Fascismo versus memoria
Zona de la fosa común en el Cementerio de San Rafael, en Córdoba

Fascismo versus memoria
Miguel Santiago Losada

El mes pasado estuve en la ciudad de Berlín, una de las capitales más singulares de Europa. Si tuviésemos que poner en un listado las ciudades del mundo que mejor recuerdan, respetan, afrontan, enseñan la memoria histórica, la capital alemana ocuparía el número uno. Una ciudad que se avergüenza de su pasado nazi y al mismo tiempo enseña a la humanidad cómo tenemos que estar atentos para que no vuelva a repetirse semejante barbarie, que asesinó a millones de personas por el solo hecho de pertenecer a una etnia distinta o tener una orientación sexual diferente. El recuerdo y la memoria de cada una de ellas las podemos encontrar en muchos lugares de la ciudad berlinense. A modo de ejemplo cito cinco lugares que encogen el alma y parten el corazón:

  • En pleno centro de Berlín, en Bebelplatz, existe un monumento memorial a la quema de libros por los nazis. Micha Ullman ideó una instalación espacial en el subsuelo de la plaza que rememora una biblioteca con estantes vacíos para conmemorar la quema de libros por el “Tercer Reich”. El poeta Heinrich Heine del siglo XIX llegaría a profetizar “Allí donde se queman los libros, se acaba quemando personas”. Precisamente el 10 de mayo de 1933 marcó el inicio de la censura y la persecución de intelectuales por el régimen nazi. Aquel fatídico día los libros de Heine fueron pasto de las llamas junto a miles de ejemplares por miembros de las SS.
  • Bernhard Lichtenberg, deán de Catedral católica de Berlín, alzó su voz contra los nacionalsocialistas, apresado por su defensa a los derechos humanos y muriendo cuando era trasladado a un campo de concentración. La Gestapo anduvo detrás de él durante varios años por oponerse a las prácticas y crímenes nazis. Tras la “Noche de los cristales rotos” rezó en público por los judíos perseguidos y, más tarde, protestó en una carta dirigida al Jefe de Salud del Reich contra el asesinato de discapacitados.
  • El edificio de la Nueva Guardia (en alemán Neue Wache), situado en el céntrico bulevar Unter den Linden, es actualmente un monumento recordatorio a las víctimas de las guerras y las dictaduras. Bajo el óculo abierto de la gran bóveda de la estancia se halla la estatua “Madre con hijo muerto” de Käthe Kollwitz, también llamada “La Pietá Kollwitz”. Expuesta al sol, lluvia y nieve, simboliza el sufrimiento de los berlineses durante la Segunda Guerra Mundial.
  • El gran solar que ocupó durante el nazismo la central logística de la Gestapo, la policía secreta del régimen de Hitler, aloja el centro de documentación “Topografía del Terror”, diseñador por la arquitecta Úrsula Wilms, donde se encuentran documentadas las 15.000 víctimas que fueron torturadas en los calabozos de la Gestapo, situados en el sótano del edificio. Los textos y fotografías de la “Topografía del Terror” detallan la sórdida historia del aparato de seguridad de Hitler entre los años 1933 y 1945.
  • El memorial judío, que se encuentra en las cercanías de la Puerta de Brandeburgo, es el monumento en memoria de los judíos asesinados en Europa. Se trata de una cuadrícula formada por 2.711 bloques de hormigón de diferentes alturas, que permite que los visitantes elijan su camino de entrada y salida como si se tratara de un laberinto. El paseo por sus estrechas galerías estremece a cualquier persona con alma y corazón recordando y rememorando a tantas víctimas inocentes.

Al mismo tiempo que emocionado por el poder reparador y sanador que tiene la memoria histórica, pensaba en el largo camino que aún nos queda por recorrer en el Estado español, y en particular en Andalucía, para hacer valer nuestra memoria histórica de las múltiples atrocidades cometidas por el régimen franquista. Miles de muertos en las cunetas y en las fosas comunes de los cementerios aguardan una sepultura digna rodeados de sus seres más queridos.

Propongo, a modo de ejemplo, la adaptación de ocho lugares destacados por el terror franquista para adaptarlos a la memoria histórica, al estilo de Berlín, de esta manera nuestros niños y jóvenes conocerán la dura realidad en la que vivieron sus antepasados y, al mismo tiempo, para que les sirva de “vacuna” contra cualquier atisbo fascista que pudiese darse en la sociedad.

1.- La memoria de las víctimas del barrio de la Macarena en la plaza de Pumarejo. Aún, después de más de cuarenta años de democracia, sigue enterrado en la Basílica de la Macarena “el carnicero de Sevilla” y de Andalucía. La tumba del genocida Queipo de Llano representa el símbolo franquista por excelencia de Andalucía que sigue en pie, permitido por la Junta de Andalucía, el Ayuntamiento de Sevilla y los 16.000 personas que conforman la cofradía. En palabras del historiador Paul Preston, Queipo de Llano era “un matón, chivato y mujeriego empedernido” cuyas “charlas radiofónicas nocturnas eran una incitación a la violación y al asesinato en masa”, lo cual no impidió que “fuera enterrado como un penitente de la cofradía de la Virgen de la Macarena”. El historiador José María García Márquez, experto en el “espadón africanista”, atribuye 12.854 “casos documentados” de víctimas asesinadas. Años después patrocinaría la construcción de la basílica de la Macarena y crearía una fundación para “amparar y proteger a la infancia desvalida”. ¡No se puede ser más cínico! Vergüenza debería darle a Susana Díaz, Juan Espadas y Juan Manuel Moreno, este último responsable de que, a finales de noviembre de 2019, el Parlamento andaluz rechazara con los votos de PP, Cs y Vox pedir que la Junta se dirigiera al titular de la basílica de la Macarena, para que, en el plazo de un mes como máximo, procediera a la exhumación y retirada de los restos. Isabel Atienza Lucio, cuyo cuerpo desnudo permaneció durante días en la plaza del Pumarejo tras ser torturada y asesinada, sería el ejemplo de miles de mujeres que sufrieron la represión franquista y que muy bien recoge la profesora y escritora Pura Sánchez. Las mujeres macarenas resistieron durante más de seis días el golpe militar del 18 de julio. En varias calles se colocaron placas, recordando a tantas y tantas mujeres anónimas.

2.- Memorial en el solar anexo al cementerio de San Rafael de Córdoba. La vergonzosa “memoria callada” habla de 11.581 víctimas en la provincia de Córdoba causadas por la represión franquista, más de 4.000 en la capital, casi todas ellas contabilizadas en los primeros 15 años de dictadura, que fueron enterradas sin identificar, según el historiador Francisco Moreno. Una cifra que poca gente conoce en Córdoba. Según el historiador, perecieron sobre todo en 1936 bajo el llamado período de terror de “Don Bruno”, el teniente coronel Bruno Ibáñez, enviado “con carta blanca” por el general Queipo de Llano a Córdoba para depurar a la población. El historiador Moreno, aclara, que había días que se fusilaba en Córdoba tres o cuatro horas sin parar, “empezaban a las tres de la mañana y los siguientes morían en el charco de sangre de los anteriores. Llegaba la mañana y a veces tenían que continuar ante los ojos atónitos de los vecinos”.

3.- Memorial del antiguo Gobierno civil de Granada, lugar donde estuvo encarcelado García Lorca horas antes de ser fusilado. El gobierno civil se encontraba en la céntrica calle Duquesa, número 14. En este lugar se elaboraron buena parte de las listas que condujeron a la muerte a muchos represaliados. Los detenidos en sus dependencias eran víctimas de las torturas. Algunos investigadores como Gibson y Molina González cuentan escalofriantes testimonios de presos desesperados lanzándose por la ventana hacia la calle buscando la muerte. Sin ninguna duda, El gobierno civil llegó a ser el corazón del terror en la Granada del 36. El inmueble fue demolido y, en 1955, fue inaugurado un nuevo edificio para dependencias universitarias. Lo más lamentable es que su construcción silencia la terrible represión franquista en Granada.

4.- Memorial en el barrio del Palo de Málaga. La masacre de la carretera Málaga-Almería, conocida popularmente como “La desbandá” fue un criminal ataque a civiles por parte de los golpistas durante la Guerra Civil, el 8 de febrero de 1937, tras la entrada en Málaga de las tropas franquistas. Una multitud de personas (muchas mujeres y niños) abarrotaban la carretera huyendo hacia Almería, que se encontraba bajo el control de la República. Fueron atacadas por mar y aire, según Norman Bethune, causando la muerte entre 3000 y 5000 civiles entre los 40.000 desplazados.

5.- Memorial en el solar de la antigua plaza de toros de Cádiz. La plaza fue inaugurada el 30 de mayo de 1929. En la Guerra Civil se utilizó su fachada como paredón para fusilamientos, lo que provocó que la ciudad dejara de acudir a los eventos allí celebrados. A los gaditanos/as se les quedó en sus oídos el sonido de los pelotones de fusilamiento en las tapias de este edifico protagonista de los hechos más dolorosos de la ciudad. Un gaditano, Juan Figueroa, hablaba en un reportaje sobre el asunto: “La gente dejó de venir a los toros porque el que más o el que menos había perdido un pariente en este lugar. Fue una manera de guardarles luto puesto que existían muchos sentimientos encontrados. Al final tuvieron que cerrar la plaza en los años sesenta”.

6.- Memorial del Refugio de Santiago de Jaén. Situado en la Plaza de Santiago, es uno de los seis que se construyeron en 1937 después de que la población civil de Jaén fuera sometida a un terrible bombardeo por la Legión Cóndor pocos días antes del acontecido en Guernica. Al contrario del suceso ocurrido en el norte del país, el bombardeo de la capital no ha tenido tanta fama, pero fue el origen de la construcción del refugio, ideado por si sucedía un nuevo ataque. Está construido a tres metros bajo tierra y tiene capacidad para algo más de 1.000 personas.

7.- Memorial de los refugios subterráneos de Almería. Se construyeron a raíz de los 52 bombardeos por aire y mar que sufrió la población, en los que cayeron un total de 754 bombas durante la guerra. Más de 4 kilómetros de longitud sirvieron para albergar a los 40.000 habitantes de la ciudad.

8.- Memorial del muro del parque Moret de Huelva. Tras la conquista de Huelva por los golpistas el 29 de julio de 1936, siguieron varios meses de una brutal represión, que se saldó con entre 6.000 y 7.000 muertos, según las últimas estimaciones. En la ciudad de Huelva, los lugares predilectos de fusilamiento fueron las tapias de los cementerios de San Sebastián (actualmente desaparecido) y La Soledad (cuyos muros aún conservan las huellas de los disparos), además del Parque Moret, lugar situado en aquel entonces en las afueras de la ciudad. Los primeros fusilamientos celebrados en el Parque fueron los de Diego Jiménez Castellano, último gobernador civil republicano de la provincia, Julio Orts Flor y Alfonso López Vicencio, tenientes coroneles de la Guardia Civil y Carabineros, respectivamente. En el mismo lugar fueron fusilados en días sucesivos el resto de las autoridades republicanas de Huelva.

Es necesario recordar y rememorar para que como dice el proverbio de Marco Tulio Cicerón: “Los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla”.


Fuente → paradigmamedia.org

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