El franquismo más cobarde y criminal, las matanzas de republicanos en las prisiones durante la posguerra

El franquismo más cobarde y criminal, las matanzas de republicanos en las prisiones durante la posguerra

El final de la guerra de España no supuso el final de la represión franquista. Había que limpiar España de Republicanos, marxistas, nacionalistas, anarquistas, sindicalistas, feministas, intelectuales, todos los que no compartían la idea de la España imperial, católica, apostólica, jerárquica y tradicional. La matanza se extendió también a los que no iban a misa, los votantes del Frente Popular, las mujeres que habían apoyado a la República. Durante la guerra, los fascistas ya habían asesinado a cerca de 150.000 Republicanos. A partir del 1 de abril de 1939 la matanza continuó.

El franquismo creó 300 campos de concentración en España que funcionaron hasta finales de los años 60, por los que pasaron casi un millón de españoles en condiciones de internamiento atroces. Los sublevados no reconocían a los soldados Republicanos como prisioneros de guerra, no se les aplicó el Convenio de Ginebra de 1929. Eran considerados «asesinos y forajidos, enemigos de la patria española» que debían ser fusilados o condenados a largas penas según informes de alcaldes, curas, guardia civil, falange, delatores. Fueron despojados de todo, maltratados inhumanamente a golpe de porra, sometidos a palizas, torturas, humillaciones, miedo, falta de higiene, hambre, enfermedades, censura. Fueron brutalmente castigados, y muchos forzados a trabajar en batallones de esclavos.

Las cifras de ejecutados y muertos por distintas causas, sobre todo fusilamientos, hambre, enfermedades, en las cárceles franquistas de España pueden alcanzar las 140.000 personas según investigadores como Francisco Moreno Sáez. Lo ocurrido durante y después de la guerra civil fue un crimen contra la humanidad, hubo un propósito firme de eliminación genocida. Desde el final de la guerra hasta 1943 unos 70.000 reclusos murieron en las prisiones franquistas, no menos de 50.000 ejecutados sumariamente en paredones o mediante “paseos”, trasladados en vehículos a lugares apartados, donde eran fusilados y enterrados en fosas comunes. “Caí prisionero el 15 de agosto. Me llevaron a la cárcel, donde había unos 300 condenados a muerte, toda la sala de abajo. Cada día camiones a matar, a matar. ¡Nos matarán a todos! ¡Aquello era el terror más grande del mundo!” Esta es la historia de Pelai, una de las miles de personas que sufrieron en sus propias carnes la represión y el terror franquista.

Durante la posguerra franquista, la población padeció una feroz violencia institucionalizada; la autarquía del régimen generó una letal y dramática situación de hambre, el sistema utilizó la escasez, como una pavorosa estrategia represiva. Si la población vivía en la escasez, la insuficiencia alimentaria era la norma en las prisiones, el hambre de los presos fue una de las feroces condiciones impuestas en las cárceles franquistas. Las consecuencias originaron depauperación, enfermedades, inanición y la muerte de multitud de prisioneros.

En las fechas mencionadas, al menos unos 20.000 Republicanos fallecieron a causa de los malos tratos, palizas, torturas, hambre extrema, desnutrición y enfermedades consecuentes. Estuvieron sometidos a plagas de sarna, pulgas, chinches, piojos y garrapatas, y a epidemias de tifus, pulmonías, tuberculosis. Esta cifra se incrementó con aquellos reclusos ya desahuciados como consecuencia del hambre, enfermedades contraídas, debilitamiento general, que abandonaron la cárcel en libertad condicional para que su fallecimiento, poco tiempo después, rebajara las estadísticas.

Carlota O’Neill pasó varios años por las prisiones franquistas; era esposa del capitán del Ejército Republicano, Virgilio Leret, asesinado por los franquistas; en palabras de Carlota, «El hambre era como una lima en mi organismo, me sentía raspada por ella en arteria, músculos, huesos; la sangre se me hacía blanca en los labios y en las encías; el hambre era como la portera de la muerte». El castigo del franquismo sobre las mujeres fue doble, por “rojas” y por “liberadas”. Catalogadas como individuas de dudosa moral, padecieron cárcel, violencia, humillación, castigos degradantes, la exposición pública del rapado o de la purga con ricino marcaba a las mujeres por vida. Un método devastador y efectivo.

A esta represión se sumó el robo de bebés en las cárceles franquistas: Desde el inicio de la guerra civil, el expolio de los hijos de las presas Republicanas se mantuvo como política de Estado hasta finales de la década de los 40: El régimen franquista consideró que aquellas presas no eran dignas para criar a sus hijos, por lo que les fueron sustraídas casi 40.000 criaturas para ser entregadas a “familias de bien”. El cuerpo y la mente de la mujer se convirtió, de hecho, en una política de Estado. Esta actividad continuó en las décadas siguientes como negocio político y clerical.

Ninguno de los responsables franquistas de tamañas atrocidades tuvo que dar explicaciones ante la “justicia” por estos crímenes. Nadie. Impunidad absoluta. El congreso de los diputados aprobó en 1977 la conocida ley de amnistía que ha funcionado como una ley de punto final. Todos los crímenes quedaban perdonados y las víctimas, condenadas a recordar en silencio. Eran los tiempos de la transición franquista, la farsa que enterró en fosas aún más profundas a las víctimas del franquismo, y que desacredita e ilegitimiza al actual régimen borbónico-franquista del 78 por su connivencia, asimilación y aceptación jurídica de la criminalidad franquista.


Documentos: Ángel Viñas. Eldiario.es (Belén Remacha). Público (Alejandro Torrús). El País (Lali Cambra, Cecilia Fleta, Fernando Gualdoni, Guillermo Altares). Público (Susana Hidalgo). Lugares con Historia (Javier Ramos). La Represión Franquista en la Provincia de Alicante (Francisco Moreno Sáez). Eldiario.es (José Antequera). Morir de hambre en las cárceles de Franco (Domingo Rodríguez Teijeiro)

En MEMORIA de las mujeres y hombres del Ejército de la REPÚBLICA Española


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