Victoria Kent habla por radio exaltando la labor de las mujeres en la obra de redención del niño español

Victoria Kent habla por radio exaltando la labor de las mujeres en la obra de redención del niño español (discurso del 11 de agosto de 1936)

Tienen que ser mis primeras palabras de agradecimiento a todas las mujeres, que de manera tan generosa han respondido al llamamiento que desde hace quince días hice desde este mismo sitio. En una proporción conmovedora—no digo inesperada, porque conociendo la psicología de nuestro país no puede sorprender ninguna generosidad, por magnifica que ésta sea—, en una proporción conmovedora, repito, han acudido las mujeres a poner al servicio de los niños sin padres y de los abandonados su tiempo, su esfuerzo y su ternura. A estas horas, y en quince días no más, sobran hospitales, sobran refugios para niños, sobran familias que de una manera apremiante e insistente piden niños desvalidos que amparar. Todos han rivalizado en entusiasmo, en espíritu de sacrificio, en adhesión a los Poderes legalmente constituidos. Pero el ejemplo de la mujer es, digámoslo otra vez, conmovedor.

No creáis, españoles que me escucháis en este momento, que la mujer ha ofrecido su ayuda en aquellas faenas cómodas o fáciles. En estos momentos no hay faena fácil ni misión cómoda. Todos los puestos son de grandes sacrificios.

Pero os asombraríais contemplando a la mujer en la casa-cuna, en los refugios infantiles, en talleres improvisados por la confección de ropas, en los comedores de adultos, en los hospitales, en los puestos de socorro, en las avanzadas y en las avanzadillas. Lo mismo ha cogido el fusil que ha enjugado las lágrimas a un pequeño abandonado; lo mismo se ha metido en la nave silenciosa de un hospital que ha ido al frente para atender las necesidades de los bravos hombres que luchan por la libertad y por la justicia.

La mujer hoy ha operado el milagro que necesitaba España y que, en otro tiempo, hace mucho tiempo, habría sido fácil, pero que hoy en estos momentos parecía inoperable, impracticable. La mujer hoy, ante la lucha en campo abierto de los hombres, ha operado el milagro de recoger y cobijar el vagabundeo infantil, de amparar la miseria infantil y darles calor de hogar a aquellos niños que no lo tenían.

Soy mujer de realidades y a ellas me ciño siempre. Hemos recogido pequeñuelos que nunca, oídlo bien, mujeres españolas, que nunca se habían acostado en una cama, ni aun en un colchón, y llorando por la miseria sufrida pedían no volver más a su choza con sus padres.

Esto no puede continuar en España. Esto ha terminado en España. Y ha terminado porque las mujeres quieren que termine. Porque las mujeres han hecho el milagro, repito, de que, en España, en las provincias fieles al Poder constituido, haya terminado la miseria infantil.

El Estado estuvo siempre tras la solución del problema. El Estado se encuentra hoy con el problema resuelto por la ayuda generosa del pueblo, por la aportación de la mujer. La asistencia social tiene cubierta una de sus obligaciones más importantes. También interesa señalar que, a mi juicio, esta no es la fórmula definitiva de la solución del problema. No, no. Todas las entidades que funcionan hoy es necesario que estén bajo un mismo control, y todas las mujeres que prestan su ayuda de manera incondicional deben hacerse a la idea de que su ayuda es precisa de una manera permanente.

No es esta obra hija de un momento. La necesidad es permanente. Más imperiosa en estas horas; pero absolutamente necesaria si de veras queremos una España trabajadora y culta. No forméis, mujeres españolas, no forméis ejércitos de niños; no forméis infancia belicosa. Contribuid a formar una España limpia de corazón. El odio despertado por los enemigos de España, dejad que lo consuma esta generación, que lo entierre esta generación, A los niños inculcadles la generosidad del trabajo, la obligación de levantar una España nueva bajo un ideal común. La fortaleza de corazón necesaria para los sacrificios que exige y que exigirá España y el amor a una España que ellos mismos han de crear, que será obra de sus propias manos. Volverán nuestros milicianos de todos los frentes. Se cerrarán los hospitales. Pondremos manos a la obra de ordenación de España, y entonces nuestra ayuda será más necesaria aún que hoy: necesitaremos recoger a esos niños que quedaron sin padre para siempre, necesitaremos impedir la miseria en los hogares proletarios, necesitaremos rehacer los hogares desechos por la lucha, necesitaremos poner a España en pie, después de su convalecencia, hasta que camine con paso firme y seguro.

Nadie puede ayudar en esta labor como nosotras. Pero seguid prestando toda vuestra ayuda sin límites, como hasta aquí. Seguid recaudando para estos pequeños; seguid acompañándolos con vuestro esfuerzo y con vuestro corazón; desterremos la miseria de su lado y pongámoslos en contacto con la escuela, con las fábricas, con el taller, con el campo. Esta es la obra que hemos de hacer por las generaciones futuras y por España. Mujeres españolas:

Seguid dando el magnífico ejemplo de vuestro sacrificio. Con ello no hacemos más que seguir el ejemplo de nuestros hombres. Con ello damos un ejemplo sin precedentes al Mundo, dejando imperecederas enseñanzas a los que nos han de seguir en esta obra sublime de levantar nuestra España.

-Discurso radiofónico de 11 de agosto de 1936 publicado en el diario «La Voz».


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