¿Cómo disputar el relato a la extrema derecha en tiempos de colapso civilzatorio?

Será nuestra acción colectiva la que pueda frenar al fascismo y a la extrema derecha.

¿Cómo disputar el relato a la extrema derecha en tiempos de colapso civilzatorio? / Pedro A. Moreno Ramiro

A día de hoy vivimos un escenario sociodemográfico que se antoja complicado en su ser más profundo y tosco en las formas de cómo abordarlo. Las migraciones forzosas y el auge de la extrema derecha son dos puntos claves en Occidente que están determinando la vida política de las sociedades europeas y que en un futuro muy cercano, dibujarán con más fuerza aún si cabe el porvenir del Viejo Mundo.

En el Estado español, Catalunya, Euskal Herriak y Galiza frenan la entrada del discurso abiertamente xenófobo y racista debido a las fricciones identitarias con lo que simboliza y supone España como sujeto político. Cosa que no implica que no se den discursos racistas y xenófobos a nivel grupal o individual, eso sí, sin un partido parecido a VOX que cumpla con las sensibilidades nacionalistas vascas, catalanas o gallegas que se dan muy ampliamente en estos territorios. Muy seguramente en un futuro cercano este tipo de organizaciones podrán surgir en estos lugares debido a diferentes elementos, entre ellos, el aumento de la crisis climática o la agudización de las olas migratorias.

En lo que respecta a VOX, se conforma como tercera fuerza en el Estado Español según el CIS de diciembre de 2021 con un 14,3% de los votos. Formación política abiertamente antifeminista, racista, xenófoba y negacionista con el cambio climático. Paradójicamente en lugares tan afectados por el cambio climático como Murcia o El Elegido en Almería, se sitúan los índices más altos de apoyo electoral al partido ultra, exactamente con 28,6% de los votos en la Región de Murcia y un 36,32% de los votos en la ciudad almeriense. Téngase en cuenta la situación geográfica de estos dos territorios y su vinculación con el sector primario, el cual recae principalmente en manos de personas migrantes, los cuales por cierto soportan unas condiciones laborales de pura precariedad.

Pongo estos dos ejemplos, pero podrían ser muchos otros en Madrid, las dos Castillas, Extremadura o Andalucía que ejemplifican el ascenso imparable que representa la formación de Abascal en lo que yo llevo un tiempo denominando la “España sociológica”. El caso es que ante este aumento de la extrema derecha, muchos economistas liberales como Requeijo en su libro “Odisea 2050”, plantean acoger a cientos de millones de inmigrantes para no colapsar nuestro sistema de pensiones y de “bienestar” para poder así seguir dando vueltas a la rueda del consumo que conlleva la destrucción de nuestros ecosistemas. Esto, que no solamente lo dice Requeijo, he de decir que me resulta fuertemente paternalista como principio, ya que son los gobiernos occidentales los que eligen quién entra y quién no, además de que este tipo de planes demográficos tienen muchas papeletas de derivar en guetización si no se llevan a cabo unos programas de integración y acogida profundos. Francia y Alemania representan dos ejemplos de cómo no se tienen que hacer las cosas.

En el país galo, pese a ser el lugar donde surgió el decrecimiento como propuesta política, nos encontramos con que la extrema derecha de la mano en este caso del ultraderechista Éric Zemmour y según La Vanguardia, triunfaba en las encuestas celebradas en el pasado mes de noviembre (2021) donde le otorgaban el 18% o 19% de los votos, mientras que para el actual Primer ministro la intención de voto se situaba en torno al 23% o 24%. También es reseñable cómo la propia izquierda francesa de la mano de Mélenchon, introduce en su discurso ciertos elementos anti-inmigración de la extrema derecha frente al colapso social que existe en el mapa hexagonal desde hace décadas. Un ejemplo de esto es cómo en barrios donde históricamente ganaba en el PCF, hoy en día son los de Le Pen u otras fuerzas de extrema derecha los que se llevan el mayor apoyo electoral.

Este contexto no es mucho mejor en otros lugares del continente donde Regímenes como el Polaco o el Húngaro marcan una hoja de ruta claramente proteccionista y anti-inmigración. Toca hablar, por lo tanto, de otras vías y propuestas sociopolíticas diferentes para hacer frente al colapso civilizatorio que vivimos en este siglo XXI. Esta vuelta a los nacionalismos que surgieron como fenómenos políticos allá por el siglo XIX y que muchos autores vinculan con el comienzo de la modernidad, han derivado con el paso de los años en los países musulmanes del Magreb y del Oriente próximo en el asentamiento del fundamentalismo islámico, el cual paradójicamente en Europa se ha traducido en su hermano siamés: los nuevos nacionalismos de corte xenófobo y racista. Como puede entender el o la lectora, este cóctel explosivo si tenemos en cuenta de dónde nace y fluye la principal corriente migratoria hacia Europa está conllevando y conllevará una serie de conflictos futuros de los cuales no llegamos a tener una idea clara, pero que no cabe duda, que marcarán un nuevo contexto de crispación, conflictos y choques socioculturales en la Europa de la segunda década del siglo XXI.

En este ambiente presente, pero sobre todo futuro en lugares como el Estado español, lo que yo intento plantear es que debemos luchar para disponer de las herramientas necesarias para poder ayudar y asistir a aquellas personas migrantes que se encuentran en nuestros pueblos o que recibiremos en los próximos años. Para ello, es y será fundamental que las instituciones, las ONGs, las personas técnicas y sobre todo los movimientos vecinales se impliquen para luchar contra los posibles discursos de la extrema derecha y contra la guetización que se puede producir y que de hecho ya se produce. No es un secreto cómo en Nafarroa y en concreto en Iruñerria, en barrios como San Jorge o la Milagrosa en el modelo educativo público de castellano nos encontramos con clases conformadas principalmente por chavales y chavalas migrantes o de ascendencia foránea, al igual que por personas de etnia gitana. Mientras tanto en el modelo D (modelo educativo en euskera), la gran mayoría (me atrevería a decir que el 90% de las personas que acuden a ese modelo lingüístico) son de ascendencia navarra. Esto es un claro ejemplo de fracaso y sobre todo conforma en mi opinión los primeros ladrillos para construir sociedades segmentadas y guetizadas en una o dos generaciones.

Es a medio largo plazo donde se encuentra la clave de toda esta situación, debemos demandar a nuestros gobernantes que no podemos seguir consumiendo como consumimos ni viviendo al ritmo que vivimos, es necesario un cambio de paradigma para reequilibrar la balanza y que la gente pueda vivir en los países del sur sin necesidad de tener que abandonar sus familias y hogares por un imperativo de pura necesidad, que no debemos olvidar que es provocado por el expolio al que son sometidos los pueblos del sur por parte del mundo occidental con sus gobiernos y empresas. Club selecto al que se ha sumado con mucha fuerza China, responsable del expolio actual de media África. Es en este punto donde toca recordar que el derecho a la movilidad es un derecho internacional, eso sí, cuando la misma no se convierte en una imposición.

Muy seguramente será en estas fechas de excesos y consumo cuando más toque repensarlo todo y reorganizar nuestras sociedades. En mi caso, estas líneas de reivindicación y crítica las he escrito con la música de fondo de dos grandes compositores: Ruper Ordorika y Ali Farka Touré. Muy seguramente con el objetivo claro de utilizar la música como ese elemento horizontal que une a los pueblos desde la fraternidad. Desde luego que este artículo de opinión es un grito que nos pide, nos exige leer y entender a esos grandes autores que han teorizado en torno al colapso, la ecología o el decrecimiento: Paul Aries, Serge Lotouche, Carlos Taibo, Vandana Shiva, Oçalän, Petra Kelly o cÓmo no, el irreverente Murray Bookchin, el cual sin duda alguna, representa el sustrato de un mundo que sin olvidar las injusticias sociales, lucha por la preservación de los ecosistemas.

Este texto, por lo tanto, es un conglomerado de radicalidad democrática que pide a las calles un cambio de paradigma a poder ser autónomo y desde fuera de la política espectáculo, pero que también, intenta trasladar a todos y todas aquellas que viven de la política o aspiran a vivir de ella, que así no podemos seguir ya sea bajo el manto de una ikurriña, una republicana o una bandera roja. El cambio, “la revolución”, ha de ser integral, ecologista y comunal y ha de ser de esta manera, para que el resto de pueblos tengan el derecho a ser lo que a día de hoy no pueden ser y lleva a sus habitantes a dejar atrás sus vidas y emigrar hacia Occidente. Tengan presente todas ustedes que no se puede expandir a más millones de personas el modelo occidental de producción y consumo, al igual que será imposible conseguir de la mano de la tecnología un mundo inagotable e infinito en cuanto a lo que consumimos y gastamos.

Será nuestra acción colectiva la que pueda frenar al fascismo y a la extrema derecha y dicho freno de emergencia vendrá de la mano de los privilegios que estemos dispuestas a perder y de las ganas que tengamos de señalar a los mayores culpables de toda esta situación: los grandes capitales. Ambas partes son indispensables en esta ecuación para proveer a nuestras sociedades de una resiliencia integral, es decir, que afecte tanto a los ecosistemas como a las sociedades.


Fuente → naiz.eus

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