
Daniel Fernádez Abella
De la extensión de Rusia, de sus tiernas ventanas, con los brazos abiertos y extendidos de un pueblo que siempre estuvo allí salió una voz profunda de máquinas y manos a aquellos que tanto sufrieron y fueron olvidados, aquellos que todo lo habían perdido y fueron denostados: Rusia y su pueblo los acogieron como al hijo pródigo, como a un hermano.
Dos patrias llevaron desde entonces consigo: aquella añorada y pérdida, siempre recordada y aquella que les acogió sin rechistar, las dos en el corazón, las dos en llamas de amor una siempre en la memoria, recuerdos tristes y dolorosos de lo que se perdió la otra, tierra que pisaban al andar, tierra de los soviets, tierra de acogida frente a la abandonada.
Esperadme porque volveré. Esperad cuando os invada la pena, mientras la lluvia cae y la nieve cubre los caminos. Esperadme cuando los vientos barran la nieve y los amigos se sienten junto al fuego para brindar por mi persona, recuerdos tristes, canciones sin gloria. Cuando creáis que ya no existo, ¡Nunca olvidéis! recordad a viandantes sucios y olvidados, lo mejor de España, garabatos en la historia actual y en la memoria. Nunca entenderán que en medio de la muerte, vosotros, Rusia, soviéticos, con vuestra espera, nos salvasteis de tan cruel destino.
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