“La violación a mujeres fue un elemento de tortura del régimen franquista”

Isabel Ruiz Ruiz, ilustradora y escritora feminista

“La violación a mujeres fue un elemento de tortura del régimen franquista” /

La dictadura de Francisco Franco sigue presente, aunque no se vea. Se cuela por rendijas tan invisibles como la desmemoria y ahora también en forma de escaño de la ultraderecha. Por eso se hace más necesario que nunca nombrarla porque al ponerle palabras cuenta episodios vergonzosos que nunca debieron suceder. Uno de ellos es el encarcelamiento de mujeres. Eso es justamente lo que hace Isabel Ruiz Ruiz con su última novela ilustrada. Traerla al presente para hacer memoria histórica feminista. “Es urgente hacer una revisión de la historia con una perspectiva feminista. Incluir a la mujer dentro del relato universal de los distintos acontecimientos históricos y analizar la influencia que tuvieron los mismos en la vida de las mujeres. Dentro se suma a la literatura histórica y de ficción que trata de incorporar a la memoria la resistencia de las mujeres contra el régimen franquista”, explica.

Y es que esta reconocida licenciada en Bellas Artes y diplomada en dirección de fotografía, ha nombrado el pasado machista como mejor sabe hacer. Con paginas llenas de ilustraciones en blanco y negro que transpiran la dignidad de las mujeres que el régimen franquista quiso reprimir durante cuarenta años y que no consiguió aniquilar. “Miles de personas fueron ejecutadas y un número incalculable sufrió penas de cárcel sin juicio previo. Las cárceles de mujeres se convirtieron en almacenes de presas, donde las condiciones extremas de hacinamiento, las torturas, el hambre y la privación de derechos provocaron situaciones terribles que la historia tiende a borrar. Violaciones, torturas, aislamientos, asesinatos, explotación hasta límites de esclavitud, robos de niños y niñas… el franquismo castigó sin cesar a las vencidas. No soy capaz de imaginar ninguna atrocidad que no se llevara a cabo durante este periodo de terror”, destaca.

  • El inicio de todo: Tomasa Cuevas

El último trabajo de esta enorme ilustradora no llega de repente. Lo ha parido tras un proceso que empezó a gestar hace seis años momento cuando comenzó a divulgar -a través de la ilustración- las historias de mujeres que con trabajo y su lucha han contribuido a hacer avanzar nuestra sociedad. “A lo largo de estos años de investigación he conocido numerosas españolas que lucharon contra el fascismo y que acabaron en prisión. Una de estas mujeres fue Tomasa Cuevas, militante del partido comunista que estuvo presa en distintas cárceles de España y que, una vez libre, decidió recorrer el país y recoger los testimonios de compañeras con las que compartió prisión”, recalca. 

La autora se fascinó tanto con su ejemplo que los dos últimos años los ha pasado investigando, profundizando y conociendo otros testimonios que se sumaron a los recogidos por Tomasa. “La intención del libro es ofrecer una radiografía del mundo carcelario de las presas del franquismo, no retratar una única prisión, ni una única protagonista sino tratar de sintetizar las vivencias de todas ellas eliminando lo anecdótico y buscando los rasgos comunes de sus experiencias desde el compromiso con la memoria y como homenaje a unas mujeres injustamente olvidadas”.

  • ¿Dibujar la opresión es dibujar también la esperanza?

La novela relata el dolor y la miseria con las que estas presas vivieron su día a día, pero también nos habla de la solidaridad, la esperanza y la dignidad a la que se agarraron para sobrevivir durante esos terribles años. Para mí era muy importante no quedarme solo en la oscuridad de estas vivencias sino mostrar la luz que se abre en los momentos más difíciles, ilustrar la unión de las mujeres, su organización, su generosidad, su entrega y su lucha por mantener la dignidad en las condiciones más denigrantes. 

De forma natural, se agruparon en familias, formaron grupos compuestos por cuatro o cinco mujeres que reunían a las que recibían paquetes de sus familiares y a las que no. De manera que compartían lo poco que recibían entre todas. Y no solo compartieron comida sino conocimiento. Las reclusas que eran maestras se organizaron para enseñar a otras mujeres a escribir y a leer. Y cuando una mujer aprendía pasaba a enseñar a otras mujeres. Se creaba así una red de conocimiento y solidaridad que crecía día a día. Se aparcaron las diferencias ideológicas que siempre laten en las izquierdas para luchar juntas contra las adversidades.

  • ¿La cárcel fue el principio del fin para todas ellas o fue el continuum de una lucha por la justicia y los derechos humanos?

Es importante destacar que las mujeres continuaron luchando desde dentro de las cárceles. El tiempo entre rejas no fue un paréntesis, sino que supuso una existencia real llena de vivencias. Un microcosmos donde la resistencia, la solidaridad y las convicciones éticas lanzaron un mensaje que debe perdurar más allá de nuestros días. Y su lucha continuó fuera de las cárceles y ha llegado hasta nuestros días. 

  • Las violaciones estaban a la orden del día: antes de entrar en la cárcel o ya estando allí ¿Cómo se las elegía?

Durante la guerra, el abuso sistemático de la mujer como manifestación de poder fue habitual. Numerosas mujeres, entre ellas ancianas y niñas, fueron violadas y vejadas por las tropas sublevadas en el transcurso de la contienda. Pero las violaciones no acabaron con la guerra, prosiguieron tras los muros de las comisarias, en los interrogatorios, y constituyeron otro procedimiento de tortura. Estos abusos no concluían cuando la prisionera ingresaba en la cárcel: si la presa era llamada a diligencias, para volver a ser interrogada, la tortura comenzaba de nuevo. Las violaciones no solo se llevaron a cabo en las salas de interrogatorio, entre los guardias existía la costumbre de seleccionar y sacar del recinto carcelario a reclusas de su gusto para violarlas durante días hasta que se cansaban y las devolvían a prisión.

  • ¿Las embarazadas que sabían cuál era su final y el de sus criaturas era un dolor mayor?

Las condenadas a muerte que estaban embarazadas, a veces como consecuencia de las violaciones llevadas a cabo en los interrogatorios, permanecían en prisión hasta dar a luz, momento en el que eran fusiladas. Unas veces, se respetaban los meses de lactancia, y otras, su ejecución se realizaba de forma inmediata. No puedo ni imaginarme el dolor de estas mujeres, que no solo sabían que iban a morir, sino que lo hacían con la incertidumbre del destino que correría su bebé. 

Si la fusilada tenía familia, el bebé debía pasar a manos de esta, pero era frecuente que, cuando los familiares acudían a reclamar al recién nacido, no recibiesen información sobre el mismo y terminaran marchándose con las manos vacías. El robo de bebés era una práctica generalizada. Estos niños y niñas eran acogidos por familias afines al régimen o bien eran entregados al Auxilio Social o a instituciones religiosas. De una forma o de otra, el sistema de represión franquista se encargaría de que no conocieran su verdadero origen y crecieran en la ideología de esa “nueva España” que rechazaba los ideales por los que sus madres dieron la vida.

  • El relato visual de cadáveres amontonados de los niños y niñas, era un mensaje de control, humillación y vejación. ¿La psicopatía del régimen no podía ser más brutal?

El episodio de los niños y niñas en prisión es sin duda uno de los más aterradores. Las presas que ya eran madres podían ingresar en prisión junto con sus hijos menores de tres años y estos soportaban las mismas condiciones inhumanas que padecían ellas. La escasez de agua, y por tanto la falta de higiene, unida al hacinamiento al que se vieron sometidos, provocó que las enfermedades se extendiesen con facilidad y acabasen con la vida de los más frágiles. Los testimonios de las supervivientes cuentan que, en el periodo inicial, en la cárcel de Ventas, la mortalidad infantil alcanzó tal volumen que los cadáveres se amontonaban en salas donde las madres hacían guardia para que no fueran devorados por las ratas. 

  • Cuando muchas de ellas logaron salir fuera vivieron en otra prisión no solo porque la vida siguió sin ellas sino porque fueron estigmatizadas hasta el punto de exiliarse. ¿Ese otro dolor cómo lo aceptaron?  

Es difícil ponerse en la piel de estas mujeres. Para ninguna fue fácil la existencia fuera de los muros, estigmatizadas por sus ideas fueron rechazadas por la sociedad y encontraron grandes dificultades para trabajar por lo que, muchas de ellas, se vieron abocadas a la pobreza. Lo que deduzco de la lectura de sus testimonios es que tuvieron tres formas de adaptarse a esta nueva realidad. Algunas se resignaron y trataron de sobrevivir pasando desapercibidas para proteger su vida y las de sus seres queridos. La persecución y el aislamiento hizo de otras se vieran obligadas a exiliarse. Pero muchas continuaron su lucha fuera de los muros, se organizaron para ayudar a las personas que continuaban en prisión, trabajaron en la clandestinidad y lucharon por sus ideas hasta el fin de la dictadura y más allá de ella.

  • ¿Crees que el “Pacto del Olvido” y el blanco y negro de la historia misógina de las reas sigue estando vigente en la España de color?

Nuestra educación se cimenta sobre cuarenta años de dictadura franquista, generaciones enteras de mujeres crecieron bajo la opresión del régimen y fueron educadas para ser madres y esposas. La vida de la mujer durante el franquismo estuvo marcada por la represión y el encierro, dentro y fuera de los muros de las cárceles. El adoctrinamiento que sufrieron por parte de la iglesia y del estado dejó una huella en la educación de las generaciones posteriores con la que a día de hoy seguimos conviviendo.

  • Después de este trabajo vienen dos más. ¿Cuál es el fin de esta trilogía?

Esta trilogía narra la vida de las mujeres vencidas durante la dictadura franquista. Se compone de tres volúmenes: Dentro, la vida en las cárceles. El segundo es Fuera, la vida fuera de ellas, que no en libertad, y el último se titula Lejos, la vida en el exilio. Su finalidad no es otra que la de conocer el periodo de la cruel dictadura franquista para así, entender sus consecuencias en la vida de la mujer.  Por mucho que suene a cliché no podemos olvidar que sin memoria estamos condenados a repetir la historia. Quizás ahora que están surgiendo más movimientos negacionistas sea más necesario que nunca este trabajo.

Nuria Coronado Sopeña es periodista, conferenciante y formadora en comunicación no sexista. Además es autora de Mujeres de Frente y Hombres por la Igualdad (Editorial LoQueNoExiste); Comunicar en Igualdad (ICI), documentalista de Amelia, historia de una lucha (Serendipia) y Premio Atenea 2021 @NuriaCSopena


Fuente → lahoradigital.com

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