Prólogo
Después de la detención de mi hijo, llegaron horas extrañas. Buscar abogados, insistir en la inocencia de mi hijo frente a amigos que leían las noticias de diarios que no se molestaron en contrastar la información. Ese miedo a estar marcado. Reuniones con coordinadoras que nos proponían movilizarnos para exigir la retirada de cargos. Ya digo, momentos muy extraños porque aún pensábamos que si nuestro hijo era inocente, no podrían caerles las penas que pedía la fiscalía. Y nos equivocamos.
He rescatado para este diario momentos que, creo yo, pueden servir a otras familias que puedan estar pasando por algo similar. Para que sepan a qué enfrentarse, a quiénes se enfrentan, y después decidan. Algunos comentarios en Twitter después del artículo de la semana pasada querían apoyar a las familias. Gracias a todas las que compartisteis en RRSS. Eso nos da aliento, no nos deja solos ante un dolor insondable, que se lleva todo lo demás. Nos da ánimo, hacéis que el caso sea cada vez más conocido y eso, aunque es un arma de doble filo, nos tranquiliza. Nosotros ya hemos sido sentenciados hasta en dos ocasiones y, a la espera de la decisión del Supremo, sólo nos queda esperar.
Este diario tiene una intención expositiva. Nos exponemos como familia, me expongo como padre, y lo hacemos porque creemos que esta infamia tiene un componente político y está planificada, tiene un patrón y se repite en otros casos similares. Quiero que, con mi humilde aportación, madres y padres de futuras víctimas de criminalización de la protesta, sepan que sus hijos son inocentes hasta que se demuestre lo contrario y que, muchas veces, una sentencia no demuestra “lo contrario”, más bien, muestra el trabajo que tenemos por hacer todavía como democracia en sectores públicos que inciden en la libertad de la ciudadanía.
Decía que “algunos” comentarios eran de apoyo para diferenciarlos de los que eran para insultarnos. Al exponerte así es a lo que te arriesgas. No me amedrantan. No me amilano ante la canallería fascista que insiste en salir impune del debate. Presumen de que sus hijos han sido bien educados, y nunca harían algo así. ¿“Algo”, como ir a una manifestación? Entonces lo has educado bien, pero bien sumiso. También se me acusa de adoctrinar. Los católicos. Ellos que, usan un libro con una idea única del mundo, me acusan de adoctrinar. Los patriotas. Ellos que, usan una bandera para comunicar una idea única de patria, me acusan de adoctrinar. Los honrados. Ellos que, usan la honradez para confundirla con la corrección, con la pleitesía y la reverencia ante los que nos oprimen y oprimen a los de más abajo, me acusan. Yo a mi hijo le di la libertad. Sólo así pudo elegir una ideología que traspasa cualquier doctrina. Esa que puede resumirse en el “vive y deja vivir”, pero lucha para que todos puedan tener las mismas oportunidades que tú. Solidaridad, fraternidad y antifascismo. No son doctrinas. Son las bases mismas del amor. A los que le recomiendan leer más, no se preocupen, lee mucho. Estudió filosofía, y el único regalo que ha recibido de su padre han sido libros. A ese acuerdo llegamos hace tiempo. Ahora os da más miedo, ¿verdad? ¡Rojo y leído!
Días previos: los “Lasala S.A.”
Después de las detenciones, llegaron los días previos al juicio. Supusimos que sería impensable una sentencia de culpabilidad sin pruebas, y menos con penas de cárcel. Y se nos advirtió de algunas decisiones de parte que había tomado Carlos Lasala, el juez de la audiencia provincial de Zaragoza que nos había tocado. El apellido viene de una saga de jueces. Durante el franquismo, otro Lasala, su padre, firmó sentencias de cárcel basadas en la orientación sexual de los acusados. La tan afamada transición, le permitió transitar del Tribunal de Orden Público a la Audiencia Provincial con total impunidad, y todas sus víctimas jodidas y acalladas de por vida. La historia del estado español sigue siendo una extraña huida hacia delante en la que se le exige a las víctimas que olviden y callen. Yo no sé si ese padre-juez educó a su hijo-juez para que no se metiera en líos. O que valores de bien puede transmitir un ejecutor de los deseos de la dictadura. ¡Qué sabré yo! Quizá “en líos” sólo nos podemos meter las gentes que luchamos por mejorar la sociedad como en líos se metían los que su padre encerraba por maricones y rojos.
Y sí. Contra el heredero del pequeño negocio familiar de jueces Lasala SA –también es juez su otro hijo, Rafael Lasala-, se enfrentó mi hijo, un estudiante de filosofía y trabajador, como los otros cinco acusados, todos de clase obrera. Y de haber sabido la impunidad de estos filibusteros hubiera empezado esta campaña mucho antes.
Días del juicio: principio de indefensión
Las familias, con el miedo en el cuerpo, acompañamos a nuestros hijos en los días que duraron las vistas del juicio. Fuimos prudentes. No hicimos declaraciones. En sede judicial hubo un trasiego de testigos de la defensa, de la fiscalía y de la abogacía del Estado. Se distaba mucho de los que decían unos y otros. Ya me advirtieron que tuviéramos cuidado con la presunción de veracidad que se le otorga a la policía. Yo supuse que un juicio donde se piden penas privativas de libertad, el juez se cuidaría muy mucho de que esa presunción estuviera sujeta a alguna prueba. Y después de que diversos abogados demostraran las contradicciones de algunos agentes a la hora de identificar a los acusados, me sentí aliviado. Hoy sé que estúpidamente aliviado. Sí, al final, te hacen sentir estúpido. Los días previos a la sentencia, cuando se esperaba que la fiscalía presentara unas pruebas objetivas contra los acusado, rehusaron hacerlo. Era la grabación de los servicios de seguridad del campus universitario. Ellos querían presentarlo como prueba, pero nuestros abogados nos dijeron que si no lo habían hecho era porque no se veía a ninguno, y recalco, a ninguno de los seis en el lugar desde el que se lanzaron objetos. Aprovecharon nuestros abogados para presentar la prueba ante el juez, pensando que, ante lo irrefutable de la misma, la sentencia debía de ser no culpables o directamente sobreseerse el caso.
No fue así. Siguió el juicio. Hubo un período de deliberación donde, supongo, se redacta la sentencia. Después de verla, a uno le queda la duda si la sentencia la fue rellenando en cuanto le cayó el caso en su tribunal, perdón audiencia, perdón que no es suya, que la pagamos nosotras.
La sentencia fue brutal. Recogía dos penas máximas de tres años, y la única vara de medir fueron los atestados policiales y la veracidad que se le presume por ley a la policía. Una práctica muy española que el Consejo de Europa instó a reformar por “su potencial represivo”, al no estar compensada, la presunción de veracidad, con medidas de control. ¿La justicia española cuestionada en Europa? ¿Puigdemont, Valtònyc? ¿Os suenan de algo? Ni Bélgica, ni Italia, ni Alemania, han tenido a bien extraditar… pero volvamos con los 6 de Zaragoza.
¿Y las contradicciones en el testimonio policial? Carlos Lasala redactó:
“En cuanto a las supuestas contradicciones detectadas entre lo manifestado por algunos de los agentes en las comparecencias practicadas en la instrucción con lo declarado en sede plenaria no cuestionan su veracidad.”
Cuando el único argumento para la condena de nuestros hijos fue la presunción de veracidad, sí, claro que debería ser exculpatorio para los acusados, presuntos culpables, que la policía no recuerde con exactitud algunos hechos. Una contradicción, no es supuesta, o lo es o no lo es. Y esto no es sólo una opinión jurídica, es una certeza lingüística. El párrafo entrecomillado nos demuestra dos cosas: que la labor del juez no iba a ser la de impartir justicia, más bien, la de encajar un relato de culpabilidad y que, el señor juez, necesita unas clases de redacción para que las locativas no invadan la subordinada y aparezcan, también, algunas comas. El párrafo es indigno para la justicia y para la literatura jurídica. Pero con ese apellido quién necesita ser bueno en lo suyo. A nosotras, a las familias de los condenados, se nos rompió el alma como en cristalitos finos, picudos. Se nos heló la sangre. Mi hijo estaba destrozado y la vez perplejo, y su abogado no entendía nada. Releíamos la sentencia y la estupefacción pasó a ser pasmo.
¿Y las grabaciones? Esto dijo para descalificar la única prueba objetiva presentada en el juicio:
“…la identificación de la identidad de las siluetas que aparecen en la mentada grabación resultó imposible para la Sala debido a su deficiente calidad y a la falta de luz dada la hora de los hechos…”
De nuevo, si analizamos el texto, nos encontramos con una premisa que condicionada todo lo demás, las llama “siluetas”. Lo que nos lleva a preguntarnos si en ese vídeo no había personas detrás de esos contornos. Igual, pensó que no eran personas las que lanzaban objetos, igual pensó en demonios rojos, comunistas con cuernos y rabo. Lo cierto es que escribió “siluetas” y que, desafortunadamente, él no pudo, “resultó imposible”, identificar. Desconozco el máster que tiene Lasala en comunicación audiovisual, pero sí conozco la posibilidad que se le brinda a un juez durante un proceso de contratar peritos que analicen pruebas cuyos cometidos excedan a su comprensión. No lo hizo. Tenedlo claro. Iban a por los seis de Zaragoza porque se manifestaron contra el odio de la ultraderecha. Lo veremos en próximos días. Con próximas sentencias.
Despedida y cierre
Me gustaría animar, a quiénes pasen por algo parecido, a dejar el anonimato. El “mejor calladitos”, no funciona. Hoy nos arrepentimos. Me gustaría proponer a políticos y activistas que busquemos fórmulas para crear una agencia que coordine a nivel estatal este tipo de desmanes judiciales y busque, no sólo cambiarlos, sino la manera de que estos actos no puedan salir impunes. Los jóvenes de Altsasu siguen presos por las mismas trampas judiciales que me han traído a exponerme. Y sé que de alguna manera, a exponeros también a vosotras, ante un dolor, sea porque empatizáis con él o porque os causo rechazo.
Ojalá, nunca hubiera tenido que exponer mi dolor.
Fuente → arainfo.org
No hay comentarios
Publicar un comentario