La censura no se puede considerar aisladamente, sino integrada en un sistema represivo que, en el caso de la España franquista, tenía como finalidad la aniquilación total de toda la obra cultural creada durante la II República, y velar por una supuesta pureza ideológica del Estado totalitario promovido por Franco.
Con la Ley de Prensa de 1938, la cual “con carácter provisional” estuvo vigente hasta 1966, quedaba bajo control gubernativo todo tipo de publicaciones, así como cualquier otra manifestación cultural tales como conferencias, películas, obras de teatro, entre otros.
Una vez finalizada la Guerra Civil, la precariedad económica de España es evidente debido al cerco internacional. Son años de autarquía y de miedo a las represalias políticas de los fascistas. La censura contra los escritores que se han exiliado es constante, prohibiéndose también la lectura de aquellos autores “subversivos” para el Régimen.
Una larga serie de escritores catalogados como antifranquistas o simplemente indiferentes al “Movimiento Nacional” no podían mencionarse en los órganos informativos.
La censura se ejercía desde la Delegación Nacional de Propaganda que intervendría en los planes editoriales que todos los editores deben enviar, cuidando, fundamentalmente la ortodoxia, la moral y el rigor político. En este control oficial colaboraba activamente la jerarquía eclesiástica que, además, se ocupaba de la ortodoxia en la enseñanza a todos los niveles.
Durante ese largo período de posguerra se exigía la presentación a censura de todo lo que se pensara publicar o representar y, por lo que se refiere a la Prensa, se daban, además, consignas para silenciar o exaltar ciertos acontecimientos y se enviaban a los diferentes órganos informativos textos oficiales “de inserción obligatoria“.
La actuación censora no se ejercía con un criterio claro y coherente sino de una manera arbitraria, sin normas jurídicas, y en función de la personalidad del autor, de la editorial, del periódico o del estado de ánimo del funcionario censor.
En 1966, con la promulgación de la Ley de Prensa e Imprenta, desapareció la censura previa y se mantuvo la consulta voluntaria y, para los libros, el depósito legal. Pero la nueva ley, llamada “ley Fraga“, disponía de un famoso artículo segundo, en el que se especificaban las limitaciones de la proclamada libertad de expresión, que se prestaba a todo tipo de interpretaciones por parte de las autoridades.
Por ello, muchos escritores y periodistas sometían sus obras a la consulta “voluntaria” para evitar secuestros, multas y procesos. Respecto a la censura en la literatura, como el criterio sensorial varía según una serie de factores, es frecuente el caso de obras que se prohíben y unos años después se permiten, o viceversa.
A esta censura gubernativa hay que añadir la que ejercen las editoriales, que llegan a actuar como organismos parecensoriales. El instrumento de control ideológico y moral que es la censura, se utiliza todavía con más severidad en este sector, por tratarse de un arte mayoritario.
Se ejerce a través de la Junta de Censura, dependiente del Ministerio de Información y Turismo, e integrada por representantes de la Iglesia, el Ejército, el Movimiento y otros estamentos.
En febrero de 1976 se suprimió la censura previa de los guiones, lo que supone un progreso, pero no es suficiente ya que continúan las prohibiciones. Las consecuencias han sido catastróficas e irreparables para la producción cinematográfica nacional, así como para la formación cultural del español medio, que no podía permitirse el lujo de salir al extranjero.
La censura se limitaba a responder a una serie de normas tales como moral sexual, religión, opinión política y lenguaje indecoroso. Toda expresión no bendecida por el Régimen, así como ideologías tales como el izquierdismo, anarquismo o marxismo, constituían un riesgo.
De la misma forma, referencias al Ejército, al jefe del Estado o a los “fascistas”, llevaban aparejada la censura o tachadura. No obviemos las numerosas personas que fueron perseguidas por su condición sexual.
Por tanto, durante el Régimen franquista, la literatura y otras artes como el cine se vieron afectadas, al igual que le ocurrió a la música. Fue el caso de nombres hoy de sobra conocidos por todos como Víctor Manuel o Joan Manuel Serrat respecto del proceso político de la transición española, pues ambos compusieron y cantaron determinadas estrofas que, o fueron censuradas por la dictadura de Franco, o bien fueron editadas fuera de España.
La España de Franco acuñó un lenguaje notablemente ideologizado, consecuencia de su empeño en lograr el funcionamiento de una pesada maquinaria de propaganda estatal tal y como habían planeado tanto la Alemania nazi como la Italia de Mussolini.
Así, la guerra civil pasó a llamarse “cruzada”, “gesta heroica”, el golpe de Estado, “el alzamiento” y los enemigos de la dictadura fueron simplemente “comunistas” o “las hordas bárbaras” o “las hordas marxistas”. El dictador pasó a ser el “Caudillo” o el “Generalísimo”, igual que el Führer o el Duce, y el bando vencedor fueron reunidos bajo el rótulo de el “Movimiento”.
Los discursos de las cortes franquistas pasaron a llenarse de grandes palabras, vacías de sentido y notablemente ideologizadas: Clase, convivencia, espíritu, nación, patria, destino, historia, libertad, sacrificio, trabajo, voluntad, fe, Dios, justicia, avance, etc.
Hay que tener en cuenta que este control del lenguaje fue una de las preocupaciones del franquismo desde el inicio de la guerra. El 18 de julio de 1936 se instituyó ya una primitiva censura, al someter el general Andrés Saliquet a todos los medios de comunicación de la zona ocupada a un férreo control.
El 14 de enero de 1937 se creaba la Delegación para la Prensa y la Propaganda. Y el 2 de mayo de 1939 se celebró en Madrid la fiesta del libro mediante una quema multitudinaria de libros para “borrar el rastro ideológico que recordara a la España perdedora”.
Cabe señalar que la censura franquista solo se fijó en las muestras más superficiales: titulares de prensa, artículos de periódico, escenas cinematográficas. Y los asuntos incluían fundamentalmente política, sexo y malas costumbres y religión.
El impacto de la dictadura franquista en la memoria social e histórica de España ha recibido una atención creciente desde principios de siglo, pero el proceso de reconciliación con el pasado está lejos de haberse completado.
El pacto del olvido ha resultado en una falta de reflexión sobre ciertos aspectos clave del patrimonio cultural. Los cambios sociales y culturales son lentos, y el país no se librará de la sombra arraigada de la censura franquista hasta que este tema sea abordado de manera pública y decidida.
Fuente → elestado.net
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