El «pecado mortal» de Yosi Campos, republicana de Cádiz

El «pecado mortal» de Yosi Campos, republicana de Cádiz / Manuel Almisas Albéndiz

El caso de Yosi Campos (Josefina Campos Morilla) es totalmente insólito. Increíble también. Y no digamos indignante. Nunca podría esperarse que una mujer que fue escritora reconocida y valorada, la primera conferenciante femenina en la Sección de Literatura del Ateneo de Cádiz, articulista en el periódico de mayor tirada de la provincia -como era el Diario de Cádiz-, y en otros medios gaditanos, la republicana más prestigiosa de la ciudad desde los tiempos del final de la monarquía de Alfonso XIII, o la candidata oficial a presidir la Academia de Bellas Artes tras la dimisión del monárquico José María Pemán en junio de 1931, por no añadir más méritos, cayera en el más absoluto y triste de los olvidos tras las elecciones generales de noviembre de 1933. Fue un duro castigo para quien, según el veterano maestro de periodistas gaditanos, Manuel Rueda Calvo, era comparable con Manuel de Falla como personaje de altísima talla cultural, o si nos limitamos al aspecto literario, según el periodista Francisco Hevia Genís (Franch), era «la mejor pluma y la más valiente de cuantas escriben cuartillas en esta tierra gaditana, que fue cuna de libertades».

¿Qué hizo Yosi Campos para merecer ese terrible menosprecio, ese infinito desdén, término que utilizaba Clara Campoamor para el vacío que generaban los dirigentes republicanos alrededor de las mujeres? Clara Campoamor sabía muy bien de lo que hablaba al referirse con ese término a lo que sintió tantas veces en primera persona. Fue ella precisamente la que escribiría en 1935 «El voto femenino y yo. Mi pecado mortal», refiriéndose al enorme precio que tuvo que pagar por defender con uñas y dientes el voto femenino en las Cortes Constituyentes de 1931, a pesar de la postura mayoritaria de su propio partido, el Partido Republicano Radical de Alejandro Lerroux, y de otras formaciones como la Alianza Republicana de Azaña; a pesar de los «pasteles y jaleos» de sus correligionarios que denunciaba en diciembre de 1933 cuando salió dando un portazo de una reunión de diputados radicales en la que se quería acordar que en las elecciones parciales a Cortes de enero de 1933 no pudiesen votar todavía las mujeres. Anunció a la prensa que se daba de baja del partido radical de Lerroux, amenaza que, por no prosperar las intenciones de retrasar el voto femenino, no cumplió todavía.

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Yosi Campos fue la organizadora y primera presidenta de la Unión Republicana Femenina de Cádiz, comenzando su campaña propagandística en la prensa el 11 de enero de 1933. Después de una constante presencia en el Diario de Cádiz, realizando continuos llamamientos a las mujeres a la organización para la defensa de los valores republicanos, de sus nuevos derechos ciudadanos, de la protección infantil y para renovar los anhelos pacifistas femeninos, el 18 de marzo de ese mismo año tuvo lugar la Asamblea constitutiva del colectivo, eligiéndose la primera junta directiva. La propia Yosi Campos le escribía un telegrama a Clara Campoamor, la presidenta y líder indiscutible de la Agrupación de Madrid, anunciándole la constitución del nuevo grupo: «Clara Campoamor, presidenta de Unión Republicana Femenina.- Madrid. Constituido grupo Unión Republicana Femenina en Cádiz, elegido Comité directivo, cumplo acuerdo adoptado expresándole nuestra simpatía y adhesión.- Campos, presidenta».

La Unión Republicana Femenina era una organización política de ámbito estatal, pero no partidista, donde militaban mujeres de todos los matices o tendencias republicanas e incluso mujeres socialistas; por eso, en las elecciones generales de noviembre de 1933, las primeras donde las mujeres estaban llamadas a las urnas sin restricciones de ningún tipo, el colectivo se volcó en una campaña genérica, apoyando a cualquier formación republicana pero con una condición: que llevaran a mujeres en las listas de candidatos. Yosi Campos intentó por todos los medios que en Cádiz la coalición de izquierdas -con socialistas y radicalsocialistas-, el Partido Radical o cualquiera de las otras tendencias minoritarias, llevaran a alguna mujer en las listas, e incluso se ofrecía ella misma si era necesario, pero no lo consiguió. Solo el «Frente Único Revolucionario» de los comunistas, con el médico portuense Daniel Ortega Martínez a la cabeza, incorporó a varios obreros independientes, entre los que se encontraba la cigarrera Micaela de Castro Bedoya, pero para Yosi Campos esta candidatura extremista no la considerada republicana, y no contaba. Así que tomó una decisión: presentarse como candidata republicana independiente.

Clara Campoamor ya lo había advertido días antes: si el desdén de los republicanos las marginaba y solo contaba con las mujeres como electoras, y no como elegibles, tal como recogía la Constitución republicana, podrían cambiar de opinión y considerar otra estrategia electoral. En ninguna otra ciudad se llegó tan lejos a pesar de la advertencia. No hubo mujeres republicanas en casi ninguna lista de candidatos, y la Unión Republicana Femenina se conformó con apoyar a los partidos republicanos en general. Pero en Cádiz, no. Yosi Campos, no. Su postura fue única, y su protesta inútil a la postre.

No le importó que su voz, como otras tantas veces, fuera «la única discordante en el coro de aduladores rendidos a la tiranía de los mangoneadores de turno», y por eso, entre tantas protestas de sus correligionarios que la aislaron dolorosamente, emprendió la campaña «serena y alegremente, sin miedo a enconos que no me asustan, ni a burlas que no me rozan». Ella misma ya preveía que su postura, aislada de los partidos republicanos, aunque ilusionante, no dejaba de ser una aventura que debía «agradecer a la inconsideración, a la ligereza, a las ambiciones desmandadas, a los egoísmos monstruosos, de cuantos haciendo base de su propaganda electoral el nuevo derecho que la República reconoció a las mujeres, les piden sus votos pero dejan olvidado, perdido en el fárrago de lugares comunes, el «pequeño detalle» de su elegibilidad, enredados en una tarea de explotación inmoral, beneficiosa únicamente para los particularísimos intereses de cada uno».

Yosi Campos no tenía pelos en la lengua al señalar a los arribistas, algunos con pasado monárquico, que ocuparon sin pudor algunos puestos de candidatos republicanos, especialmente en el Partido Radical. Por eso mismo no dudaba en postularse para incluirse en la lista de cualquier candidatura republicana, pues tenía más mérito que «cualquiera de los nombres sin historia o de historia poco recomendable que figuran en sus candidaturas», llamándoles sin tapujo «señores desconocidos» en el ambiente republicano de la ciudad, o «demasiado conocidos por el daño con que perjudican los intereses de la República desde dentro de sus filas». Yosi se consideraba una republicana auténtica, «de limpia historia política y actuación pública intachable» desde hacía más de una década, y por eso reclamaba un puesto de responsabilidad en la política nacional para que su trabajo «en beneficio de la República liberal y democrática que los españoles implantaron», tuviera toda su eficacia.

Su candidatura republicana feminista e independiente de los juegos de poder de los republicanos de Cádiz estaba condenada al fracaso. Nunca se sabrá el número de votos que obtuvo porque muchos fueron nulos al escribir en la papeleta «Yosi Campos» en vez de Josefina Campos Morilla, como era legalmente preceptivo. En cualquier caso, no serían muchos. El republicanismo en general en Cádiz había sucumbido a las peleas intestinas por el poder y a la desunión. Su derrota fue sonora. La candidatura de las derechas monárquicas, caciquiles y tradicionalistas, con Ramón de Carranza, José Mª. Pemán y Jose Antonio Primo de Rivera, vencieron con holgura.

En Cádiz, el «bienio negro» se adelantó unos meses, y para Yosi Campos lo que fue «negra» y oscura fue la etapa que se abrió en su vida. Nunca más escribió en ningún medio periodístico, ni su nombre apareció en la prensa en relación con la Unión Republicana Femenina ni con ningún acto cultural o político de la ciudad. La escritora y publicista más reconocida de aquellos años se hundió para siempre en la noche del olvido. No se conoce ningún caso igual en la historia de Cádiz.

El «pecado mortal» de Yosi Campos no tuvo perdón.


Fuente → kaosenlared.net

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