Ser joven entre dos crisis

Llama la atención la pasividad ante un problema estructural, inquieta más el okupa que el desahucio

Ser joven entre dos crisis
Cándido Marquesán
 
 
Según Santiago Alba Rico, solo un modelo social ha insistido más que el fascismo en las virtudes de la juventud; solo un modelo social ha despreciado más que el nazismo la debilidad, la vejez, la biodegradabilidad: el mercado capitalista. El himno del fascismo italiano se llamaba Juventud ('giovinezza primavera di bellezza'). Hitler exaltó igualmente la juventud para su proyecto, que en parte murió en la II Guerra Mundial. Hoy, en el mundo capitalista se rinde pleitesía, mucho más que el fascismo, a la juventud. La publicidad exalta la eterna juventud. Productos siempre nuevos, rejuvenecidos. Todos miramos a los jóvenes: modelos, actrices, presentadores, deportistas, concursantes todos jóvenes. Pero aquí surge una cruel paradoja. Ninguna sociedad manifiesta un culto tan fanático a la juventud como la nuestra; pero, también, ninguna sociedad desprecia tanto a los jóvenes. Hay muchos jóvenes abandonados por el sistema.

Precariedad laboral

Ahora se está creando empleo, mas «todavía» en torno al 30% (29,2%) de los jóvenes está en paro. Una noticia del pasado 10 de enero. «Si la semana pasada España se felicitó por haber registrado la caída más grande del paro en lo que va de siglo, este lunes ha sido Eurostat la que trajo una segunda buena noticia para el mercado laboral. El paro juvenil en España –menores de 25 años– ha bajado por primera vez del 30% desde 2008. Es decir, la mejor cifra desde que explotase la burbuja inmobiliaria y el mundo se sumergiese en la Gran Recesión». La noticia se comenta por sí sola. Entre quienes tienen trabajo, en un porcentaje muy alto es precario, temporal y mal retribuido. Paro y precariedad laboral, sirve para disciplinar las reivindicaciones obreras. Por ello, muchos no pueden emanciparse ni diseñar un proyecto vital cara un futuro ni siquiera en el corto plazo, ni en el ámbito laboral, ni en el afectivo, como el vivir en pareja. Ser joven es otro de los factores de exclusión que ha sacado a la luz la crisis sanitaria del covid-19. Según el informe Foessa, en España hay 2,7 millones de jóvenes entre 16 y 34 años afectados por procesos de exclusión social intensa y multidimensional.

Ante un problema social tan grave y con carácter estructural, llama la atención la pasividad de la sociedad, de la política y de los medios

Ante un problema social tan grave y con carácter estructural, llama la atención la pasividad de la sociedad, de la política y de los medios. Medios y política funcionan como vasos comunicantes. Entrambos diseñan y configuran la opinión pública, de acuerdo con sus intereses. Por ejemplo, preocupa a la sociedad más los okupas que los desahucios.

Ahora inmersos en la campaña electoral de Castilla León (C. y L.) –aunque estamos en una campaña electoral permanente–, el gran problema son las palabras tergiversadas de un ministro. En los mítines en lugar de jóvenes habrá vacas. Recordemos. En diciembre de 2019 apareció en las redes sociales un vídeo en el que la juventud de C. y L. reclamaba volver a su tierra. Es breve, pero muy explícito. Con la etiqueta #QueremosPoderVolver, el vídeo, dirigido y protagonizado por integrantes del grupo de jóvenes de C. y L. en Madrid, recoge una reflexión real de un padre a través de Facebook al ver partir a su hija para buscarse un futuro en Madrid. En la última década 108.000 jóvenes se han marchado de C. y L. Videos extrapolables a otras comunidades, como Aragón, que forman la España vacía.

"Sin casa, sin curro, sin pensión"

En el 15-M uno de los eslóganes más conocidos aparecidos en las plazas españolas fue «Sin casa, sin curro, sin pensión». En 2022, la situación no solo no ha mejorado es que ha empeorado. Con el agravante de que no se vislumbra solución alguna cara el futuro. Eso sí, estudios lujosos y muy bien remunerados de las oenegés, entidades financieras, universidades, medios, sindicatos, partidos políticos no faltan, pero todos acaban apolillados en los cajones de las mesas de despachos enmoquetados. Porque al final resultó que la, en principio, positiva ruptura del bipartidismo acabó en una refundación en bloques, y que «acceder al Gobierno no era llegar al poder». De ello tenemos pruebas en la política actual. Y además porque, tras algo más de una década de aquella explosión de ilusión colectiva y con algo menos del 30% de paro juvenil –¡Qué gran noticia!–, en las tertulias de los medios y en el Congreso y el Senado –sede de la soberanía popular–, en las columnas de los periódicos, ya nadie –casi nadie– habla del paro juvenil, ya nadie se inmuta ni se sorprende si un joven cobra, si llega, mil euros, y nadie se sonroja porque esté condenado a compartir vivienda hasta más allá de los 30 o 35, si es que puede emanciparse alguna vez.

¿De qué se habla política y mediáticamente? De las pensiones. La política encuentra en los pensionistas un caladero de votos mucho más apetitoso que esa juventud desencantada por la que no merece la pena gastar más de minuto y medio en un mitin. También se habla mucho, de fascismo y socialcomunismo. Los jóvenes conocen de sobra qué es el fascismo y qué el comunismo. Llevan años oyendo hablar de ambas cosas en esta tierra cainita y nada de ello les soluciona la vida. O también de las fotos del cónyuge de una infanta. O de la construcción de un campo de fútbol, considerado como una cuestión de país.

Tampoco debe sorprendernos este interesado sesgo informativo. Los medios no dejan de bombardearnos con información, pero esta información es casi siempre una diversión planeada, que nos distrae la atención de lo que es cierto, esencial y urgente.


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