Largo Caballero y las condiciones de vida de los trabajadores intelectuales

Largo Caballero y las condiciones de vida de los trabajadores intelectuales / Eduardo Montagut

Francisco Largo Caballero explicó en febrero de 1924 que la OIT comenzaba a interesarse sobre las condiciones de vida y trabajo de los trabajadores intelectuales, y no solo de los obreros manuales. Así se había comenzado con una información acerca de las condiciones de vida de los ingenieros y químicos. Las opiniones de Largo nos interesan porque tratan de la cuestión clásica del movimiento obrero sobre la relación entre los trabajadores de “cuello blanco” y los manuales, y sobre la conciencia de clase.

El informe de la OIT se basaba en una serie de puntos. En primer lugar, se había trabajado sobre la significación de los términos de ingeniero y químico, y los medios de obtener los títulos. En segundo lugar, el informe se había encargado de estudiar las condiciones de acceso a la profesión, colocación, paro y situación de los químicos e ingenieros extranjeros. El tercer punto se refería a los contratos de trabajo y las disposiciones relativas al secreto industrial. También se habían estudiado la duración y condiciones del trabajo, así como los sueldos y cuestiones relacionadas con la propiedad de los inventos y descubrimientos, las instituciones de previsión, y por fin, la organización profesional.

Del estudio, Largo Caballero sacaba algunas conclusiones, en un intento de realizar unas reflexiones más generales. Largo opinaba que los trabajadores intelectuales no querían ser asimilados a los obreros manuales, pero que terminarían por verse forzados a reconocer que, mejor o peor retribuidos, eran unos asalariados, y que tendrían que acogerse a los beneficios del nuevo derecho social, que se estaba creando, si querían que el título por el que tanto habían estudiado tuviera “la dignidad que se merece”.

No sólo los obreros manuales tenían que luchar con frecuencia contra esquiroles y amarillos. También tenían que luchar los trabajadores intelectuales contra el intrusismo que, según Largo, cada día estaba inundando más las profesiones liberales. Si al trabajador de una fábrica o un taller no le era fácil encontrar trabajo sino alcanzaba una recomendación, al de tipo intelectual, especialmente al principio, tenía que recurrir a todo tipo de medios inimaginables para abrirse camino. Por fin, a los dos tipos de trabajadores les afectaban las crisis económicas y de trabajo.

Por otro lado, el trabajador intelectual padecía problemas nuevos desde el final de la Gran Guerra, derivados de la reducción de los contingentes militares, de la llegada de técnicos por el aumento de la instalación de compañías y fábricas extranjeras en los países, y por la entrada también de las mujeres en este tipo de empleos. Largo pensaba que los problemas harían despertar a los trabajadores intelectuales de la indiferencia que hasta el presente estaban demostrando hacia los problemas laborales. Por fin, tendrían que darse cuenta, insistía Largo, de que también necesitaban los avances que habían supuesto las leyes sociales que se iban aprobando, porque hasta el momento no habían sido beneficiarios de los mismos.

Largo estaba dejando claro que los trabajadores intelectuales eran como los manuales, es decir, víctimas del régimen social vigente. Tenían que ser conscientes de esta realidad y abandonar, como vimos más arriba, la indiferencia, la indecisión, para trabajar de forma coordinada con los otros trabajadores en una organización de clase.

Hemos trabajado con el número 4998 de El Socialista.


Fuente → elobrero.es 

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