Tu quieres la Renta Básica Universal y no lo sabes

Artículo 25 1.Derecho a la vida digna. Toda persona tiene derecho a un nivel de vida que asegure, para él y su familia, la salud y el bienestar, especialmente en cuanto a alimentación, vestir, vivienda, asistencia médica y los servicios sociales necesarios; también tiene derecho a la seguridad en caso de paro, enfermedad, incapacidad, viudedad, vejez u otra carencia de medios de subsistencia independiente de su voluntad.

Tu quieres la Renta Básica Universal y no lo sabes / Judit Font Redolad

Son muchos los argumentos que permiten defender y proponer la renta básica universal, así como los impactos positivos que se han evidenciado en experiencias aplicadas. Pero existe un aspecto que supone un cambio de visión en relación a la subsistencia material en forma de renta como derecho universal.

La vida tiene un coste y estos “medios de subsistencia” se han apoyado en el trabajo productivo asalariado (o autónomo), en lo que se refiere a las clases populares, y en el trabajo reproductivo no asalariado, sobre la mujer, siempre. La vida tiene un coste y tiene un trabajo.

La vida sana y digna es algo más que la ausencia de enfermedad. Son las necesidades básicas cubiertas, materiales y relacionales. Y esto lo hemos visto en contexto pandémico, con las consecuencias de tipo socioeconómico, psicoemocional, etc. Y en la desigualdad en sus impactos, que tiene que ver y atraviesa los mismos circuitos que otras formas de opresión (patriarcado, racismo, clase,…)

El derecho a la subsistencia material sólo ha sido planteado como complementario, fuera de la salarización y el trabajo remunerado. Sólo ha existido como derecho subsidiario para pobres, desviados,… como una prestación compensatoria, como un pegamento, como una renta de miseria, cargada de estigma. Rentas diversas que, más que revertir las situaciones de pobreza, las cronifican, son herramientas de discriminación y control, se plantean condicionadas y como contraprestación, y desgraciadamente convierten a los servicios sociales en tramitadores.

Por otro lado, el derecho al trabajo (asalariado) ya no sólo no existe, ni de forma formal, para algunos colectivos (personas inmigradas), sino que ya no supone para muchos otros la vía suficiente para la subsistencia. No hay suficiente cantidad de trabajo (asalariado) y cada vez son más los trabajadores pobres, autónomos autoexplotados,… Por tanto, el tema ya no es el derecho al trabajo sino el derecho a la renta, para sostener la vida.

Un derecho subjetivo es un poder, genera una obligación a ser garantizado y una potestad para ser ejercido. El reconocimiento o no de derechos, ha generado a lo largo de la historia categorías de persona en relación con la posesión o desposesión de derechos y ha configurado la noción y condición de ciudadano.

Por eso los derechos individuales, sociales y colectivos, han sido siempre un campo de batalla y de conquista. El centro de los conflictos sociales, de clase, de género, contra el racismo, por los derechos civiles,… La batalla por los derechos es todavía una lucha contemporánea, pero son varios los derechos formalmente reconocidos por los Estados y Tratados, sin garantizar. Y otros ni siquiera reconocidos. De hecho, gran parte del trabajo que desarrollan los servicios sociales y los movimientos sociales en Catalunya tiene que ver con el acceso a derechos. No existen personas vulnerables, hay personas vulneradas.

La ley de extranjería es una muestra de diferenciación y vulneración en derechos a partir del concepto de frontera y pertenencia a estado-nación. El derecho a la vivienda deja de serlo como bien de primera necesidad cuando sólo se accede desde el mercado privado y lucrativo. El derecho a la salud, a la educación universales, cada vez más recortados y desmantelados. Derechos civiles y políticos, en riesgo, por medidas como la Ley Mordaza,… Aparte de la jerarquía de derechos, donde el derecho a la propiedad y la libertad individual (libertad liberal) van juntos y por encima de los demás empujando el programa político neoliberal.

El derecho a la vida material a través de una renta (resultado de redistribuir la riqueza) en tanto que reivindicación de un derecho, es y será un campo de batalla y de conflicto. Y por tanto, hace falta fuerza, y son necesarios cuerpos y sujetos individuales y colectivos que encarnen su exigencia. La reivindicación y conquista de derechos a lo largo de la historia ha ido acompañada de movilizaciones protagonizadas por los colectivos minorizados, oprimidos, vulnerados. Ahora, los principales beneficiarios de una renta básica universal, probablemente ni conocen la propuesta. O incluso la pondrían en duda, por la rotura del esquema trabajo-ingresos que supone.

Esta idea de “vida gratis”, “renta a cambio de nada”, y “para todos”, choca con pilares fundamentales de la cultura y los valores propios del capitalismo, la meritocracia, de la cultura del trabajo, de la separación entre lo productivo y lo reproductivo, de la privatización de la riqueza, con el trabajo en el centro de la organización social.

Se necesitan imaginarios nuevos, pues, que acompañen la propuesta. No “ganarse la vida”, ¿nos lo imaginamos? No trabajar como coacción y sí como opción, incrementando la capacidad negociadora. Resituar el trabajo de cuidado como un trabajo central, la comunidad como un entorno prioritario, las necesidades básicas como cuestión colectiva y no individual. Reconvertir los servicios y prestaciones públicas que estigmatizan. Hacerlos nuevos. Revertir la riqueza, distribuirla.

Dar la vuelta, justamente: establecer renta máxima, igualar por arriba, no por debajo. Una transformación cultural, donde la vida de la acumulación, de la opulencia sea vista como dañina, gravosa, para el resto y para el planeta.

¿Pero quién es el sujeto colectivo protagonista de la reivindicación de vida material garantizada? No sólo deberían ser las personas empobrecidas que ahora reciben prestaciones parciales y condicionadas, que también, sino que la propia idea de universalidad nos hace a todas sujetas de la necesidad de una renta independientemente de nuestra participación en el mercado de trabajo. Tampoco debería ser una propuesta que empuja sólo desde el ámbito académico, de los gestores de la política pública, de un programa político.

Ahora en Catalunya se llevará a cabo una experiencia piloto, pero más allá de la puesta en marcha y la evaluación, es necesario un músculo social que protagonice la reivindicación de este derecho. Y también una nueva utopía, visión del mundo, cultura y valores que acompañen a la propuesta. La desconexión trabajo e ingresos, un nuevo valor del trabajo y un nuevo sentido del ser y estar en sociedad. Imaginarios en los que la vida material está garantizada (y que incluye el acceso a la vivienda) y esto nos permite organizarnos para el resto de necesidades.

Hasta ahora, ha habido posicionamientos y manifiestos desde sectores de las luchas sociales sectoriales, el feminismo y el movimiento Lgtbi, desde personas que trabajan en la cultura, desde sectores del ámbito social y comunitario, a favor de una renta básica universal e incondicional, pero es necesario que esta reivindicación se extienda, compartiéndola con otras luchas (por la vivienda, los derechos de las personas migradas, emergencia climática), quizás con base territorial, asambleas o grupos locales que generen conocimiento, difusión, movilización.

La lucha por la RBU debe ser extensa, amplia, sobre todo entre el conjunto de personas precarizadas y empobrecidas, pero también como una conquista social, de lucha contra la riqueza. Y que es capaz de proponer una nueva forma de entender el concepto de persona, de libertad, de trabajo y de las necesidades colectivas. Capaz de generar utopía. ¿Te imaginas?


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