El ideólogo y el tiempo. Catalanismo, republicanismo, socialismo
 
“El Socialisme és una matèria social la forma política de la qual és la República” - Gabriel Alomar

El ideólogo y el tiempo. Catalanismo, republicanismo, socialismo / Roc Solà

Este artículo es una versión del publicado en el número 103 de la Revista L’Altra Mirada dedicado a Gabriel Alomar.

Hace ochenta años moría Gabriel Alomar en su exilio del Cairo. Después de una vida de implicación cívica en todo tipo de plataformas políticas, de fundar partidos, revistas, semanarios, de haber sido un personaje ampliamente admirado, leído y escuchado y después de haber tenido un papel relevante en el proceso constituyente de la Segunda República, el informe que elaboraron en la Comisión Depuradora de la Enseñanza franquista, dijo de él que su crimen había estado: “Ser separatista. Ser uno de los propagandistas de extrema izquierda más conocidos de España”.

A este rojo separatista debemos no pocas contribuciones intelectuales, culturales y políticas. Fue el primero en la historia de Cataluña en sintetizar la emancipación nacional y la emancipación social, y tuvo un papel central en las primeras formulaciones de un catalanismo popular y de izquierdas. También formularía de manera temprana el concepto de futurismo que después cogería Marinetti (aunque con poco que ver en su sentido alomariano). Tampoco podemos olvidar su contribución capital a la recuperación de las ideas y el legado de Pi y Margall para una nueva generación de republicanos catalanistas del siglo XX. Para hacernos a la idea de la magnitud de su figura, en las elecciones constituyentes de la Segunda República en junio de 1931, Alomar obtendría 103.631 votos a la circunscripción de Barcelona y sería el segundo candidato más votado después de Francesc Macià. Aun así, lejos de pretender enumerar aquí todas las contribuciones alomarianas como si de una lista de la compra se tratara, en este artículo se pretenderá exponer la estructura del pensamiento político de este escritor mallorquín y su relevancia para nuestra contemporaneidad.

Fictio iuris en la Restauración

Gabriel Alomar fue un político e ideólogo que desarrolló toda su obra durante la Restauración, un régimen del que criticaría sus pilares hasta la misma base. De esta crítica, se derivaría todo un edificio conceptual de su propuesta que podemos denominar como republicanismo socialista de base pimargalliana. Para un republicano como él, derechos sociales, civiles y políticos sin la base material e institucional eran una fictio iuris, una situación donde nos encontramos un reconocimiento formal de derechos que en la realidad factual no se cumplen. Él ve esta situación en muchos elementos del régimen de la Restauración. Era difícil hablar de un régimen plenamente democrático cuando, aunque formalmente se reconocía el sufragio universal desde 1890, de facto era el caciquismo el que determinaba los resultados electorales. En cuanto a los derechos y libertades hay que recordar que, a partir de la aprobación de la Ley de Jurisdicciones de 1906, aunque se reconociera el derecho de manifestación y de reunión y de libre expresión, estos eran puesto bajo jurisdicción del poder militar. Esta ley suponía un punto central en la crisis de la Restauración y en la decantación del poder civil hacia el poder militar. Todo ello quedaba sostenido por la figura del rey que, con la capacidad para disolver las cortes, nombrar al jefe de gobierno y los ministros que le otorgaba la constitución del 1876, representaba, como dijo el mismo Maura, la vértebra suprema.

Así, la denuncia de este elemento de fictio iuris sería una de sus críticas constantes al régimen, “estem en ple camouflage de la legalitat, en ple tartufisme de la justícia. Mai la veritat oficial va estar en major oposició amb la veritat real”, “el règim actual és una màscara de constitucionalisme sobre la vella cara histriònica de la tirania”. En relación a este tipo de Régimen, a Alomar le preocupaba que había una gran parte de la población que quedaba excluida del tipo de Estado liberal que se había construido en España en el siglo XIX haciéndolo muy impermeable a las tendencias de cambio y a las demandas sociales. Lo que él denomina aristarquización del cuarto estado es lo que le lleva a plantear la elevación social y política de la clase obrera.

Es por eso que Alomar cree firmemente que el socialismo solo puede ir de la mano del republicanismo –más cerca de los planteamientos de Jean Jaurès que de Jules Guesde– y dirá: “Entre la revolució francesa i la revolució social hi ha aquest paral·lelisme: la Revolució francesa proclamà, «políticament», la coparticipació de tots els «ciutadans» en la «sobirania». –D’aquí el sufragi universal, font del poder legislatiu, i el jurat, base del poder judicial– La nova revolució proclama, «socialment», la coparticipació de tots els «homes» en la propietat”. Para el intelectual de Palma, los principios republicanos fundamentales –colegislación, el Estado de derecho, las libertades individuales y políticas, división de poderes, la deliberación parlamentaria– eran sistemáticamente vulnerados bajo el régimen capitalista de la Restauración borbónica. Para él, todos los principios republicanos de organización social no solo eran compatibles con el socialismo, sino que esta era la mejor posibilidad de su desempeño efectivo. Con su capacidad para generar aforismos, Alomar lo dejaría claro: “el socialisme equival políticament an els partits republicans” porque “República i Socialisme deuen el seu origen a un idèntic pols: l’alliberació del dret privat en dret polític, popular”. También lo exponía claramente otro catalanista de izquierdas, el tortosino Marcel·lí Domingo, en su libro de 1927, On va Cataluña? –prologado por el mismo Alomar– que “la República separada del socialisme perd el dret a la vida, com el Socialisme distanciat de la República perd el mitjà de convertir les seves doctrines en lleis humanes imposades en nom de la justícia a tots”.

Alomar habla específicamente de republicanismo –a principios del siglo XX había utilizado el término liberalismo, por ejemplo– porque sabe, y ha visto con el desarrollo de los hechos que se produjeron desde la crisis de 1898, que si se quieren defender las libertades democráticas y ciudadanas no es posible hacerlo con un régimen donde la figura del rey tiene tantas funciones contenidas en la Constitución de 1876. Además, esta había sido, ya en la última década del turnismo canovista, “cada dia més solidaritzada amb els interessos de les dretes socials”. Afirma el pensador mallorquín: “La monarquia és[…]símbol de tradició i d’uniformitat, nucli de forta i absoluta concentració, vèrtebra suprema, com digué en Maura”. Por eso, la crítica alomariana a la vértebra suprema era, en el fondo, una critica de profundidad al tipo de Estado liberal que se había construido desde el siglo XIX y, a la vez, una posibilidad de profundizar en su deslegitimación. En su crítica se entrelazaban tres elementos formales: el Estado, la monarquía y el hecho nacional.

Coyuntura 1923: Estado y crisis de nación

Este diagnóstico le lleva a escribir un libro que pretende sintetizar toda su manera de pensar la política y repasar todas las problemáticas que acuciaban la situación política en el ruedo ibérico. En La política idealista, trata desde este vínculo entre republicanismo y socialismo hasta su lectura de la cuestión nacional, o qué hacer con los poderes que no estaban sometidos al control político, público, como el ejército o la Iglesia. Respecto de la coyuntura política de 1923 y el tipo de crisis a la que tenían que hacer frente las fuerzas republicanas y socialistas, considera que

«A cada inquietud nacional, a cada intent de canvi profund, la gent sol dir: “això no és una crisi de Govern, sinó una crisi de règim”. Però no, tampoc és això. És una “crisi de nació”, una profunda i perillosíssima crisi de nació […havien fracassat] tots els intents de reforma, des del Cadis de 1812 al de 1868 i des del Madrid de 1873 a la Barcelona dels nostres dies.»

Esta situación había llevado a un “contrast ominós entre l’exaltada cridòria dels pseudopàtriotes i l’espectacle de les presons que tanquen a tants homes el delicte dels quals ha consistit precisament en la generositat d’una visió llibertadora.” Como es sabido, en septiembre de 1923 se produciría el golpe de estado de Primo de Rivera por orden y visto bueno del monarca y el apoyo de la Lliga. Este profundizaría en las medidas represivas. La CNT –que tenía cerca de un millón de afiliados en 1919– pasaría a la clandestinidad, se prohibiría el catalán, la señera y la sardana en actos públicos y se declararía el Estado de guerra. De alguna manera, el intelectual mallorquín veía fuertes continuidades históricas entre el deslizamiento hacia la dictadura y las políticas del régimen de la Restauración. Para detectar el elemento de prolongamiento en la represión de las fuerzas obreras y republicanas que ponían en cuestión las bases del Régimen, solo hay que pensar en el caso del juicio sin garantías del pedagogo libertario Ferrer y Guàrdia (1909) o la ejecución por parte de los pistoleros de la patronal de figuras como las del abogado laboralista Francesc Layret (1920) o el líder obrero Salvador Seguí (1923).

Por otro lado, el régimen ofrece un lugar al PSOE, con la intención de cooptarlo, un lugar en el Consejo de Estado, cosa que desencadenaría fuertes convulsiones. Indalecio Prieto dimite de la ejecutiva del PSOE –que 8 años después, junto a Fernando de los Ríos, serían, a título personal, los únicos del PSOE en el Pacto de San Sebastián–. Alomar escribirá pocos meses antes que le parecería muy difícil de entender que un partido socialista colabore con una Dictadura i que no se podía ser socialista sin ser republicano, y viceversa. Lo que le preocupaba al mallorquín también era el papel del nacionalismo de Estado que podía disciplinar a las fuerzas que se salían de su concepción del Estado-nación debido a las congruencias culturales en su concepción de la nación.

le preocupaba que pudiera condicionar a políticos republicanos y socialistas cierta concepción organicista y castellanista de la nación proveniente del krausismo y, en cuanto al PSOE –con excepciones notables como la de Indalecio Prieto–, su matriz que venía del “guesdisme del socialisme francès de la Segona Internacional, que és una versió mecanicista del marxisme que, a més, integra el jacobinisme amb llegat centralista napoleònic.”

En este campo de disputa político-ideológico, Alomar denuncia la perversión que el nacionalismo había hecho de la concepción originaria de la nación. Afirma que

«Per lo demés, el nacionalisme és la persistença del vell fons neoclàssic, qui féu continuar l’absolutisme a través de la Revolució, substituint l’adoració tributada a l’autoritat personal del rei per l’adoració idolàtrica de les fórmules o personificacions de la famosa soberania nacional; i així la pàtria, la bandera, la nació, esdevingueren déus en mans dels mateixos qui s’envanien d’haver destruït els darrers ídols i els darrers autòcrates.»

Frente a las visiones que buscaban una legitimidad precivil de la nación, él ofrecía una concepción constructivista, “un poc més d’aquell nacionalisme de Renan (Qu’est-ce qu’une nation) qui dona per motiu únic i suficient de nació la voluntat d’ésser-ho.” Contra los que defendían un unitarismo organicista, defenderá que “tota nació lliure ratifica contínuament, per la seva pròpia llibertat de disgregar-se, la seva voluntat de continuar unida.” En frente del centralismo, también afirmaría que “tota federació dictada des d’un centre serà una manera nova d’uniformisme.” Frente al Estado históricamente monárquico, las fuerzas de transformación tenían que ser “republicans, no com una caracterització accidental, parcial, de la nostra manera política; sinó com una naturalesa del nostre ésser mateix.”

De este modo, la crítica al tipo de Estado liberal que se había construido en España desde el siglo XIX estaba siendo, en el fondo, algo que iba más allá. Lo que estaba cuestionando Alomar era la forma misma del Estado-nación donde se entrelazaban cuestiones de legitimidades, de visiones sobre el hecho nacional y sobre el hecho estatal. Alomar vuelve a la concepción de la nación de la revolución francesa, donde esta equivale a la soberanía nacional, para plantear una predominancia de la idea cívica de nación. “El mot nació en son actual sentit, és tan jove com la fórmula política sobirania nacional, i fonc, en sos orígens, un lema de partit i una bandera de sublevacions contra el despotisme clàssic”.

El pensamiento político de la transformación

Por último, una vez hecho el diagnóstico de la coyuntura y después de exponer el horizonte republicano, Alomar reflexiona sobre cómo se producen las transformaciones políticas de esta profundidad. Para él, había siempre una combinación entre la preparación educativa y moral previa de las clases populares para adherirlas al bloque contrario al régimen, un momento de confrontación para derrotar al enemigo y, a la vez, el aprovechamiento de los errores del Régimen. “Qui van ser els inductors de la Revolució francesa? El fervor juvenil de les idees destinades a la victòria o[…] Van ser els demolidors a la Voltaire i Diderot, els fundadors a la Rousseau i Montesquieu, o bé els governants […] continuadors de tants segles tirànics?” Así, en la situación de 1923, Alomar considera que las fuerzas antagonistas están en una situación de preparación donde se “necessita avui una forta generació d’inductors.” No era un diagnóstico en el que se encontrara solo el mallorquín. Un año antes, al 1922, una de las voces más autorizadas dentro de las organizaciones obreras, Salvador Seguí, había afirmado entonces que había que “educar als pobles i preparar-los per a una transformació més radical i profunda, com la subversió dels conceptes i els valors socials” y “estem ja en aquell període que es possible que tingui la seva expressió màxima en un termini que no excedeixi d’una dècada.”

Al mismo tiempo, se interroga sobre cómo se puede producir la transformación social en un contexto con tendencias de retroceso de derechos y libertades –políticas y sindicales– en toda Europa que implicaba el surgimiento del fascismo. Veía claramente la amenaza que suponían el chauvinismo, el militarismo y el clericalismo. Era consciente que el cierre –consustancial al centralismo en el caso español– era uno de los pilares del modelo de Estado que se había construido a la península. Ante esto, Alomar contrapone, pues, una perspectiva demócrata radical. A la militarización primoriverista y al caciquismo se tenía que oponer la “Democràcia; demos, entès, no com s’ha cregut per corrupció política, en sentit sinònim de plebs, sinó com a sinònim de populus, és a dir, de personalització total dels fills de la ciutat.” Esta voluntad de activación política del pueblo no era, pues, casual. Para poner un ejemplo, la participación mediana en la ciudad de Madrid entre 1903 y 1923 se sitúa entre el 30 y el 40 por ciento. El objetivo de Alomar era el de romper seriamente el aislamiento civil y político tanto del catalanismo, como del republicanismo y el movimiento obrero, trazando alianzas sociales para reconstruir un dêmos encabezado por todos estos sectores excluidos del régimen canovista. Por eso afirmaba que “l’obrer […] ha de tenir consciència de que la feina que li pertoca no és ja d’alliberar-se a sí mateix, sinó d’imposar la seva llibertat als altres, apoderar-se de la direcció social i dictar les noves lleis.” En su concepción de la transformación política, Alomar concebía, además, que “el plet de les hegemonies, no és pròpiament el dels dominis” y había que salir de este aislamiento social por eso afirma, *exhortativament: “Eleveu de lo particular a lo general la batalla”.

Estructura: los seis puntos del pensamiento político de transformación

El pensamiento político de Gabriel Alomar es, fundamentalmente, el pensamiento de un republicano que tuvo que pensar las problemáticas centrales de las tres primeras décadas del siglo XX a la vez que participaba en procesos políticos concretos como el nacimiento de los primeros partidos del catalanismo popular o el proceso constituyente de una República. Se enfrentó a algunas las grandes preguntas que se hicieron las izquierdas durante el periodo de entreguerras. Trató la problemática del Estado –que Gramsci también pensaría este tema en el mismo periodo de entreguerras–, la cuestión de la nación –de la que Tom Nairn dijo que “representa el mayor fracaso histórico del marxismo”– y procuró ofrecer una posibilidad de pensar el acercamiento entre el socialismo y la democracia –que podría recordar a los trabajos de Arthur Rosenberg–. No obstante, para elegir seis puntos centrales de su planteamiento, podríamos decir que:

(1) El convencimiento que la defensa de los llamados derechos políticos y las conquistas en términos de condiciones materiales deben ir de la mano en todo proyecto que defienda la emancipación humana. Así, en ejemplos de su tiempo, la reivindicación de la libertad de prensa y asociación o el sufragio universal no estaría reñida con la defensa de la reducción de jornada a las 8 horas o las nacionalizaciones, cooperativizaciones y municipalizaciones de servicios fundamentales.

(2) Una defensa republicana de la supeditación de todos los poderes privados bajo la soberanía nacional, es decir, el poder civil. Es por eso, que la lucha anticlerical y la lucha antimilitar estaban en el corazón mismo de sus planteamientos políticos puesto que los consideraba dos “estados dentro del estado”.

(3) Alomar tiene una concepción de la nación como sinónimo de soberanía popular. Por este motivo, en defensa de una visión no esencialista que no vería ningún tipo de legitimidad precivil –por eso su fórmula es Región, Nación, Ciudad– y se fundamentaría en la voluntad propia de la comunidad de devenir un dêmos. Para él, el pacto estaba por encima de todo tipo de imposición puesto que “Espanya no constitueix una sola nació perfectament integrada.” Por eso, defendería el derecho de autodeterminación como un componente central en la tradición pimargalliana del pacto sinalagmático y de libre adhesión.

(4) La convicción estratégica de que las fuerzas de transformación tenían que intervenir activamente en la transformación del modelo de Estado en un sentido republicano. Él se enfrentaba a las visiones fatalistas de la imposibilidad con una visión constructivista del hecho estatal puesto que –en palabras suyas–, “la mateixa paraula Estat envolta ja la idea congènita d’immobilitat, de permanència. L’Estat ideal hauria d’anomenar-se Instat o més pròpiament, Instant.

(5) Una defensa del político profesional –que ell denomina Diputado Propio– que sin integrarse en las dinámicas de caciquismo, corrupción y oligarquización del régimen de la Restauración, fuera capaz de producir transformaciones políticas, institucionales y –en la terminología de Alomar– fuera capaz a la vez de inducción, de marcar el ideal en tiempo de depresión del idealismo.

(6) Finalmente, el mallorquín se inscribe en la mejor tradición del romanticismo revolucionario que, en palabras de Alomar, “va impulsar el renaixement de les nacionalitats, la figura més alta de la qual es Mazzini, i als iniciadors de futurs irredemptismes socials, la culminació de la qual va ser Carles Marx.” Si la poeta Marina Tsvietáieva había escrito que ser contemporáneo es crear el propio tiempo y no reflejarlo, el poeta mallorquín diría que, tanto la revolución como el romanticismo “volen dir[…] una acceleració del factor «temps» qui fa adavançar-lo al factor «espai».

Escrito del Secretario de la Comisión Depuradora de Enseñanza dirigido al Juez Provincial de Responsabilidades Políticas de Palma de Mallorca (11 de febrero de 1941), citado en Catalina Moner Mora, Jordi Pons Bosch, Gabriel Alomar. Pedagog, publicista, escriptor, poeta i polític, Illa, Palma de Mallorca, 2017.

Para una descripción más detallada, Roc Solà: “Gabriel Alomar: els orígens del catalanisme popular”, Institut Sobiranies, 7 de abril de 2021. (Recuperado de sobiranies.cat).

En 1908, elaboraría una recopilación de artículos del republicano federal como elemento formativo de los cuadros del Centre Nacionalista Republicà (CNR). Recuperado de cursnacionalpopular.wordpress.com

Catalina Moner Mora, Jordi Pons Bosch, Gabriel Alomar. Pedagog… p. 100.

Gabriel Alomar, “El problema ético”, La Libertad, 23 de febrero de 1921.

Gabriel Alomar, La política idealista…, p. 100.

Un término que podría ser intercambiado por otro termino muy utilizado en el mismo periodo podría ser el de capacitación.

Gabriel Alomar, “El catalanisme social”, El Poble Català, el 29 de diciembre de 1909 y el 6 de enero de 1910.

Gabriel Alomar, “La idea força en el republicanisme espanyol”, El Poble Català, 8 d’octubre de 1911.

Gabriel Alomar, La política idealista, Calima, Palma de Mallorca, 2006 (ed. Or. 1923), pp. 199-200.

Marcel·lí Domingo, On va Catalunya?, 1927

Íbid.

Gabriel Alomar, “Monarquia federal?”, El Poble Català, 20 de març de 1908.

Íbid. p. 268.

Íbid., p. 112.

“Xavier Domènech: Ara hi ha una batalla que és més partisana”, Debats pel Demà, 23 de noviembre de 2020. Recuperado de https://debatspeldema.org/xavier-domenech-ara-hi-ha-una-batalla-que-es-mes-partisana/.

Gabriel Alomar, El futurisme, 1904.

Íbid., p. 194.

Gabriel Alomar, La política idealista…, p. 172.

Gabriel Alomar, “Per què som republicans”, El Poble Català, 6 de març de 1907.

Era, a la vez, muy consciente de la evolución del significado de los conceptos: “Les idees són com a recipients buits, cubells que cada u omple de la seva substància”. Gabriel Alomar, “Míting electoral pronunciat a Barcelona”, 29 de mayo de 1919.

Gabriel Alomar, “Una carta de Pi Margall”, La Veu Mallorca, 17 de febrer de 1900.

Ibid., pp.274-275.

Íbid., p. 276.

“Hablando con Salvador Seguí de la futura actuación sindical”, Vida Nueva, 18 d’abril de 1922.

Sobre el concepto de Ciudad en su constelación conceptual: Isidre Molas: «El liberalisme democràtic de Gabriel Alomar», Recerques: història, economia, cultura, núm. 23, 1990, p. 91-111; y para una lectura desde el urbanismo, Oriol Nel·lo: “Barcelona y Cataluña: las raíces del debate sobre el policentrismo del sistema urbano catalán”, Ciudad y Territorio. Estudis Territoriales, XLV, 176, pp. 317-341.

Gabriel Alomar, “L’obra civil o laica”, El Poble Català, 1905.

Alicia Yanini: “Elecciones y vida política en España entre 1902-1923: persistencias y cambios, Espacio, Tiempo y Forma, Serie V, H.» Contemporánea, t. 6, 1993, p. 190.

Íbid.

Gabriel Alomar, “Hegemonia”, El Poble Català, 19 de desembre de 1907.

Gabriel Alomar, “Entorn a la unió…”

Tom Nairn: “El jano moderno”, New Left Review, vol. 94. 1 de diciembre de 1975.

Arthur Rosenberg, Democracia y socialismo. Historia y política de los últimos ciento cincuenta años (1789-1937), Cuadernos Pasado y Presente, México, 1981 (ed. Or. 1938).

Gabriel Alomar: “Regió, nació, ciutat”, El Poble Català, 17 de noviembre de 1907.

Gabriel Alomar, “Regionalisme i descentralització”, La Veu de Catalunya 5 de agosto de 1901.

“El constitucional que ja combatia prohibeix a les Baleares unir-se, si així ho desitgen, a qualsevol regió autònoma; lo qual és un atemptat a la llibertat i al dret d’autodeterminació fixat en la doctrina de Pi i Margall”, citat a Gabriel Alomar, El Día, 10 de octubre de 1931, citado en Catalina Moner Mora, Jordi Pons Bosch, Gabriel Alomar. Pedagog… p. 105.

Íbid., p. 108.

Gabriel Alomar, La política idealista

Íbid., p. 71.

Gabriel Alomar: ”El centenario del romanticismo”, La nación, 23 d’agost de 1936.

Marina Tsvietáieva, El poeta y el tiempo, 1932.

Gabriel Alomar: “Romanticisme i revolució(conversa)”, El Poble Català el 9 d’agost de 1910.


Fuente → sobiranies.cat

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