El 0,7%

El 0,7%
Actor porno jubilado

Sigo constatando cuánto ha cambiado la sociedad en estos años. Una de las primeras acciones con carga política/social que realicé en mi vida es acudir a la acampada por el 0,7% en la Castellana. Supongo que lo que pretendíamos era saciar nuestra conciencia abrazando una causa altruista, pero al menos dicha causa escogida para congraciarnos con nuestro yo moral era realmente loable: acabar con la pobreza extrema con una aportación de todos los Estados de un 0,7% de su PIB a un fondo común destinado a paliarla. Una idea que hoy mismo sería plenamente válida y, por lo que a mí respecta, cedo gustoso el 0,7% (y el 7%, y bastante más) de mis ingresos para terminar con la miseria y el hambre en el mundo.

La cuestión es que el sufrimiento humano está devaluado. ¿Qué tirón social tendría hoy día una reivindicación así? Noticias desgarradoras como hambrunas o guerras larvadas en países miserables van desapareciendo de los medios. Ahora es mucho más mediático hablar del sufrimiento animal, la gente se moviliza para «salvar el planeta» como concepto y cobra vigor un neomaltusianismo que considera a los humanos como bacilos depredadores de recursos finitos. Las noticias conmovedoras vienen de la discriminación de alguna categoría victimizada, y es motivo de revuelo social una palabra ofensiva mientras que el sufrimiento y muerte de miles de seres humanos pasan desapercibidos. Vende la anécdota en el mundo rico más que el dolor crónico, cotidiano de la mitad pobre.

Mi generación tuvo como modelo de lucha y compromiso al Che Guevara; hoy, los estandartes son Juana Rivas y Greta Thunberg. Joder cómo ha cambiado el cuento.

Simplificando, se podría decir que hace cuarto de siglo, para sentirnos mejores personas, pretendíamos salvar a negritos y chinitos. Todo lo hipócrita y ridículo que queráis, pero es que hoy en día, para el mismo egoísta propósito, se procura salvar a perritos y gatitos. Y aquí es el momento en el que me cago en Dios, y clamo por un próximo y gozoso holocausto nuclear que acabe con esta pútrida decadencia intelectual, artística y moral, haga tabula rasa y la humanidad tenga que reinventarse y reconstruir la civilización desde los escombros. Desde luego no será que las potencias no están haciendo esfuerzos por satisfacer este anhelo, muy especialmente USA con la estrategia de presión constante sobre sus dos rivales estratégicos.

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Sólo queda la música, esa amiga fiel.


Esta señorona es el sosias femenino de Iggy Pop, tsar y tsarevna del punk rock. Si éste es la iguana, la teutona es un camaleón. La verdad es que me hace gracia imaginarme a la Hagen en la pose de víctima que adoptan las monitas de hoy.

Y cerramos con otra abuelita boche: