue incendiada con gasolina de los propios vascos”. A Franco le informaron muy mal, porque en ese momento en la villa no había ni una gota de gasolina. Lo contó Antonio Arzanegi, panadero del pueblo, y que en el día anterior a ese día aciago de 1937, no pudo llenar el depósito de su coche porque no existía ni un bidón en la villa de tan preciado líquido. Y aún no había aparecido Filek para convertir el agua en gasolina.
Veamos, ahora, cómo tres periódicos golpistas navarros defendieron una de las mayores mentiras que se registra en los anales de la historia.
Me refiero a los periódicos Arriba España, falangista; El Pensamiento Navarro, carlista, y Diario de Navarra, dirigido por Raimundo García García, alias de Garcilaso y de Ameztia, personaje siniestro, mediador de Mola en Navarra, y, en todo momento, defensor de la ocultación de lo sucedido en Gernika con un cinismo y una deontología propia de un mafioso, e iba a decir que muy pocas veces superada por un periódico, pero, visto lo visto en la información relativa la guerra de Ucrania, mejor será callarse.
Prensa navarra al unísono fascista
La prensa golpista de Navarra tuvo conocimiento inmediato del hecho, no en vano mantenían línea directa con el cuartel general de Burgos y todos los partes que este emitió, además de las locuciones radiofónicas hechas a través de la ondas de “Radio Castilla” y lo que llamaron “Radio Nacional”, aparecieron sin falta en sus páginas. La información será en todo momento clónica, uniforme, sin variación alguna. En ellas, las dos afirmaciones rotundas barajadas serán dos y sobre ellas irá engordando la madeja de esta infinita andrómina: la negación de que el Ejército Nacional hubiese bombardeado Gernika y la afirmación contundente de que dicho incendio había sido obra, nada más y nada menos, del lehendakari José Antonio Aguirre, el amigo de los rojos.
A ellas se sumaron las colaboraciones del truculento Queipo de Llano y reportajes de periodistas, nacionales y extranjeros, adictos a la causa golpista, recogidos por la prensa local para justificar su “inocencia” ante el mundo. Pocas veces encontraremos una campaña negacionista tan vilmente orquestada como esta.
Lo más trágico del asunto es que todas las perrerías que escribieron contra aquellos a los que atribuyeron el genocidio de Gernika, la historia se las ha devuelto a sus autores con creces, aunque, estos, nunca aceptaría tal varapalo. Ni siquiera cuando la verdad sobre los hechos ha sido tan aplastante.
El día 26, lunes, fue el bombardeo. Al día siguiente, los periódicos no dijeron ni pío sobre lo sucedido. Hubo que esperar al día 28 para poder leer todas y cada una de las enormidades imaginadas contra los ciudadanos de Gernika y “el ejército rojo separatista” y, ya no digamos, contra el lehendakari José Antonio Aguirre, autores directos de la masacre.
En un artículo titulado ¡Mentiras, Mentiras, Mentiras!, arremetía contra el presidente vasco reproduciendo el contenido de un mensaje de Radio Nacional y que decía: “Guernica destruida por las llamas Ha sido Aguirre el que la ha incendiado. Su gesto histriónico de inculpar al Ejército nacional esta destrucción diabólica es una gran mentira. Aguirre miente como lo que es, como un delincuente común que trae a combatir a Vizcaya a los pobres gudaris a los mineros asturianos, profesionales de la destrucción, la barbarie de honor de los marxistas. Se demostrará ente el mundo que han sido los marxistas al servicio de Aguirre los que han cometido este crimen. Los incendiarios de Irún y de Eibar siguen su obra barbarie”.
Y mentía Aguirre porque “no hay aviación alemana, ni extranjera en la España nacional. Es una aviación española que tiene que luchar constantemente con aparatos rojos que son rusos y franceses y con aviadores extranjeros”.
Al día siguiente, volverá sobre la misma mentira, afirmando con rotundidad: “Ha sido Aguirre el que la ha incendiado”.
El día 30, culminará esta información con la definitiva conquista de la villa: “Ayer fue conquistada Guernica. Es un montón de escombros y entre lo poco salvado figuran el Árbol de los Fueros, la sala de Juntas y la Iglesia Parroquial”.
Por su parte, el periódico de los carlistas en su primera página, insertaba un titular inequívoco:
No contentos con ello, al día siguiente un nuevo epígrafe culparía a las huestes de Aguirre como responsable del crimen cometido en su propia casa.
José Antonio Aguirre, un criminal
Una de las obsesiones que unificó la vesania de los tres periódicos aludidos sería Aguirre, tratado como un pelele y a quien presentarán como el cerebro intelectual del genocidio.
Para Diario, El Pensamiento y Arriba España, el presidente Aguirre era el gran Pinocho de la guerra, imagen de la que no podrán liberarse, incluso, después de su muerte, ocurrida el 22 de marzo de 1960.
El referido artículo de Mentiras, Mentiras, Mentiras, estaba repleto, ciertamente, de mentiras, pero no perpetradas por Aguirre y sus huestes, sino por el periódico de la calle Zapatería, que se mantendrá en ese dique de la burda trola a lo largo de toda su andadura periodísticas, pues que se sepa en ningún momento ha salido a la palestra a presentar disculpas a la villa de Gernika, a sus habitantes y a los descendientes de Aguirre, por tanta injuria y calumnia infligidas a sus personas.
Para dar más visos de verosimilitud a estas falsedades, los periódicos navarros reproducián textos de corresponsales extranjeros. Según Diario de Navarra, el de “Le Jour” donde se aseguraba que “la destrucción de Guernica fue hecha por unos mineros rojos asturianos”. Una acusación que se convertiría en proverbial a lo largo de estos años, ya utilizada en la revolución de Octubre de 1934. De hecho, la destrucción de Cangas de Onís -otro de los grandes embustes del golpismo-, fue culpa de los dinamiteros asturianos.
Por su parte, Diario añadiría que “los nacionales no desean nunca la destrucción, pues luchan precisamente por la riqueza del país y la tradición y destruir una ciudad como Guernica es todo lo contrario de estos ideales”. Leerlo para creer, pues eso fue lo que hicieron en realidad. Destruir la riqueza del país, importándoles muy poco si de paso se llevaban al cementerio miles personas, hombres, mujeres, niños y ancianos.
En esa misma línea de información, el periódico falangista Arriba España repetiría la misma estrategia, diciendo que la prensa “O Sséculo, Le Matin y Le Jour contaban la verdad, porque la sabían”. Los falangistas del sacerdote lunático Fermín Yzurdiaga completarían el cuadro diciendo que “Guernica ha sufrido el temporal apocalíptico de los que al huir -son órdenes precisas de Moscú-, dejan el incendio y la miseria como una estela de locura”. Y refiriéndose a Aguirre dirá: “Aguirre, ¡sigues mintiendo como el más vulgar de los delincuentes, como un quincenario cualquiera! Pero eres un asesino en pie, ridículamente erguido”.
Sigue la cruzada de la mentira
Gernika era demasiado Gernika para dejarla abandonada en la marea envolvente del silencio de la guerra. Su nombre, junto con el de Aguirre, seguiría siendo una y otra vez objeto del comentario de la prensa golpista y siempre, no solo para inculparlo de ser el jefe de la banda de los rojos separatistas, sino “el pirómano de Guernica”.
Los falangistas publicarían un artículo donde imaginaron la llegada de unos periodistas a Gernika para que comprobaran in situ quiénes “habían sido sus verdaderos incendiarios”. Atribuía la autoría de esta “fantasmada” al periódico francés Le Matin, pero, perfectamente, podía habérsela atribuido a Pepito Grillo. En ella sostenía que los periodistas pudieron comprobar directamente que “aquellos sitios donde no se declaró un incendio especialmente las casas construidas en hormigón armado habían sido sin embargo inundados de gasolina” (Arriba España, 4.5.1937).
Y seguro que tenían razón. Solo que había que preguntarse quién había colocado allí la gasolina, cuando era notorio que en la villa no había ni una gota de gasolina.
La gran ofensiva final: destruir la Basílica de Begoña
A finales de mayo, los periódicos navarros, unidos en la misma causa de ruindad informativa, propagarían la sevicia de que los rojos separatistas del mundo, títeres del Komintern soviético judío, iban a destruir la Basílica de Begoña, del mismo modo que ya habían arrasado Gernica, Durango, Amorebieta, Eibar…
Y así decía: “Católicos del mundo. ¡Atención! En Vizcaya se prepara otro sacrilegio. Se intenta destruir la basílica bilbaína de la Virgen de Begoña”.
Así que, “los católicos vascos que engañados forman aun en las filas de los sin Dios y sin patria quedan emplazados para que impidan que el sacrilegio se consume”.
El Pensamiento Navarro para no andarse a la zaga de la noticia, repetiría la misma canción sin variar una coma.
He aquí la noticia publicada el mismo día por los citados periódicos, Pensamiento y Arriba.
Diario de Navarra tampoco perdería comba, pues, además de sentirse muy cómodo en este terreno, en realidad se creía de verdad que el bombardeo de Gernika era justo y necesario y, además, ajustado al derecho internacional. En una situación de guerra, máxime si contra quienes se luchaba eran marxistas, rojos, comunistas, ateos y anticlericales, lo más lógico era aniquilarlos. En el fondo más superficial este era el pensamiento real y verdadero de los golpistas.
Para Diario de Navarra lo que había sucedido en Gernika era “un suceso minúsculo como es el hipotético bombardeo de una pequeña villa y que ha hecho surgir una campaña internacional para presentar a la España nacional como antihumanitaria contraria a los principios de derecho de gentes sirviendo así a la fracción rojo separatista, enseñoreada en la zona roja. La España Nacional rechaza con toda energía tan injuriosas campañas y delata al mundo la turbia maniobra. La ciudad de Oviedo fue materialmente destruida por la aviación y por la artillería roja y el mismo silencio acompañó a su destrucción”.
Sin embargo, Diario argumentaría que existían demasiados argumentos para arruinar la villa de Gernika hasta hacerla desaparecer del mapa de Vizcaya. Y aunque el periódico exponga sus razones mediante un hábil recurso retórico afirmará: “En Guernica ha trabajado durante nueve meses una importante fábrica de municiones y pistolas, no hubiera constituido ningún desafuero que la aviación nacional hubiera tenido a Guernica como objetivo. No faltaba con ello a las leyes de la guerra; no se contrariaba nada el derecho gentes; era un objetivo clásico y militar, con una importancia justificadora de un bombardeo; pero no fue así la destrucción de Guernica”.
Así que estaba más que justificado bombardear un territorio comanche de esa calaña. Pero, hábilmente, Diario le dará vuelta al razonamiento para decir: “El incendio de Guernica, las explosiones que durante un día se sucedieron en la pequeña villa fueron obra de los mismos que Eibar, Irún, Málaga, lucieron sus artes de incendiarios dinamiteros. Sepa el mundo que el caso de Guernica tan torpemente explotado se vuelve contra los gobiernos incendiarios y asesinos que a las órdenes de Rusia persiguen la destrucción sistemática de la riqueza nacional”.
De hecho, “el pueblo vasco que combate en las filas rojas lo hace bajo la amenaza y el terror de los cabecillas vasco comunistas, agentes del Komintern ruso. Los pueblos y caseríos de la zona dominada presentan muestras de la conducta vandálica de las horas rojas, con sus edificios incendiados, puentes y fábricas destruidos y testimonios de sus habitantes. En un cínico y desesperado alarido, el cabecilla vasco (Aguirre) pretende culpar al Ejército Nacional de estos crímenes y únicamente pueden cometerse por quienes se entregaron con los rojos al más bárbaro de los materialismos” ( DN. 16.6.1937).
Como conclusión de esta embestida descriptiva diría que “Guernica fue incendiada premeditadamente, buscando un efecto político ante el mundo”.
Aguirre, siempre Aguirre
En el mes de junio, el periódico Diario de Navarra publicará un artículo sumamente injurioso contra la figura de Aguirre. En él describirá las “cosas” que tenía Aguirre en su casa de Guecho. Se trata de una recopilación de objetos la mar de habituales en un casa y que el periódico ridiculizará de un modo sarcástico. Entre ellos, una ikurriña y una “gloriosa bandera española en la que se entretendrían en clavetearlo de agujas”.
Luego hablará de “una mesa cuajada de vasos de sidra como símbolo de la inspiración euzkadiana, una boina de requeté para disfrazarse de persona decente y escapara en cuanto la viera mal dadas. Todas estas cosas se las han llevado de su casa de Guecho los primeros requetés navarros de la Milicia Nacional, que en ella entraron hace dos días al ocupar nuestras fuerzas el pueblo y ayer se expusieron para regocijo publico en uno de los escaparates del señor Archanco”, de Pamplona.
En tono más sesudo, pero igual de injurioso, el director de Diario de Navarra, escribirá un artículo firmándolo como Ameztia: “Reflexiones: Vizcaya para España”.
Entre otras afirmaciones sostendrá: “Periódicos bilbaínos del13 y 14 de junio que hemos visto, periódicos de uno y otro bando del contubernio, rezumaban inconsciente altanería, embustes absurdos, bravatas inconcebibles en quienes tenían ya contadas las horas”. Sabía de lo que hablaba.
Lo mismo que cuando escribe: “La monstruosa aberración y la maldad han durado hasta el momento mismo en que la turba de dinamiteros e incendiarios que destruyó Guernica, que destruyó Munguía, inició también la destrucción de Bilbao con la voladura de los puentes sobre el Nervión” (Diario de Navarra, 20.6.1937).
Pero vaya, tú, por dónde, “ni fue la Bestia negra del marxismo, ni la serpiente bizkaitarra” quienes bombardearon Gernika ni Durando ni Munguía. Así que, ¿quiénes fueron, en realidad, los que rezumaban embustes a todas horas?
La penúltima jugarreta
Hay que añadir que esta prensa mentirosa y altanera no cejó ni un momento en inventarse cualquier patraña para seguir inculpando a los rojos separatistas de lo sucedido en Gernika.
La penúltima que le atribuyeron a Aguirre y su cuadrilla fue lo que Diario de Navarra llamó “una maniobra y un negocio de los separatistas vascos” (Diario de Navarra, 14.10.1937).
El objetivo del siguiente reportaje pretendía describir la catadura inmoral y criminal de quienes, no solo habían bombardeado Gernika, sino que, para colmo, intentaban hacer negocio con el espectáculo incendiario mediante el acopio de fotografías y rollos de películas que un individuo llamado Agustín Ugartechea había impresionado después del incendio y que, para irritación de los golpistas, se pretendía reproducir por el mundo entero para que este se enterase de lo que había sucedido de verdad, verdad que Diario llamaba “la fábula de la destrucción”.
Involucraba en este “proyecto” al citado Ugartechea y a Manuel Sobrevila, “titulado jefe de Propaganda y Prensa del ridículo -si no fuera criminal- Gobierno de Euskadi”. Los “beneficios del negocio” se los repartirían así: “una mitad para los dos compadres y la otra a beneficio del seráfico y desinteresado señor Irujo, quien, por otra parte, protegería el negocio con su influencia de ministril en el llamado gobierno de Valencia”.
Diario calificaría esta proyección de “infamia bellaquería”, a la que sumó los nombres de “Maurice Toledo, judío y masón” y un “tal Aldecoso (sic), titulado Consejero del Gobierno de Euskadi, triste personaje recientemente ingresado en la Masonería, y otro de la misma calaña moral, un individuo llamado Bravo, asesor jurídico de Obras públicas en la cuadrilla de mangantes y asesinos que desgobernó Vizcaya”.
Diario informaba del viaje de Bravo a Nueva York para poner en marcha “la proyección de esta truculenta, estúpida y falaz película cuyo caudal se repartirían Irujo y su cuadrilla”.
Cabe sospechar que, en efecto, tanto Manuel Irujo como el resto de compinches se hicieron millonarios con este proyecto cinematográfico.
Fuente → rebelion.org
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