De la Guerra del Crucifijo al Pin Parental: la extrema derecha española contra la Escuela Laica

 Las reposiciones de crucifijos también se transformaron en oportunidades para hacer propaganda del levantamiento en armas contra la legitimidad republicana: los antipatriotas, seguidores del materialismo marxista, habían intentado imponer una Escuela Sin Dios.

De la Guerra del Crucifijo al Pin Parental: la extrema derecha española contra la Escuela Laica / Lucio Martínez Pereda


El precedente histórico de la campaña del Pin Parental organizada a finales del verano del 2019 por Hazte Oír y vox se sitúa en la II Republica, en la Guerra de los Crucifijos. Desde que el nacional catolicismo se constituyó- hace ya casi un siglo- en el principal elemento ideológico de la derecha reaccionaría española, la pérdida del control doctrinal sobre la Escuela se ha convertido en una de sus principales preocupaciones. Aunque el Pin Parental no sea explícitamente una cuestión religiosa, indirectamente lo es, ya que se ampara en el supuesto derecho de los padres cristianos a intervenir en la educación sexual de los hijos para evitar que esta se aleje de los principios morales de la religión católica. Una cuestión sobre la que la Iglesia mantiene una postura beligerante que le lleva a no aceptar el control del estado sobre el la totalidad del currículum educativo.

Dentro de conjunto de cambios legislativos modernizadores producidos en materia religiosa durante la Segunda República, tres medidas mermaron los tradicionales privilegios educativos de la Iglesia Católica: la retirada del crucifijo y símbolos religiosos de la escuela, la desaparición de la clase de religión obligatoria, y la prohibición del ejercicio docente a las órdenes religiosas. De entre estas medidas, la retirada del crucifijo fue la que en mayor medida sirvió para crear un clima de desafección contra la República entre las masas católicas. La Orden de 12 de enero de 1932 que determinaba la existencia una escuela laica fue objeto de una intensa controversia política y social. La idea de una Iglesia víctima de esta política religiosa modernizadora fue uno de los elementos de mayor capacidad cohesionadora entre los partidos de derechas que apoyaron el golpe de estado del 36. Encontraron en ese victimismo un elemento de identificación común con el que soslayar las divergencias ideológicas que los separaban. El catolicismo en peligro actuó como un potente vinculo sobre el que construir un consenso anti-republicano.

Las protestas y movilizaciones contra la retirada de los crucifijos escolares intensificaron entre los católicos una percepción de si mismos como grupo social pisoteado.  Gracias a la amplia implantación territorial de las organizaciones controladas por la iglesia, se extendieron por todas las regiones. El tejido asociativo de la iglesia, mediante las movilizaciones organizadas por sus organizaciones de seglares y las asociaciones de padres católicos, consiguió crear un amplio ámbito de acción propagandística. Sus potentes redes de socialización permitieron movilizar a gran número de periódicos, diarios, revistas, semanarios, que apoyados por las distintas agrupaciones de Acción Católica- catequistas, asociaciones juveniles, padres de familia, asociaciones de mujeres, sindicatos agrarios, estudiantes – supieron adaptar a los intereses diferentes, de cada uno de estos grupos, los contenidos propagandísticos.

Aunque la mayor parte de estas organizaciones estaban a cargo de seglares, la iglesia oficial, valiéndose de consiliarios introducidos en sus consejos y equipos directivos, señalaba y organizaba las directrices de las acciones de protesta, elegía los momentos de inicio de las acciones y determinaba la extensión temporal de las movilizaciones anti republicanas. Pero no solo el extenso tejido asociativo participó en esta campaña contra las medidas laicistas republicanas. La red de parroquias extendida por todo el territorio también puso su labor pastoral al servicio de este objetivo. El clero parroquial, con sus sermones pronunciados desde los púlpitos actuó de elemento dinamizador de las protestas.

La campaña propagandística alimentada en los medios periodísticos de la derecha anti republicana- ABC, El Siglo Futuro, El Debate, y otros- se completó con un correlato movilizador en las calles. Diversos actos de protesta e intentos de resistencia a la retirada tuvieron lugar durante la segunda mitad del mes de enero por todo el país. Las asociaciones seglares y los medios de comunicación; Acción Española, la Federación de Estudiantes Católicos, los sindicatos católico- agrarios, las agrupaciones padres de familia, la Asociación Nacional de Propagandistas Católicos; organizaron mediante cientos de redes locales repartidas por todo el territorio una movilización dirigida por el clero parroquial y los obispos contra la retirada de los crucifijos: acosando maestros, convocando manifestaciones y concentraciones, realizando sabotajes de clases y asaltos a las casas consistoriales en las que se custodiaban los crucifijos retirados.

En enero de ese año una pastoral prohibía a los fieles que “llevasen a sus hijos a la escuela pública descristianizada, y no olvidemos que las cartas pastorales escritas por los obispos debían ser leídas por los curas párrocos en la misa dominical. Surgieron asociaciones seglares de nombre tan significativo como Los Cruzados de la Enseñanza. Enrique Herrera Oria, el dirigente de la Federación de Amigos de la Enseñanza, exaltaba la participación en los actos hablando de una Guerra contra la Religión librada por la Iglesia contra el judaísmo, la masonería, el socialismo, el comunismo y la Institución Libre de Enseñanza. Para Ángel Herrera Oria- su hermano y cofundador junto con Ángel Ayala, de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas, y director del periódico El Debate- la Iglesia y los propagandistas de la fe católica debían librar una Guerra Escolar contra el laicismo y la descristianización de la sociedad.

Los escenarios de las protestan se reparten por todo el país y fueron relatadas encomiásticamente por la prensa de derechas. Elegimos algunas para mostrar su extensión. En la pequeña localidad cacereña de Serranilla, ante el ayuntamiento se congregó una manifestación de 800 personas. El alcalde invitó a los manifestantes a que se disolvieran, pero se negaron, y en contra de la voluntad de los maestros, penetraron en el edificio escolar y colocaron los crucifijos. En la localidad conquense de Huete los padres se negaron a que sus hijos acudieran a clase. La provincia donde tuvieron lugar más actos de protesta fue en la muy católica Palencia. En una localidad el vecindario dirigió un escrito al gobernador protestando por la retirada, amenazando no mandar los niños a la escuela hasta que fuese repuesta la cruz. En el texto se decía que mientras: “no se haga así no enviarían a sus hijos a la escuela sin Dios, que convertirá sus corazones de hermanos, en corazones de fieras”. En otros pueblos de Castilla y León los maestros fueron obligados a colocar el crucifijo y el resto de las imágenes religiosas dando vivas a la religión y a la escuela católica.

En la localidad gallega de Maceda, 300 mujeres, después de congregarse en la plaza frente a la Iglesia, se dirigieron al ayuntamiento exigiendo que los crucifijos fueran exhibidos en todas las escuelas. La misma actitud mostraron mujeres de la parroquia viguesa de Freijeiro cuando dirigieron una instancia al alcalde pidiendo que en las escuelas:” vuelva de nuevo a ocupar el lugar que tenía la edificadora imagen del Crucifijo y en consecuencia a nuestros hijos se les enseñe los rudimentos de la doctrina cristiana”. El obispo de Tuy recomendó la realización de funciones de desagravio en las iglesias proponiendo que desde las parroquias se iniciaran actos de propaganda para que los niños acudieran a la escuela con un crucifijo colocado en el pecho, en actitud desafiante. En el pueblo granadino de Alhedín, una procesión organizada por el párroco y el Centro Católico Agrario terminó irrumpiendo tumultuosamente en la escuela para entronizar el Crucifijo y romper el cuadro alegórico de la República

El arzobispo de Santiago, instituyó la “Cruzada de Amor a Cristo Crucificado”, animando a la exhibición pública de crucifijos para “contrarrestar por este medio la propaganda impía de los que pretenden hacer desaparecer de nuestra amada Patria su sagrada efigie. Recomendamos que en todas las parroquias se celebre alguna función de desagravio en honra del crucifijo y que se haga propaganda intensa y ferviente para que todos los niños lleven un pequeño crucifijo sobre su pecho, principalmente cuando vayan a la escuela, como se ha empezado a hacer en algunas parroquias de Castilla.”

Posteriormente, tras el 18 de julio de 1936, en los territorios donde triunfó el Alzamiento y en los que se incorporaron a la España “nacional” cuando las tropas los conquistaban, los actos de reimplantación de crucifijos sirvieron para construir una imagen propagandística del Enemigo conformada con trazos estereotipados: masonería, judaísmo, marxismo. Las reposiciones de crucifijos siguen un esquema celebratorio que se repite en todas las ciudades. Las ceremonias recorrían las calles mas céntricas de las localidades, convirtiéndose en un espectáculo urbano en el que intervienen todos los estamentos sociales ciudadanos. Los actos comienzan con la bendición religiosa de los crucifijos en las iglesias. Terminada la bendición se organizaba un desfile de las milicias locales y una procesión en la que se hacia participar a todos los escolares y maestros portando las imágenes de los crucifijos en medio de canticos religiosos.

El mismo mensaje se repite en todas las reposiciones: España se había formado como nación por la acción histórica de la fe religiosa. La legitimidad del estado dependía del cumplimiento con la tradición católica propia de lo español. La II República, como consecuencia de su política secularizadora, carecía de legitimidad por desviarse de los valores históricos españoles. El régimen republicano no era más que la continuidad de formas de pensamiento extranjeras: judaísmo, marxismo y liberalismo, que habían puesto la patria al servicio de intereses contrarios a su esencia nacional. En las entronizaciones acostumbran a repetirse discursos de este cariz: “una legislación en pugna con nuestra tradición y con nuestra historia, arrojó al crucifijo de la escuela, encubriendo el hecho con una mentida neutralidad religiosa, el verdadero fin, como ha demostrado la realidad, fue arrojar su doctrina de las almas(…), borrar estos sentimientos  del alma de los españoles, ha sido el afán de esos hombres, que obedientes a la consigna del judaísmo, de la masonería y del marxismo, no han titubeado en su colaboración para  convertir a España, en una nación de esclavos.”

Las reposiciones de crucifijos también se transformaron en oportunidades para hacer propaganda del levantamiento en armas contra la legitimidad republicana: los antipatriotas, seguidores del materialismo marxista, habían intentado imponer una Escuela Sin Dios. Al hacerlo atacaban lo tradición religiosa nacional. La vuelta del crucifijo a las aulas había sido posible gracias a que el Ejercito de los rebeldes emprendió una reconquista para restaurar la tradicional religiosidad de la patria:” imponer la escuela sin Dios es negar los principios que tienen la base en las creencias arraigadísimas de muchas generaciones, y la tradición no puede romperla un grupo de antipatriotas. celebremos todos esta reconquista espiritual que nuestro glorioso ejército subraya con amor patrio por su fe. Celebremos la vuelta del crucifijo a las escuelas”


Fuente → nuevarevolucion.es

banner distribuidora