Ley de Fugas y el velocista

Helios Gómez, «La Ley de fugas contra los que no se sometían. Parque María Luisa de Sevilla, 1936» 
 
Ley de Fugas y el velocista
Francisco González Tejera

«El conjunto de prácticas represivas que en realidad cabía dentro de la “ley de fugas”, aunque el resultado pudiera ser blanqueado, es decir, legalizado por la justicia militar, no perseguía ni justificaba otra cosa que no fuera la eliminación física del detenido, y por eso mismo debe ser considerada como ejecución extrajudicial».

Pedro Oliver Olmo

Cuando los iban a ejecutar a los cuatro muchachos de Tenoya y Casa Ayala, ya de rodillas en el suelo, el falange Santos le pidió a Nicolás Tejera que se levantara, que por la amistad de tanto tiempo que tenían de Tamaraceite se podía marchar, que procurara ir por caminos secundarios refugiado por la oscuridad, el pobre Nico no entendía aquella decisión en el último instante, ya tenía preparada su nuca para el certero disparo, rezaba en silencio no supo nunca a quien, solo recordaba cuando la abuelita Rosita Cabrera oraba por las tardes a la hora del Rosario, el chico la imitó y pensó:

-Ya que voy a morir y como no se sabe que carajo puede haber al otro lado, igual es mejor decir estas palabras repetitivas en las que no creo, pero que igual me pueden elevar a un estado de mayor elevación espiritual o como coño le llamen los creyentes-

El muchacho de profesión jornalero y pocero miró a sus compañeros ya preparados para la muerte, llorando de pena, destrozados por la tortura salvaje de los fascistas, le dio tanta pena que estuvo a punto de negarse, pero Santos le sonreía, diciéndole con la mirada que podía escapar.

Nicolás notó que todo aquello no era normal, vio las risas cómplices de los falangistas, que se miraban entre ellos y se picaban los ojos, preparado para salir corriendo a toda velocidad entre aquella terrible oscuridad de Los Giles en Tamaraceite.

Miró a Santos y el joven guardia municipal le dijo:

-Corre cabrón, que si escapas tendrás una vida por delante-

Nico se quedó paralizado, le temblaban las rodillas de antiguo velocista aquellos domingos en el Campo España, mirando como los nazis se ponían las manos en sus pistolas dispuestos a desenfundar y acribillarlo, miró a su alrededor y cuando menos lo esperaban, cuando sonó un trueno en el cielo, salió a toda velocidad, pero en sentido contrario, hacia el barranco de la piconera de la mujer del Conde de la Vega Grande, corrió tanto que las balas no tuvieron tiempo de agarrarlo, tan solo sintió el fuego en un hombro, solo un roce, pero siguió corriendo como alma que lleva el diablo hacia los desconocido, sin nada delante de sus ojos rojos más que un laberinto de estrellas en el cielo.


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