En 1980, una pandilla de franquistas asesinó en la Gran Vía madrileña, al cenetista de 21 años Jorge Caballero Sánchez.

En 1980, una pandilla de franquistas asesinó en la Gran Vía madrileña, al cenetista de 21 años Jorge Caballero Sánchez. Otro crimen impune.

A las 22,20 del 28 de marzo de 1980, Jorge Caballero Sánchez y su novia salían del cine Azul. Jorge llevaba una insignia con la A dentro de un círculo, el símbolo anarquista, estaba afiliado al sindicato CNT de la construcción de Madrid. Se detuvieron al borde de la acera, esperaban un taxi para volver a casa. Pero un grupo de jóvenes franquistas había salido de caza. Eran José Juan Llobregat Ferré, “el loco”, armado con un machete; provistos de palos iban José María Vargas Villaba “el jerezano” y el jefe de la organización ultraderechista fuerza joven José Miguel Gómez Gonzalez “el masa”; y varios más con bates de béisbol y navajas.

El grupo advirtió la insignia anarquista y comenzaron a insultar e increpar a Jorge, quien no respondió en ningún momento a los vituperios. Los fascistas rodearon al joven cenetista, y en un estado frenético y de superioridad numérica, pasaron de los insultos a la violencia, le golpearon en la cara hasta que cayó al suelo, donde le patearon los costados y la cabeza. Cuando Jorge trató de ponerse en pie, Llobregat hundió su machete hasta la empuñadura en el pecho de Jorge, atravesándole el hígado y parte del pulmón derecho. Jorge Caballero Sánchez tardó 15 días agónicos en morir en el hospital.

La policía detuvo a 9 de ellos, pero no a Llobregat, que se encontraba en paradero desconocido. Juan Miguel Gómez González, declaró posteriormente que la fuga de Llobregat fue organizada por Ricardo Alba, subjefe nacional de fuerza nueva, quien consiguió los billetes de avión para la huida del asesino. El juez procesó a Llobregat, a Gómez González, a Fernando Saliquet de la Torre y a José María Vargas Villalba. Con posterioridad incluyó a Felipe Queipo Zimmermann. También estaban implicados en el asesinato Antonio Pagazartundía Irache, Pascual García Porras y los hermanos Miguel Ángel y Javier Fernando Masía Linaza.

Llobregat fue declarado en rebeldía y los otros 2 implicados fueron puestos en libertad provisional a los 2 meses, tras depositar sendas fianzas de sólo 25.000 pesetas, que fueron abonadas por fuerza nueva. Ese mismo tribunal exigió 3.400.000 pesetas para ser depositadas en el plazo de 2 semanas, a los partidos de izquierda y sindicatos como CNT, CC OO y UGT, para personarse como acusación popular, por lo que no pudieron hacerlo. “Eso fue una muestra evidente del poco interés que tenían para que la acción prosperase”, recuerda la letrada María Ángeles López, que encabezó la acusación. “La cantidad que impuso el juez en el caso de los estudiantes muertos por la policía en Embajadores, que fue sólo de mil pesetas”.

Cuando el expediente se trasladó a la Audiencia Provincial, se dilató enormemente la tramitación del caso, y al final se levantó el procesamiento de Queipo y Saliquet, miembros de familias militares. Las responsabilidades se cargaron sobre el fugado Llobregat, “el Masa” y “el Jerezano”. Sus abogados eran los hermanos Muñoz Perca, uno de ellos, Antonio, yerno de Blas Pinar, era también defensor de los asesinos de Yolanda González. En 2001 Vargas Villalba declaró que “Los policías nos apoyaban, tenían gran simpatía hacia nosotros, la guardia civil me quitó las esposas e incluso me invitaron a vino. Más de una vez, en nuestras correrías nos ha acompañado algún guardia civil joven. Algunos de ellos venían bastante por la sede de fuerza nueva”.

“El auto estaba dirigido y redactado para responsabilizar única y exclusivamente a la persona ausente, como era habitual en casos como éste”, señala Ángeles López. “No se hablaba de asesinato, sino de homicidio, que es un grado inferior. De los careos se deduce que Jorge fue objeto de un ataque colectivo con palos de kárate, porras, machetes de monte y otros medios naturales, cuando no esperaba ni sospechaba agresión alguna”. Interpol Austria comunicó en 2 ocasiones con la policía española pidiendo instrucciones porque habían localizado allí a Llobregat. En ambos casos se dejó correr el tiempo sin contestar ni avisar a la acusación privada. Los 2 únicos cómplices del asesinato procesados fueron condenados a pagar una multa de 50.000 pesetas, “por desórdenes públicos”. En el texto de la sentencia, dictada en 1987, el juez ni siquiera menciona la condición de ultraderechistas de los acusados.

José Juan Llobregat Ferre (alias Pepe el loco), huyo a Venezuela después del crimen; allá fue preso por intento de asesinato, apuñaló a un cocinero en un restaurante. Contaba su crimen en Madrid burlándose despectivamente de Jorge, sin arrepentimiento. Decía que había gozado cargándose a un rojo y que se moría de la risa cada vez que recordaba la cara de espanto y de miedo que tenia su infeliz víctima. Su crimen ha quedado impune. “Fue todo una vergüenza. Una auténtica burla para la familia”, indica Eugenia Caballero, hermana de la víctima.

Documentos: La Voz de la República. Sindicalismo. La Haine, (La sombra de Franco en la Transición de Alfredo Grimaldos)


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