1978: una constitución muerta
Que la Constitución Española de 1978 es un cadáver político es un hecho conocido y reconocido por todos. Desde la trabajadora más humilde y explotada, hasta el capitalista más rico y acomodado, no queda nadie que pueda decir sinceramente que la Constitución garantice la igualdad, la justicia y el bienestar de todos los españoles.
Unos lo comprobamos diariamente a través de la infinidad de incumplimientos de los derechos y libertades que, teóricamente, nos protegen y garantizan una vida digna; los otros lo comprueban a través de la impunidad de sus corruptelas, desfalcos y abusos de poder que garantizan, estos sí, la desigualdad y la injusticia del Régimen del 78. El caso es que todos somos conscientes de la falsedad del contenido social de un texto constitucional que nunca tuvo intención de aplicarse.
La historia nos enseña que esta mentira que vivimos hoy no es nueva; también en el siglo XIX y en el XX las dos patas de la burguesía (la progresista y la conservadora), dejaron a un lado sus diferencias para instaurar un sistema presuntamente constitucional y representativo en España, bajo el broche de oro de la monarquía borbónica. Pero en ambos casos el resultado fue el mismo: la naturaleza corrupta y explotadora de la oligarquía condujo irremediablemente a la degradación de sus respectivos modelos constitucionales, hasta ser barridos por las clases populares y sustituidos por formas republicanas de gobierno, tanto en 1873 como en 1931.
El caso del Régimen del 78 no es distinto: producto del “pacto entre caballeros” entre la oligarquía franquista en el poder y la aristocracia obrera (en sus versiones revisionista y socialdemócrata), vino a reeditar la vieja alianza monarco-burguesa bajo apariencia constitucional. Y como sus predecesoras, esta alianza también dejó claro bien pronto que los anuncios de justicia, igualdad y bienestar social eran simples adornos para un texto legal muerto.
La Tercera República, única salida a esta situación
Ya hemos visto que nuestra propia historia nos marca el camino. Como en 1873 y 1931, la decadencia del régimen monarco-burgués del 78 sólo puede ser sustituida por un modelo de plena democracia: la República. Pero igual que la II República significó un avance en derechos y libertades (para la mujer trabajadora, para las nacionalidades de España, para las clases populares en general), respecto a la I República, la Tercera significará a su vez un salto cualitativo respecto a 1931.
No podemos olvidar que la clase actualmente dominante, la burguesía, aunque pueda disfrazarse temporalmente bajo ropajes republicanos, nunca querrá impulsar la democracia hasta sus últimas consecuencias, es decir, hasta que la mayor parte de la sociedad (la clase trabajadora), tenga mecanismos democráticos para imponer sus intereses y sus necesidades a la minoría, y siempre estará dispuesta a reeditar el pacto monárquico para proteger sus privilegios de clase.
Tampoco podemos olvidar la naturaleza cobarde y traicionera de la aristocracia obrera y sus representantes políticos, revisionistas y socialdemócratas, que ayer cerraban filas bajo la bandera y la Constitución monárquicas y hoy aspiran a liderar el movimiento republicano. Todas estas fuerzas conspirarán para reducir la República a un simple régimen parlamentario burgués, dejando intactos los privilegios y poderes de los explotadores y parásitos enemigos del pueblo, facilitando, una vez más, la alianza y la conjuración de los reaccionarios enemigos de la República.
Siendo conscientes de todo ello, llamamos a la unidad popular contra las mentiras de la constitución monárquica y en defensa de la verdadera democracia, la democracia republicana, con la seguridad de que una vez movilizado el conjunto de nuestro pueblo hacia ese objetivo, el proletariado, la capa más explotada y engañada por las mentiras del Régimen, no se dejará arrebatar la posición de vanguardia, ni se dejará volver a encadenar a los engaños reformistas, revisionistas y socialdemócratas que tanto daño han hecho a nuestra clase a lo largo de la historia.
El proletariado, vanguardia de las clases populares
Sólo el proletariado está capacitado para empujar el movimiento democrático-popular hasta las últimas consecuencias; hasta la implantación de un régimen republicano que no consista únicamente en la sustitución de un jefe de Estado hereditario por uno elegido por las mismas instituciones corruptas de hoy, sino en un verdadero sistema representativo de los intereses y necesidades de la mayoría de la población.
Sólo el proletariado puede instaurar un régimen de plena igualdad de derechos y libertades, sin letra pequeña, porque no tiene ningún privilegio que proteger a costa de otros.
Sólo el proletariado tiene verdadero interés en garantizar servicios públicos verdaderamente universales, de calidad y gratuitos, y en crear lazos de fraternidad entre los pueblos y nacionalidades de España y del mundo, renunciando al imperialismo y a la guerra como política internacional.
Y sólo el proletariado puede superar la desigualdad, el derroche y el caos del capitalismo como sistema económico, cambiando la ganancia egoísta y el consumismo irresponsable por el beneficio común de la producción social y la economía organizada colectivamente
Por todo esto, la alianza monarco-burguesa en sus vertientes conservadora y reformista nunca escatima recursos a la hora de amordazar, desorientar y explotar al proletariado, día a día y hora tras hora. Porque necesita tenerlo agotado física y mentalmente para evitar que se sitúe en su puesto natural; a la cabeza de las clases populares, de las clases trabajadoras, en la lucha por un sistema social nuevo, organizado únicamente para la defensa de sus intereses y contra sus enemigos de clase. Porque sabe que una vez que nos organicemos para liberarnos, seremos imparables.
La Tercera República empieza hoy, entre nosotros
Ya sabemos que el Régimen del 78 es una farsa, que su constitución nació muerta y que la historia nos señala que la única salida posible es la Tercera República; pero ningún parásito abandona su posición voluntariamente si puede seguir alimentándose del esfuerzo ajeno. La alianza monarco-burguesa no sólo no va a facilitar el avance democrático que necesita nuestro pueblo, sino que no dudará en utilizar todos los recursos a su alcance para desorganizarnos, combatirnos y, si es posible, derrotarnos.
Por eso nuestra República debe tener unas profundas raíces y unas bases firmes; debe crecer en nuestras calles, plazas y barrios de forma natural, como ejemplo vivo del mundo nuevo que vamos a construir.
Una República de asociaciones de vecinos, de sindicatos, de asambleas de estudiantes; una República de defensa colectiva de nuestro patrimonio cultural, histórico y democrático; una República de hombres, mujeres y pueblos libres para decidir, para colaborar y no para competir.
El momento es ahora. La Tercera República empieza hoy, entre nosotros; en las Asambleas Populares Republicanas que deben nacer en nuestros entornos: en nuestros barrios, en nuestros trabajos y en nuestros centros formativos. En la unión voluntaria y firme de fuerzas republicanas de diferentes municipios, provincias y nacionalidades para defenderse mutuamente de sus enemigos comunes.
La Tercera República empieza hoy en cada compromiso de no seguir aguantando la farsa democrática que ya conocemos demasiado bien. La Tercera República, de hecho, ya ha empezado.
1 comentario
Somos el Pueblo quien tiene que luchar contra los poderosos que nos engañan con la farsa de que tenemos una democracia. Mientras no podamos echar a algo tan inútil y costoso como la monarquia y establecer una República aquí mandaran los de siempre, las oligarquías.
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