Artículo de José Antonio Moreno Díaz, consejero en el Comité Económico y Social Europeo (CESE) por CCOO y miembro del grupo de trabajo sobre respuesta sindical a la extrema derecha de la Confederación Europea de Sindicatos.
Un monstruo recorre Europa: un monstruo conocido porque huele a nacionalismo. Un monstruo que apesta a odio. Y a violencia. Un monstruo que utiliza el miedo. Ese monstruo es el fascismo. Ni viejo ni nuevo. El de siempre. El de la intolerancia. El que ve la diversidad como amenaza.
Si algo tiene en sus cimientos políticos la UE es que su proyecto surge para amortiguar los nacionalismos, frenar sus ansias insaciables que condujeron a Europa -nada menos- que a dos Guerras Mundiales y a multitud de enfrentamientos menores, incluso recientemente.
Otro elemento configurador de la UE es la conciencia antifascista: la necesidad histórica pero también política de que el fascismo quede erradicado de la praxis política democrática. Los fascismos (italiano y alemán pero también español, croata, húngaro, rumano…) que llevaron a Europa al Holocausto, a la eliminación física del disidente político, del diferente sexual, de etnias, grupos o colectivos considerados inferiores…
Para la elaboración de este texto parto de una premisa inicial básica: ser antifascista es conditio sine qua non para ser demócrata. El antifascismo es una posición ética, incluso antes que política.
Un repaso al marco político de Europa en los últimos años nos lleva a una peligrosa conclusión: los movimientos, partidos o grupos de actitudes, ideario o posiciones fascistas han ido creciendo exponencialmente por toda Europa.
Si bien en algunos países la presencia de la extrema derecha existe – más o menos enmascarada- desde hace tiempo, es al calor del desánimo y la quiebra del pacto democrático -como consecuencia de la crisis financiera de 2008- cuando se produce una eclosión de estos grupos.
Los que sufren dicha crisis son las clases populares -pese a que la misma tuvo su origen en las disfunciones puramente capitalistas de los mercados financieros- y se ahonda en una crisis de empleo que impacta en los trabajadores y agrava la ya grande desigualdad.
Los partidos de extrema derecha empiezan a articular discursos simplistas para supuestamente "dar soluciones" a esos problemas sin dar razones ni argumentos pero apelando a las emociones, entre ellas la nación, la identidad, la patria, el "nosotros" frente al "ellos"… y denunciando las supuestas élites políticas y sindicales que se "despreocupan" de los de abajo.
Si bien el objetivo clásico de la extrema derecha de la posguerra en Europa habían sido los extranjeros, con un discurso nacional xenófobo y racista -claramente antiinmigratorio- que les permitía actuar políticamente sin revelarse como fascistas sino simplemente como "patriotas", en los últimos años el ámbito de ataque se ha diversificado en lo que se denomina el "combate contra el globalismo y la guerra cultural" con lo que se entra en la confrontación directa con ideas democráticas en general e izquierdistas en particular, intentando rebatir principios comunes y básicos de convivencia democrática que se creían asumidos en las sociedades actuales como la igualdad entre hombres y mujeres, el pluralismo, el papel de la sociedad civil, la no discriminación, el respeto a la diferencia, la diversidad como valor, etc.
Ello ha llevado a una ampliación del ámbito de sus ataques: además de migrantes y comunidades racializadas (negros, árabes, gitanos), comunidades religiosas (musulmanes, judíos) y también colectivos LGTBQ+, feministas, ecologistas: era cuestión de tiempo que se llegara a poner en la diana al movimiento sindical.
Un poco de memoria nos debe hacer ver que es precisamente el movimiento sindical -fundamentalmente en Italia en los años 20 y posteriormente en toda Europa- el que hace frente al fascismo: puede decirse que es su "enemigo natural" toda vez que el sindicalismo de clase conciencia y organiza al proletariado y desmantela la concepción "nacional" del conflicto capital/trabajo, destruyendo la coartada nacionalista y por derivación la coartada fascista. El sindicalismo es por encima de todo internacionalista y no reconoce fronteras ni banderas en la lucha por los derechos de la clase.
En la actualidad, el movimiento sindical europeo ha estado poco reactivo al resurgir de la extrema derecha: quizá haya habido algo de ingenuidad y desde luego mucho de trabajar en lo inmediato y perder atención a los valores y a los principios que deben guiar nuestra actuación sindical que – sin duda- también es política.
Tras la evolución de gobiernos autoritarios en la UE y el crecimiento de partidos de extrema derecha, estamos asistiendo a su reorganización a escala continental con la aparición de estructuras internacionales de encuentro y coordinación: como ejemplo cabe mencionar que dos grupos del PE incluyen partidos claramente de extrema derecha, ECR (Grupo de Reformistas y Conservadores Europeos) con 63 MEPs y el ID (Identidad y Democracia) con 70, sin olvidar que muchos de los no-adscritos también pueden encuadrarse en la extrema derecha.
Cabe mencionar el ejemplo a escala nacional en España de VOX, un partido insignificante, heredero ideológico de la dictadura franquista que – sin complejos- arremete contra las ideas de igualdad social y de género, cuestiona las políticas educativas igualitarias, rechaza de plano la inmigración identificándola expresamente con delincuencia e inseguridad, rechaza la convivencia intercultural e interreligiosa, cuestiona y ataca la actividad sindical de clase e incluso la Agenda 2030: sin embargo, ha tenido un espectacular crecimiento electoral en apenas tres años fundamentalmente con su demagogia sobre la cuestión independentista de Cataluña enarbolando un rancio nacionalismo español para confrontar con el nacionalismo catalán. Asimismo VOX está ensayando –con muy poco éxito- la configuración de un sindicalismo patriota o nacional con la constitución de un pseudosindicato denominado SOLIDARIDAD que –de momentono tiene ninguna representatividad ni presencia pero es indicador del intento de la extrema derecha por introducirse en ámbitos laborales.
Contra todo esto es imprescindible una primera reacción sindical en dos líneas: una, a escala nacional donde –entiendo- ha de primar una acción unitaria para unir criterios y fomentar y promover una cultura antifascista. La agresión a CGIL en Italia sirvió de gráfico detonante para establecer una conciencia que debe propagarse –en segundo nivel- a Europa.
A tal fin, la Confederación Europea de Sindicatos ha iniciado en junio de 2021 un proceso orgánico con una hoja de ruta que establece un plan de acción para el periodo de septiembre de 2021 a septiembre de 2022. La hoja de ruta se basa en 15 acciones clave que deben emprender la CES y sus organizaciones afiliadas e incluye el apoyo del Departamento de Educación del ETUI.
La prioridad de este plan es desarrollar una plataforma para construir capacidad sindical de lucha contra la extrema derecha, apoyando a las organizaciones afiliadas para resistir todos los intentos de dividir a los trabajadores, ya sea en el lugar de trabajo o en la política.
Juntos, construimos la solidaridad y el poder de los trabajadores.
- Acción 1: Liderazgo al más alto nivel con un debate del Comité Ejecutivo de la CES en junio de 2022 y personas de contacto dedicadas a servir de enlace durante el periodo de la hoja de ruta
- Acción 2: Integrar la lucha contra la extrema derecha en todas nuestras organizaciones
- Acción 3: Continuación del trabajo en red y del intercambio de prácticas de formación con un repositorio en línea de material sindical y reuniones de coordinación de formadores sindicales
- Acción 4: Formación específica en materia de comunicación como medio para ayudar a los sindicatos a construir una narrativa sólida y basada en valores para combatir la extrema derecha
- Acción 5: Educación política que articule nuestra visión para contrarrestar la extrema derecha
- Acción 6: Desarrollar la capacidad de los sindicatos para contrarrestar las narrativas de la extrema derecha
- Acción 7: Encargar una investigación sobre la opinión pública y ponerse en contacto con las organizaciones e instituciones que estudian o intentan contrarrestar el extremismo de extrema derecha
- Acción 8: Celebrar la historia de nuestro movimiento y sus valores fundamentales
- Acción 9: Hacer un seguimiento de la influencia de la extrema derecha en el lugar de trabajo con una encuesta anual
- Acción 10: Desarrollar estrategias industriales para hacer frente al crecimiento de las narrativas divisorias en el lugar de trabajo
- Acción 11: Acuerdo modelo de los interlocutores sociales: la CES propondrá en su mandato para el futuro programa de trabajo de diálogo social de los interlocutores sociales europeos para 2022-2024 que se incluya un punto sobre la "respuesta de los interlocutores sociales al aumento de la extrema derecha"
- Acción 12: Formar alianzas - se centra especialmente en formar alianzas para contrarrestar la extrema derecha y pedir la reglamentación de las redes sociales; contra la incitación al odio, la intimidación y el acoso en las plataformas en línea
- Acción 13: Combatir la extrema derecha en el Parlamento Europeo
- Acción 14: Salvaguardar el Estado de Derecho y condicionar todos los fondos de la UE al respeto del Estado de Derecho
- Acción 15: Mantener las ideas ultraderechistas y extremistas fuera de nuestro movimiento con una encuesta con nuestras organizaciones afiliadas nacionales y nacionales y sectoriales para identificar las normas y prácticas que han adoptado
Fuente → ccoo.es
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