El maestro republicano victorino cobo vega y su hijo luis cobo voces, fueron asesinados por pistoleros falangistas en el bierzo, en 1936

El maestro republicano Victorino Cobo Vega y su hijo Luis Cobo Voces, fueron asesinados por pistoleros falangistas en el bierzo, en 1936

Victorino Cobo Vega nació en Orellán (León) en 1864. A finales del siglo XIX emigró hasta Puerto Rico, donde ganó unas oposiciones a maestro de escuela. Antes de regresar a España como distinguido indiano, recorrió un puñado de países en Sudamérica trabajando para terratenientes. Años después volvió a Orellán donde se empleó como maestro. Tras casarse y enviudar, casó después con la que sería la madre de sus hijos, Dominga Voces Blanco, 30 años más joven que él. Sus 2 primeros hijos, Publio y Pilar, murieron trágicamente.

Victorino estaba bajo sospecha colectiva de difundir los ideales Republicanos, por pertenecer al colectivo docente. Victorino hizo campaña por el Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936. Hombre religioso, recibió una reprimenda pública del cura de Orellán, quien desde el púlpito dirigió un sermón con un par de invectivas cargadas de resentimiento político hacia el maestro. Este no se lo pensó 2 veces, se echó la chaqueta al brazo y se fue de la iglesia.

Tras el golpe fascista del 18 de Julio, Victorino no dudó en interceder por más de un vecino de derechas para evitar que corrieran mala suerte. Sin embargo, los franquistas ya se la tenían jurada. Un falangista local ya le había advertido a su hijo Luis, también maestro y aspirante a militar: «Llevo ya 99 muertos y tú vas a ser el número 100». El pecado de Luis, que efectivamente fue el número 100, era ser hijo del maestro. Ese Agosto, el fascista le descerrajó 2 tiros a Luis cuando regresaba a la casa paterna desde el Lago de Carucedo. Luis tenía 18 años.

En Octubre, unos falangistas del pueblo fueron a por Victorino, quien no perdió la dignidad: «Dejar que vaya a lavarme», se aseó y se vistió con un traje reluciente. Pudo salvar la vida cuando ya había un par de cartuchos que llevaban su nombre. Sin embargo el 20 de octubre de 1936 fueron a buscarle por 2ª vez unos camisas azules de Villalibre: El viejo maestro fue encerrado en una cuadra como si fuera un animal, el de Orellán se supo ya perdido para siempre. Esquivar dos veces el paseo era harto difícil en aquellos albores de la Guerra Civil.

Encerrado en el establo con las bestias, sus verdugos le dijeron: «¿Cena? Tú ya no necesitas comer nada más». Era su cruel manera de hacerle ver que le había llegado su hora. Al viejo maestro de la escuela de Orellán del Bierzo leonés, lo mataron a tiros 2 falangistas, un tal Senén acompañado de Sinforiano. Le dieron el disparo de gracia al amanecer, y dejaron su cuerpo sangrante abandonado al pie de la antigua carretera que unía Ponferrada con Ourense. Amanecía el 21 de octubre de 1936. Alguien después abrió una fosa, al lado del camino, al pie de un viejo nogal, para sepultar por siempre su historia.

El primer certificado de defunción del maestro, solicitado por su viuda, está fechado el 28 de mayo de 1937. Dice el juez, con un eufemismo sarcástico, que Victorino «falleció en despoblado el día 21 de octubre de 1936, a consecuencia de disparo de arma de fuego según resulta del Expediente de información testifical en el movimiento revolucionario». También apuntaba, ya que no a los autores de la muerte, el lugar donde fue enterrado: «las cercanías de Toral de Merayo».

«Mi padre», dice Edita Cobo, nieta de Victorino, «quiere llevar sus restos al cementerio de Orellán para que reposen con los de mi abuela, que murió a los 84 años después de una vida llena de sufrimientos y miedos. Le mataron a su marido y a un hijo, y otros 2 murieron de forma dramática. Mi padre fue al final lo único que le quedó». Los restos de Victorino han sido buscados por La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) en una cuneta de la carretera que une Toral de Merayo y Villalibre. Sin embargo su fosa nunca apareció porque fue destrozada por la obra de ampliación de una carretera. Desapareció para siempre.


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