Nuestra Memoria
  • La fosa común del Cementerio del Oeste de Perpiñán es una de las más grandes cavadas a causa de la Guerra Civil
  • Conocer nuestra memoria como pueblo puede ayudarnos a construir un mejor presente
 
Nuestra Memoria
Lluís Puig y Gordi

El 18 de febrero se celebró en Perpiñán un acto en recuerdo a los exiliados republicanos que fueron enterrados en el Cementerio del Oeste de la capital catalana. La fecha de la celebración no era en absoluto azarosa, dado que coincidía con el aniversario de los primeros entierros de personas republicanas registradas en ese cementerio.

Este acto de recuperación, cuando no directamente de reivindicación de nuestra memoria democrática, se planteó como un homenaje a las víctimas muertas al abrigo del exilio y, como ocurre con la mayoría de encuentros de esta tipología, tienen lugar fruto de la búsqueda de personas comprometidas con nuestra historia colectiva. En este caso, estas personas tienen nombre y apellido y son los historiadores catalanes Noemí Riudor, Jordi Oliva y Martí Picas. Sus investigaciones han permitido documentar el nombre de 841 exiliados republicanos que fueron enterrados en el Cementerio del Oeste de Perpiñán. De hecho, la fosa común de Perpiñán es una de las mayores cavadas a causa de la Guerra Civil y, probablemente, será la mayor de las causadas por el exilio de 1939, sobre todo de internados en los campos de Argelès, Sant Cebrià y el Barcarès, que encontraron la muerte en hospitales de la capital del Rosellón.

Tal y como recuerdan los promotores de este acto (que son varios y suficientemente corales), actualmente en el Cementerio del Oeste hay un pequeño monolito, obra de Miquel Paredes, que fue pagado y erigido por los exiliados catalanes del Comité Departamental de los Pirineos Orientales de Esquerra Republicana de Catalunya, en el cuarto aniversario del fusilamiento del presidente Lluís Companys. Era el 15 de octubre de 1944, cuatro días antes del inicio de la invasión del maquis en la Val d'Aran.

Con este acto, al que tuve el honor de asistir junto con el presidente Quim Torra, entre otros, se ha pretendido recoger el testimonio de ese primer homenaje y enlazarlo con la investigación que han llevado a cabo los tres investigadores catalanes citados anteriormente, así como hacer un reconocimiento a las personas y entidades de la Catalunya Nord que han mantenido vivos la memoria y el recuerdo de los exiliados hasta la fecha. La parte central del acto consistió en el despliegue de una pancarta memorial con los nombres de todas las personas inhumadas en la fosa común del Cementerio del Oeste de Perpiñán y sirvió para reclamar, en el turno de parlamentos, la dignificación de ese espacio de memoria.

Hablaros hoy del exilio republicano no es más que una necesidad de recordar cómo está presente este secuestro en vida que sufren muchas comunidades (y por tanto, en última instancia, muchas personas) en todo el mundo. Personas que no encuentran o no pueden desarrollarse en sus respectivos lugares de nacimiento por motivos muy diversos y que escapan a toda razón y humanidad. Lo hemos visto estos años en Centroeuropa de una forma muy cruenta y lo veremos posiblemente con mayor intensidad estas semanas, ahora que ha estallado el conflicto bélico en Ucrania. Conocer nuestro pasado, nuestra memoria como pueblo, puede ayudarnos a construir un mejor presente. Deberíamos suscribir, todos juntos (clase política y ciudadanía) un contrato de vida y para la vida en esa dirección.

Sea como fuere, hoy, ochenta y tres años después del éxodo republicano de 1939, desconocemos cuántas personas llegaron a cruzar la frontera durante aquellos días de invierno. La llegada a Francia de toda esa gente fue verdaderamente dramática. A los tres años de guerra se añadía una fuga a pie por caminos helados, y constantes bombardeos del ejército rebelde. La acogida improvisada en condiciones deplorables en los campos de concentración de las playas (Argelers, Sant Cebrià, Barcarès) debilitó aún más un estado de salud tocado. La mortalidad, en este sentido, fue extremadamente elevada especialmente entre la población más débil: los niños y los ancianos. E igualmente, la situación de los combatientes tampoco era mucho mejor que la de la población civil. Muchos de ellos llegaron heridos y formaban parte de la evacuación de heridos de guerra que llevó a más de 12.000 hombres a cruzar la frontera francesa. Las imágenes que conocemos y que retratan este momento son de una gran crudeza, y desgraciadamente estos días –ya podemos decirlo– de guerra nos llevan a recordarlas con mayor presencia.

Conozcamos nuestra memoria, también la del exilio, porque sólo desde ese conocimiento seremos capaces de extraer algún aprendizaje, también para los difíciles tiempos que nos toca vivir en la actualidad.


Fuente → LRP.cat

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