¿Cómo construir Repúblicas? Una respuesta a una pregunta urgente

¿Cómo construir Repúblicas? Una respuesta a una pregunta urgente / Albert Portillo

El pasado 11 de febrero, coincidiendo con el 149º aniversario de la proclamación de la Primera República, tuvo lugar un debate importante entre algunas de las principales fuerzas soberanistas del Estato español para responder a la crisis de un régimen que hace agua por todos los costados. Sin embargo, ni el gobierno progresista muestra la voluntad de una respuesta transformadora, ni las fuerzas independentistas y de izquierda tienen fuerza suficiente para dar un vuelco a la situación.

Vayamos caso por caso. Por un lado nos encontramos con que el gobierno de Pedro Sánchez ha puesto en sordina un conjunto de cuestiones hasta el punto de que parece un tabú hablar de ellas.

El militarismo como estructura del Estado es el primero de ellos: así, los Presupuestos Generales de 2022 han aumentado un 124 % el gasto militar real, hasta alcanzar casi 23.000 millones de euros, sin que la presencia de Unidas Podemos en el gobierno sirviera para recortar dicha partida.

Pero es que, además, el gobierno practica un keynesianismo militar al promover la exportación de armas: en un solo trimestre del año pasado, la venta de armas ha aumentado más del 37 %, como constataba el Centre Delàs. El 69 % de esta exportación va a parar a los países miembros de la OTAN a raíz de los proyectos industriales comunes en la producción de armamento. La guinda del pastel la pone el belicismo del PSOE a la hora de defender los intereses del complejo militar-industrial de la OTAN: el envío de tropas a Ucrania y la asociación estratégica con dictaduras como Turquía muestran una política exterior que de ninguna de las maneras puede ser aceptada por la mayoría de izquierdas en el Congreso, ni por Podemos en el gobierno.

Seguramente es cierto lo que señaló E. P. Thompson a la hora de desafiar a la oligarquía militar-industrial: “Solo podremos desestabilizar los sistemas de armamento desde abajo. Los medios a utilizar han de incluir los propios de la agitación y el discurso político.” Las mayorías de izquierdas, en el Congreso o en la calle, han de ser mayorías pacifistas y neutralistas con tal de revitalizar las propuestas de retirada europea de la OTAN.

Un segundo tema tabú es el de la Unión Europea y sus imposiciones visibles, por cierto, en el descalabro que ha roto el bloque de investidura. El pacto preferente con la CEOE y con las derechas de Ciudadanos y UPN es una parte del problema, siendo la otra el hecho de que fuera una condición para desbloquear los préstamos Next Generation de la Unión Europea. Seguramente, el PSOE no tendrá ningún problema en aceptar una política laboral basada en el chantaje financiero, pero ¿y Podemos? ¿Por qué sus ministras no pueden decir que la Troika ha vuelto y nos obliga a endeudarnos a cualquier precio? Porque este es uno de los grandes peligros en el ciclo económico: una crisis de la deuda para España tan devastadora como lo fue para Grecia en 2008, como avisan diversas economistas.

¿Acaso no es un problema que actualmente nos hallemos con una deuda que representa hasta el 125 % del PIB y que, si tenemos en cuenta las de empresas públicas como AENA, ADIF o RENFE, y de proveedores avalados por el Estado, representa el 180 % del PIB, como alerta Adolfo Rodríguez Gil? ¿Por qué Podemos no promueve una comisión de la verdad sobre la deuda pública? ¿O bien una renegociación, y quita, de la deuda en manos del Banco Central Europeo? Porque, al fin y al cabo, si tenemos en cuenta que el chantaje de la reforma laboral se hizo para desbloquear 12.000 millones de euros para los próximos seis meses, estamos hablando de una cifra que representa el 0,0006 % del conjunto de la deuda pública, fondos que, en cambio, representan la mitad del gasto militar de este año. En la asignación de partidas presupuestarias sí que sería muy útil practicar la geometría variable.

Vale la pena aquí recordar de nuevo la efeméride, pues un Pi i Margall más radical que Varoufakis manifestaba claramente la necesaria oposición a la deuda, como aquel Marx que explicaba la función de la deuda en la acumulación originaria de capital:

“Cuando no hubiera otras pruebas de la inmoralidad e inconsecuencia de los gobiernos, seguro que no habría más que ir siguiendo la historia de nuestra deuda y la de todas las deudas extranjeras, para presentarlas de tal manera que se estremecieran los pueblos y con razón estallaran de ira ”.

Tercer tema cerrado de cal y canto: la monarquía. No sabemos prácticamente nada sobre la fortuna de la monarquía, de su relación con la industria militar o del grado de intimidad de los reyes con las diversas dictaduras que son socias de la exportación de armas, ni del volumen del fraude fiscal practicado por el rey emérito o por el actual. No hace mucho que Albert Botran hizo el recuento del número de veces que el PSOE ha votado en contra de una comisión de investigación: siete veces; la cifra desde entonces ha crecido hasta doce veces en que el PSOE ha votado en contra de investigar al rey emérito Juan Carlos o a la casa real.

¿Es consciente el laborismo republicano de Yolanda Díaz de que el referente inglés se tradujo en que el diputado laborista Tony Benn propuso, con el apoyo de Corbyn, la abolición de la monarquía británica en la Cámara de los Comunes? Si el Congreso está bloqueado en este debate, es obvio que solo podrá desbloquearse por obra de los movimientos en el ámbito social y civil.

El 14 de mayo hay, precisamente, una consulta a nivel de todo el Estado para votar sobre la monarquía, todavía mejor que una comisión de investigación del Congreso, al fin y al cabo la monarquía es culpable por el mero hecho de existir, pero ¿qué tienen que decir a esto las izquierdas independentistas y soberanistas? Puede que la consulta no será un Òmnium español y tendrá dimensiones mucho más reducidas de lo que cabría suponer, pero en cambio puede ser vista como una posibilidad embrionaria de un movimiento mucho más amplio y con un programa social radical que dote de más contenido la impugnación de la monarquía.

Arcadi Oliveres lo dejó muy claro; no se puede ser de izquierda y aceptar la monarquía porque esta “es una institución ajena a los derechos humanos (…). No se puede aceptar. La monarquía ha de caer .” La conclusión lógica se decanta por sí misma: hay que aprovechar todas las oportunidades para tumbar la monarquía.

Último aspecto: centralismo y crisis energética. Si la plurinacionalidad se expresa con claridad en algún aspecto, además del social, este es en el ecológico: las Corts Valencianas y el Parlament de Catalunya han votado por cerrar las centrales nucleares de Ascó, Vandellòs y Cofrents, mientras que el PSOE aplaza sistemáticamente estos cierres, las centrales van renovando sus contratos y sus equipamientos para un periodo que supera de lejos su vida útil. ¿Alguien piensa que el Green New Deal podrá llevarse a cabo sin cuestionar ciertos centralismos energéticos y sin devolver el poder de decisión a las naciones, los pueblos y los territorios que quieren acometer sus transiciones ecosociales inmediatamente?

Josep Vicent Marqués señaló de manera radical la necesidad de reformular la lucha por la autodeterminación y la liberación nacional de tal manera que se cuestione el ecosistema de dominación:

“La lucha ecologista es, efectivamente, un terreno en que se manifiesta la respuesta a la opresión nacional, ampliando el concepto de liberación nacional más allá de la reivindicación lingüística y cultural y de la aspiración a la organización propia, que también puede ser opresora. La convergencia política entre nacionalismo de izquierda y ecologismo ha de ir en esta dirección ”.

De Argala al Pacto de San Sebastián. Camino de ida y vuelta

El hecho de que el gobierno progresista basado en un bloque de investidura mayoritariamente de izquierda, en vez de abrir paso a estos debates para materializarlos en reformas, los bloquee sistemáticamente, explica los dilemas que tenemos sobre la mesa. El derechismo del PSOE y el quietismo de Podemos resultan en una posición estática, si no regresiva, que garantiza el éxito de la marcha triunfal de PP y Vox en Madrid, Andalucía, Castilla y León y eventualmente hacia la Moncloa.

Sin embargo, para toda izquierda soberanista e independentista, esta ha de ser una correlación de fuerzas a evitar. Y, de hecho, lo que planeaba sobre el acto celebrado en la sede de Comisiones Obreras en Via Laietana era la aspiración a anular la estrategia de la extrema derecha y al mismo tiempo desbordar el conservadurismo progresista del PSOE.

Abordar estos problemas con una perspectiva histórica puede servirnos para reactualizar soluciones. Por eso, pese al riesgo de las reivindicaciones folklóricas, como las que manifiesta de modo recurrente el PSC con respecto a la Primera República, también es verdad que, por ejemplo, Jean-Luc Melenchon no ha dudado nunca en defender a Robespierre o que uno de los proyectos más ambiciosos de integración política de América Latina, la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América – Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP), surge de la genial estrategia geopolítica de Hugo Chávez de modernizar el proyecto de Simón Bolívar. Puede que por razones parecidas Julio Anguita defendiera un programa estratégico que recuperara las ideas sociales de la Primera República, pues los cuatro presidentes, dos catalanes y dos andaluces, expresaron:

“las ideas que querían aplicar; por ejemplo, reducir a nueve las horas de trabajo, implantar por primera vez en España un salario mínimo, crear jurados mixtos entre trabajadores y empresarios para reducir los conflictos, que una quinta parte de las herencias pase al Estado, la expropiación de las tierras que no se cultiven, que los arrendatarios que hayan pagado todo lo que valía la tierra adquieran la propiedad del terreno arrendado, construir hospitales y casas para las viudas de los obreros y los obreros que hayan sufrido un accidente. Se notaba en aquellos hombres [los presidentes de la Primera República] una intención social, estoy hablando de 1873”.

No por casualidad, Oskar Matute recuperaba a Argala para definir el proceso vasco hacia su propia República. Mertxe Aizpurua escribió al respecto una extraordinaria biografía de uno de los autores intelectuales del Frente Popular Independentista vasco, que defendía encender todos los fuegos para alimentar el propio brasero. En Argala, la revolución democrática vasca debía ser obra del conjunto de la clase trabajadora, con toda su diversidad de sentimientos de pertenencia:

“A fin de evitar enfrentamientos y borrar suspicacias entre los trabajadores vascos y los españoles y franceses e iniciar un proceso de acercamiento y ayuda mutua, han de ser estos últimos quienes dejen de pensar en términos de imperio y comprendan de una vez que los trabajadores vascos no somos españoles ni franceses, sino única y exclusivamente vascos, y que lo que nos une a ellos no es la pertenencia a una misma nación, sino a una misma clase ”.

Al mismo tiempo, Argala planteaba que la revolución democrática vasca necesitaba un mínimo marco democrático en España, de ahí que considerase incorrecto dar por “quemada la democracia burguesa”, y de hecho consideraba la necesidad de un bloque político ibérico, eso sí, honestamente comprometido con la autodeterminación:

“Nosotros renunciamos a intentar determinar cómo ha de estar configurado el proceso revolucionario español y muchos estaríamos dispuestos a ayudarles en esta tarea, pero a cambio exigimos que a los trabajadores vascos se nos respete el derecho a decidir desde ahora mismo cómo queremos construir el futuro, nuestro futuro”.

De ahí que actos tan acertados como el del 11 de febrero puedan verse como actos de debate estratégico, el único que se ha llevado a cabo en Catalunya y más que probablemente en toda España, pero sin duda también de agitación antimonárquica, de afirmación de un republicanismo antineoliberal y socialista, y de preludio de cómo ha de ser un futuro Pacto de San Sebastián.

¿Dónde está el Madrid republicano?

Y más cuando tenemos delante la citada consulta del 14 de mayo u oportunidades como la que desveló Joaquín Pérez Rey, secretario de Estado de Empleo y Economía Social, en La Base, consistente en un proyecto de Nuevo Estatuto de los Trabajadores, que podría ser, como la ley de alquileres catalana, una medida de frente común para derogar completamente la reforma laboral del PP, incorporando al mismo tiempo nuevos derechos como la Renta Básica o la reducción de la jornada laboral.

Victorias concretas que, como dijo Matute, ilustrarían no un sentido de Estado, sino un sentido común que, además, avanzaría los contenidos de los procesos constituyentes que queremos, como en Chile. Pero como se preguntaba Héctor Sánchez, secretario general de los comunistas, en la que probablemente sea una de les grandes preguntas: “¿Qué hacemos con Madrid?”.

Porque a pesar de que Más País y Podemos hayan votado repetidamente a favor de investigar al rey, ni la principal oposición en el Ayuntamiento y en la Comunidad de Madrid ni el socio del PSOE han hecho campaña activa alguna de movilización social contra la monarquía. Tan solo muy recientemente, Pablo Iglesias ha pasado de un republicanismo folklórico a una posición de estudio cultural y cambio social de lo que podría suponer abordar seriamente un proyecto republicano. Pese a ello, en la campaña electoral de Castilla y León no hubo ninguna afirmación republicana por parte de los candidatos de la izquierda, pese a la chulería castiza monárquica de Ayuso y la extrema derecha.

Evocar las Marchas de la Dignidad puede ser una manera de recordar la fuerza republicana y sindical de las periferias, en despecho del quietismo militante de CCOO y UGT, pero no basta. Como dijo en aquel momento Diego Cañamero ante dos millones de personas, “esto es una lección para la izquierda (…). Hace falta un frente popular para derrotar a la derecha”. Una tarea que ha quedado amortizada por los drásticos virajes de Podemos, hasta el punto de que el programa constituyente ha quedado relegado en aras a las alianzas gubernamentales hechas a cualquier precio.

Las fuerzas madrileñas que votan en el Congreso a favor de investigar a la monarquía han de traducir estos votos en una voluntad activa y movilizadora; tal vez en el recuerdo de los Comuneros y de Azaña hallen la inspiración para despertar a este león dormido que es el Madrid republicano y de izquierdas, pero que, pese a su potencial, dormido es completamente inútil para todo el mundo. Hace falta aprovechar las iniciativas ya existentes, y en este sentido son muy meritorios los esfuerzos que han hecho tanto desde Viento Sur como de Anticapitalistas para reactualizar el legado republicano que, de confluir con otras iniciativas, pueden ser aquella chispa que encienda el llano madrileño.

Los retos son enormes, pero si queremos seguir el ejemplo chileno en vez de la involución turca, es preciso seguir con este debate; y también insistir en el papel de las izquierdas catalanas y de su necesaria Bildu propia. No ha de extrañarnos el hecho de que una tarea tan transcendental como esta haya tenido como prólogo una presentación de Gabriel Alomar y su consigna cargada de futuro: “Tenedlo muy presente: solo la revuelta salva”. Artículo original en catalán


Fuente →  vientosur.info 

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