La columna Durruti
 
La columna Durruti
Carl Einstein

Discurso póstumo sobre Buenaventura Durruti pronunciado por el voluntario anarcosindicalista alemán de la Columna Durruti, Carl Einstein. Fue emitido por la emisora de radio de la CNT-FAI en Barcelona poco después de la muerte de Durruti en noviembre de 1936, y posteriormente publicado por los Servicios Oficiales de Propaganda de la CNT-FAI en el folleto Buenaventura Durruti.

Nuestra columna recibió la noticia de la muerte de Durruti durante la noche. Poco se habló de ello. El sacrificio de la vida parece natural para los compañeros de Durruti. Uno dijo: «Era el mejor entre nosotros». Otros gritaron: «¡Venganza!» El lema del día siguiente era: «¡Venganza!» (¡Venganza!)

Durruti, este personaje tan real nunca hablaba de sí mismo. Había desterrado el prehistórico término «yo» de su vocabulario. La Columna Durruti sólo conoce el «nosotros» colectivo. Nuestros camaradas tendrán que enseñar a los escritores literarios a reformar la gramática en sentido colectivo.

Durruti comprendió instintivamente el valor del trabajo anónimo. El anonimato y el comunismo son una misma cosa. La obra de Durruti no tenía nada en común con toda la vanidad de las izquierdas. Vivió con sus camaradas, luchó como un «compañero». Dio un ejemplo entusiasta. No era un general, pero sus ojos amorosos nos inspiraron su pasión por la lucha, su profunda devoción por la gran causa común de la Revolución. Nuestros corazones han latido unidos a su corazón, que seguirá latiendo por nosotros en el frente. Siempre escucharemos su voz: «¡Adelante, adelante!» (¡Adelante!) Durruti no era un general, era nuestro camarada. No es una posición muy decorativa, pero en esta columna proletaria la popularidad no se explota. Sólo hay una idea: ¡Victoria y Revolución!

Esta columna anarcosindicalista nació de la Revolución. La guerra antifascista y la Revolución son inseparables para nosotros. Otros pueden discutir las cosas de forma más abstracta. Nosotros, como simples empíricos creemos que la actividad produce resultados más claros y definidos que un programa construido que suele evaporarse en el proceso de la acción.

La columna de Durruti está formada por trabajadores. De proletarios de fábricas y pueblos. Los obreros industriales catalanes salieron con Durruti, a ellos se unieron después los compañeros de las provincias. Los campesinos y los obreros agrícolas dejaron sus pueblos, devastados y oprimidos por los fascistas, para cruzar el río por la noche y unirse a nosotros. La columna Durruti se hizo fuerte con la tierra liberada por sus esfuerzos. Nacida en los barrios obreros de Barcelona, la columna Durruti contiene hoy los elementos más revolucionarios de Cataluña y Aragón, tanto de las ciudades como de los pueblos.

Los compañeros de la columna Durruti son militantes de la CNT-FAI. Muchos de ellos han sufrido en las cárceles por su ideal. Los más jóvenes se conocen de la «Juventud Libertaria».

Los agricultores y campesinos que se han acercado a nosotros, son hijos y hermanos de aquellos, todavía oprimidos. Miran al otro lado del río, a sus pueblos. Pero no luchan por sus granjas y pueblos, luchan por la libertad de todos. Vienen a nosotros chicos jóvenes, casi niños, huérfanos cuyos padres fueron asesinados. Estos niños luchan de nuestro lado. No hablan mucho. Pero ya han entendido mucho. Por la noche, cerca de la hoguera, escuchan a los mayores. Muchos no saben leer ni escribir. Nuestros camaradas les están enseñando. La columna Durruti volverá sin analfabetos.

La columna no está organizada ni militar ni burocráticamente. Ha crecido orgánicamente a partir del movimiento sindicalista. Es un sindicato social-revolucionario y no una tropa militar. Representamos a un sindicato de proletarios oprimidos, que luchan por la libertad de todos. La columna es la obra de Durruti que determinó su espíritu y defendió sus principios libertarios hasta su último aliento. Los fundamentos de la columna son la camaradería y la autodisciplina voluntaria. Y el fin de su actividad no es otro que el comunismo libertario.

Todos odiamos la guerra, pero la aceptamos como medio revolucionario. No somos pacifistas y luchamos con pasión. La guerra, esta idiotez anticuada, sólo se justifica por la Revolución Social. No luchamos como soldados sino como libertadores. Avanzamos, no para capturar propiedades, sino para liberar a los oprimidos por el capitalismo y el fascismo. La columna es una unión de idealistas educados en la clase. Hasta ahora, las victorias y las derrotas sólo sirvieron al capitalismo para mantener ejércitos y oficiales y para asegurar beneficios y rentas. La columna Durruti sirve al proletariado. A cada victoria de la columna le sigue la liberación de los trabajadores del pueblo capturado.

Somos sindicalistas-comunistas, pero reconocemos la importancia del individuo. Es decir: todos tienen los mismos derechos y los mismos deberes que los demás. Nadie se considera superior. Pero cada uno debe desarrollar al máximo su personalidad y dedicar sus esfuerzos a la obra común. Los técnicos militares aconsejan, nunca mandan. Puede que no seamos estrategas, pero somos combatientes proletarios. La columna es fuerte y representa un factor importante en el frente, porque está formada por hombres que persiguen un solo ideal: El comunismo libertario. Porque está formada por camaradas organizados sindicalmente y que trabajan como revolucionarios. La columna es una comunidad sindical de lucha.

Los camaradas saben que esta vez luchan por la clase obrera y no por una minoría capitalista o por el enemigo. Sabiendo esto, todos ejercen la más estricta autodisciplina. El miliciano no obedece, persigue, junto con sus camaradas, la realización de su ideal como necesidad social.

La grandeza de Durruti se debía a que casi nunca mandaba, sino que siempre educaba. Los camaradas solían ir a su tienda, tras su regreso del frente. Les explicaba y discutía las razones de sus operaciones. Durruti nunca mandaba, convencía. Sólo con el convencimiento se garantiza una acción clara y precisa. Cada uno conoce el motivo de su acción y está convencido de su necesidad. Así, cada uno quiere obtener los mejores resultados de su acción, a cualquier precio. El camarada Durruti dio el ejemplo.

Un soldado obedece por miedo e inferioridad social. Sólo lucha por un sentimiento de defecto. Así los soldados defienden los intereses de sus enemigos sociales, del capitalismo. Los pobres diablos que luchan del lado de los fascistas son un buen ejemplo. Pero los milicianos luchan ante todo por el proletariado y por el triunfo de la clase obrera. Los soldados fascistas luchan por una minoría moribunda, por su propio enemigo, mientras que los milicianos luchan por un futuro mejor para su propia clase. Así que los milicianos parecen ser más inteligentes que un soldado, después de todo. La columna Durruti se disciplina por su ideal y no por los desfiles.

Dondequiera que la columna avance, se colectiviza. La tierra se entrega a la comunidad, el proletariado del campesinado se convierte de esclavos en hombres libres. El feudalismo es sustituido por el comunismo libre. La población es atendida por la columna, alimentada y vestida. Cuando descansa en los pueblos, la columna forma una comunidad con los habitantes. Antes se decía ejército y pueblo, o incluso el ejército contra el pueblo. Hoy sólo hay un proletariado combatiente y un proletariado trabajador. Ambos forman una unidad inseparable. La milicia es un factor proletario, su carácter y su organización son proletarios y deben seguir siéndolo. Las milicias son los exponentes de la lucha de clases.

La Revolución exige de la columna una disciplina más estricta que toda militarización. Cada uno se siente responsable del triunfo final de la Revolución Social, que es la justificación y el fin de nuestra guerra, dominada por el factor social. No creo que los generales o el saludo militar puedan enseñarnos una mejor conducta. Estoy seguro de que hablo en el sentido de Durruti y sus camaradas.

No renunciamos a nuestros sentimientos antimilitares ni a nuestra fuerte desconfianza hacia los esquemas militares, que hasta ahora sólo han favorecido al capitalista. Fue por los esquemas militares que el proletariado se ha visto impedido de desarrollar su personalidad y fue forzado a la inferioridad social. Los planes militares debían romper la voluntad y la inteligencia del proletariado. Al fin y al cabo estamos luchando contra generales amotinados. Este hecho de rebeldía militar demuestra por sí solo lo dudoso del valor de la disciplina militar. No obedecemos a los generales, sino que luchamos por la realización de un ideal social. Parte de este programa contiene el máximo desarrollo de la individualidad proletaria. Por otra parte, la militarización era un medio favorito para suprimir la personalidad del proletariado. Cumplimos las leyes de la Revolución con todas nuestras fuerzas. La organización de nuestra columna se basa en la confianza mutua y la cooperación voluntaria. El fetichismo de la «dirección» y la fabricación de vedettes los dejamos gustosamente a los fascistas. Seguiremos siendo proletarios armados, ejerciendo voluntariamente la disciplina necesaria.

La columna Durruti seguirá siendo hija y defensora de la Revolución proletaria. Representa el espíritu de la CNT y de la FAI. Durruti vive en nuestra columna. Guardaremos fielmente su herencia. La columna Durruti, junto con todos los proletarios, luchará por el triunfo final de la Revolución Social, honrando así la memoria de nuestro camarada muerto Durruti

Traducido por Jorge Joya


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