Un siglo de luchas y resistencia comunista en España

Un siglo de luchas y resistencia comunista en España / Enric Llopis

El PCE apunta, en la nota informativa, la alternativa a la tensión militar promovida por Rusia, Estados Unidos y la OTAN: la defensa de una Seguridad Continental Integrada (Carta de París de la OSCE, noviembre 1990).

En otro comunicado, del 7 de marzo, el PCE denunció la detención del secretario general de la Unión de la Juventud Comunista Leninista de Ucrania (organización juvenil del Partido Comunista de Ucrania), Mikhail Kononovich, por la acusación oficial de “espionaje”; desde julio de 2015 las dos organizaciones permanecen ilegalizadas.

Son dos referencias recientes, sustentadas en Un siglo de comunismo en España. Historia de una lucha, título del libro colectivo coordinado por el historiador Francisco Erice, publicado en 2021 por Akal en colaboración con la Fundación de Investigaciones Marxistas (FIM). El PCE vio la luz el 14 de noviembre de 2021, como consecuencia de la unión entre el Partido Comunista Español y el Partido Comunista Obrero Español.

Entre los antecedentes, el III Congreso Extraordinario del PSOE –celebrado en abril de 1921-, y la ruptura entre los partidarios de adherirse a la III Internacional Comunista (Komintern) y quienes se situaban en opciones más moderadas. Erice se remite, en la introducción, a los Diez días que conmovieron al mundo, crónica del periodista estadounidense John Reed sobre la Revolución de Octubre de 1917 en Rusia.

El Partido fue declarado ilegal durante la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930): sufrió detenciones –incluida la dirección- y el cierre de sedes. El catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Barcelona, José Luis Martín Ramos, recuerda las manifestaciones –“muy minoritarias”- con las que el 14 de abril de 1931 el PCE se opuso -en un principio- a la “república burguesa”.

Sin embargo, los cambios introducidos por la II República. “beneficiaban objetivamente al PCE, como al resto de organizaciones populares”; de ahí, añade Martín Ramos, “el ajuste de la propia política comunista a la nueva realidad”. La Federación Andaluza se convirtió en la más significativa, en número de votos y militancia. Y el Partido pasó de obtener 58.000 sufragios en las elecciones a las Cortes Constituyentes (junio de 1931) a 167.670 en las de noviembre de 1933, en las que obtuvo su primer diputado, Cayetano Bolívar.

José Díaz ejerció como secretario general del PCE durante una década, entre 1932 y 1942. Durante 1936 se dispararon las afiliaciones al partido comunista; “El PCE fue la clave del proceso de construcción del Frente Popular, como lo había sido en Francia el PCF”, subraya Martín Ramos; “(el partido comunista) destacó en la defensa del pequeño propietario junto a la del jornalero y en la inclusión del rescate de comunales (en el programa frentepopulista)”, añade el investigador.

Tras el golpe de Estado fascista y el inicio de la guerra en julio de 1936, el primer Gobierno de Largo Caballero (PSOE) contó con dos ministros comunistas: Jesús Hernández (Instrucción Pública y Bellas Artes); y Vicente Uribe (Agricultura); se constituyó el Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC) y, en el frente, el Partido se significó en episodios como la defensa de Madrid (“No pasarán”, proclamó en un discurso Dolores Ibárruri).

A finales de 1937 el PCE alcanzó los 340.000 afiliados, destaca el historiador Fernando Hernández Sánchez en el libro de Akal. A ello contribuyeron factores como la “epopeya” de la resistencia en la capital; el Quinto Regimiento y el Ejército Popular; la llegada a España del armamento de la URSS y de los brigadistas internacionales; la “reconstrucción del Estado republicano”; “la reconducción del proceso revolucionario”, así como el “debilitamiento” de otras fuerzas de izquierda.

Finalizada la guerra, en los años 40, una de las vías de oposición a la dictadura fue el maquis; el movimiento guerrillero promovió ataques e invasiones como el del Valle de Arán (Operación “Reconquista de España”, en octubre de 1944, que fue derrotada).

Por otra parte, Hernández Sánchez detalla las consecuencias de las infiltraciones policiales en la militancia comunista, por ejemplo la del policía Roberto Conesa, que provocó la gran “caída” de 1946-1947; además de 2.000 detenciones, “se ejecutaron 46 penas de muerte y se impusieron penas de cárcel por un montante de 1.744 años”.

Desde junio de 1956 el PCE promovió la política de “Reconciliación Nacional” (en febrero se produjeron en Madrid movilizaciones de estudiantes universitarios contra la dictadura); entre los objetivos principales de la declaración reconciliatoria, se incluye una “amplia amnistía” para los presos y el retorno de los exiliados; la supresión de la censura para la prensa, el cine y el teatro; y el funcionamiento democrático de los sindicatos.

Santiago Carrillo fue designado secretario general del PCE en 1960, en el VI Congreso del Partido celebrado Praga (sustituyó en el cargo a Pasionaria). Dos años después, los comunistas apoyaron una larga huelga en la minería asturiana (“Asturias sí, Franco no”), a la que la dictadura respondió con arrestos, torturas y deportaciones (los obreros lograron algunas mejoras).

Pasaron décadas de “tenaz y dilatada lucha por el restablecimiento de la democracia; (el PCE) se convirtió en el ‘partido del antifranquismo”, apunta la presentación de Akal. Ejemplo de esta resistencia en la clandestinidad y la represión de la dictadura fue el fusilamiento, en un cuartel de Madrid, el 20 de abril de 1963, de Julián Grimau, después de ser detenido, torturado y sometido a un Consejo de Guerra.

Además, “la actitud del PCE ante las movilizaciones estudiantiles (durante los cursos 1963-1964 y 1964-1965) se caracterizó por un claro entusiasmo”, escribe Francisco Erice; pero “las mayores expectativas se cifraban en el ámbito obrero, con la difusión y estabilización de las comisiones más allá del marco de la empresa”. Sectores como el metalúrgico en Madrid, hacían visible este “naciente” movimiento obrero de masas, entre 1964 y 1966.

Carme Molinero y Pere Ysàs, catedráticos en la Universidad Autónoma de Barcelona, subrayan que el Pacto para la Libertad fue una de las propuestas medulares del PCE en 1970 (unos meses antes, la dictadura había declarado el estado de excepción en todo el territorio español: los militantes del PSUC estuvieron entre los más afectados por las detenciones). En septiembre de 1975, la Segunda Conferencia del PCE aprobó el Manifiesto Programa que desarrollaba la propuesta de “vía democrática al socialismo”.

Junto a otras formaciones de la oposición al franquismo, el PCE participó –entre 1974 y 1976- en la Junta Democrática, que se fusionó con la Plataforma de Convergencia Democrática de la que formaba parte el PSOE; de la fusión entre ambas estructuras surgió –en marzo de 1976- la denominada platajunta. Constituyeron hitos de la Transición el asesinato de los abogados laboralistas –de Comisiones Obreras y el PCE- en la calle Atocha de Madrid (enero de 1977); tras el crimen, perpetrado por un grupo ultraderechista, siguió un entierro multitudinario y huelgas de solidaridad, que culminaron en la legalización del Partido en abril.

Sobre la historia del Partido en la Transición, incluida la ideología eurocomunista y la crisis de 1981, entre otros aspectos, versa el artículo del historiador y docente Juan Andrade (es autor –con Julio Anguita- del libro Atraco a la memoria. Un recorrido histórico por la vida política de Julio Anguita, editado por Akal en 2015); cuestiones como la influencia en el PCE de la Perestroika, tras el acceso de Gorbachov a la Secretaría General del PCUS, en 1985, son abordadas por Emanuele Treglia.

El volumen de Akal y la FIM incluye otras aportaciones, que llegan hasta el presente; en concreto, Después del diluvio. La estrategia de reconstrucción del comunismo español, de 1996 a 2021, de Eduardo Sánchez Iglesias y Jaime Aja Valle.


Fuente → rebelion.org

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