Hace unas semanas salieron a la luz nuevos datos sobre casos de pederastia que afectan a la Iglesia Católica en el Estado español. El diario El País, recogiendo denuncias y testimonios directos de víctimas, comunicaba al Vaticano 251 casos que implican a 31 órdenes religiosas y 31 diócesis.
La Iglesia Católica española solo ha reconocido 220 casos desde el año 2001, algo que dista mucho de representar la auténtica realidad. Solo los que están siendo documentados por El País desde 2018 ascienden a casi 1.000.
En la mayoría de ellos nos encontramos ante pederastas que habían
cometido decenas de abusos que habían sido conscientemente encubiertos. A
pesar de la evidencia, la respuesta por parte de la Conferencia
Episcopal es que “no son muchos casos”, que en “un periodo de 80 años,
seguramente no pasan de mil”.
En el mes de octubre, la revelación
de 330.000 casos de pederastia perpetrados por de la Iglesia Católica
francesa sobrecogió al mundo. Los datos en el país vecino pueden darnos
una idea sobre la magnitud real de los que han podido tener lugar en el
seno de la Iglesia Católica española, donde esta cuenta con
estrechísimos vínculos con el aparato estatal tras 40 años de dictadura
nacional-católica, siendo unos de los principales poderes capitalistas
del país.
Una situación de impunidad que, tras décadas de
“democracia”, ha cambiado poco. A estas alturas sigue sin existir una
completa separación entre la Iglesia y el Estado y se mantiene vigente
el reaccionario Concordato entre el Estado español y el Vaticano.
Un
buen ejemplo es el control de la Iglesia sobre una parte muy importante
de la educación, a través de la red privada-concertada. Más de 1.5
millones de niños estudian en las 2.500 escuelas católicas, habiéndose
destapado recientemente numerosos casos de pederastia en escuelas
gestionadas por ordenes religiosas católicas como los Maristas. También
tienen el dominio sobre las principales empresas de asistencia a
menores.
¡Que una institución carcomida por los abusos a niñas y
niños pueda seguir al frente de colegios y centros de menores resulta
absolutamente indecente!
Una lavado de cara ante un escándalo imposible de ocultar
Todos estos datos, publicados ahora por El País,
no son ninguna novedad, y han sido difundidos durante años por víctimas
y familiares que llevan décadas luchando por obtener reconocimiento y
reparación. Una información que desde hace tiempo tienen, tanto el
Vaticano como la Conferencia Episcopal Española, pero que ha sido
ignorada, cuando no encubierta, por las autoridades eclesiásticas, aquí y
en otros países, y por las diferentes autoridades judiciales.
En
los últimos años, ante la magnitud de los escándalos y la imposibilidad
de seguir encubriéndolos, la Iglesia y el Vaticano se han visto
obligados a dar alguna aparente respuesta para intentar darse un lavado
de cara. El propio papa Francisco, con la cobertura de los medios de
comunicación y el sorprendente aplauso de sectores de la izquierda,
anunció el inicio de una supuesta “cruzada” dentro de la Iglesia para
acabar con la pederastia.
Pero, ¿en qué ha consistido esta
campaña? En exigir que un obispo o superior religioso proceda a abrir
una investigación ante cualquier información sobre un posible caso de
abuso o de pederastia, sin necesidad de una denuncia formal, e informar
inmediatamente a Roma. Es decir, que se ha reconocido que hasta ahora,
ante un grave delito como es la pederastia, lo que se hacía era
encubrirlo, algo que por cierto es también, en sí mismo, delito.
Y
esto se plantea que lo hagan los mismos altos cargos que han estado
ocultando miles de casos durante años. Un ejemplo es el de Benedicto
XVI, ahora papa emérito, que cuando era arzobispo y cardenal de Munich,
tapó el caso de un cura condenado en 1986 a 18 meses de prisión por
abusos a menores, llegándolo a trasladar en dos ocasiones a otras
parroquias para evitar el escándalo. Esta política de traslados ha
facilitado que los abusadores hayan podido volver a actuar en otro lugar
pero desde un nuevo anonimato.
El Gobierno PSOE-UP mantiene la impunidad de la Iglesia Católica
En
el Estado español esta impunidad, fomentada con la inviolabilidad del
secreto eclesiástico, es mayor si cabe. Que los delitos de abusos hacia
menores, hasta hace poco, prescribiesen a los 5 años a partir de que las
víctimas cumpliesen 18 era un despropósito único en Europa.
Los
lazos existentes con el aparato franquista se han mantenido hasta la
actualidad, impidiendo que desde el aparato judicial o la fiscalía se
iniciaran investigaciones serias al respecto. Los vínculos de numerosos
jueces con sectas ultrarreligiosas católicas dan buena muestra de ello.
A
pesar de las evidencias, el Gobierno “progresista” PSOE-UP, no ha
tomado medida alguna al respecto, ni para investigar a fondo esta lacra,
ni para recortar privilegio alguno de la Iglesia Católica, ni para
apartarla de esferas tan sensibles como es la educación o el cuidado de
los menores de edad.
La propia Ley de Protección de la Infancia, una de las medidas
estrellas del Gobierno y de UP, aunque contiene medidas positivas,
quedará en papel mojado respecto a los abusos de la Iglesia ya que se
mantiene intacto todo su poder y sus lazos con un aparato del Estado
“católico, apostólico y romano”.
En vez de luchar para acabar con
los privilegios económicos de la Iglesia, con su poder sobre la
educación y su impunidad, y por un Estado auténticamente laico libre de
injerencias de esta institución reaccionaria y feudal, los dirigentes de
UP se dedican a hacer gestos a la cúpula de la jerarquía eclesiástica
buscando su aprobación. Así ha ocurrido con la visita de Yolanda Díaz al
papa Francisco para ofrecerle sus respetos, encuentro aplaudido por el
propio Pablo Iglesias, quién ha calificado al papa de ¡ejemplo de
progresismo!
Lo única política de izquierdas aceptable frente a
la Iglesia Católica es aquella que rompa con todos sus privilegios, y
acabe con el poder que ejerce sobre la educación y la asistencia social,
que le permite mantener una poderosa red ideológica con la que hacer
negocio de las necesidades sociales y difundir su doctrina machista,
racista, LGTBIfóbica.
Solo así se podrían acometer
investigaciones transparentes y firmes que pongan en la picota de verdad
a todos los culpables, directos o encubridores, y repare realmente a
las víctimas.
Fuente → izquierdarevolucionaria.net
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