El franquismo mas cobarde y criminal, la agresión contra las republicanas Extremeñas.
Parte 1, La Represión
La población femenina represaliada por el franquismo lo fue
desde un doble prisma: por ser vencida y por ser mujer. El ingreso en la
esfera pública que protagonizó la mujer durante la II República, con la
conquista de derechos sociales y políticos, fue duramente castigado por
el régimen de Franco. Un régimen basado en un ideal ultracatólico y
conservador que iba a imponer su modelo de mujer: dedicada al cuidado
del hogar, labor propia de su sexo, y subyugada al Estado y al hombre.
Eliminando cualquier signo de mujer Republicana, demonizó y
criminalizó esos intentos de empoderamiento femenino que se vivieron
durante el periodo Republicano. De esta forma, los sublevados
persiguieron, represaliaron, castigaron y penaron ese modelo de fémina
libre e independiente. Y es así que puede entenderse que la mujer fuera
sujeto y objeto de la represión. Sujeto al sufrir de forma directa la
violencia practicada, fusiladas y asesinadas, encarceladas, condenadas,
ejecutadas, incautados sus bienes, inhabilitadas de sus profesiones,
rapadas, purgadas, violadas, etc. Mujeres represaliadas por su actitud
y/o actuación durante la etapa Republicana a favor de ésta; y por su
vinculación familiar o sentimental con aquellos hombres protagonistas de
la escena política y social de la República, muchos represaliados
igualmente. Y objeto por ser en la mujer donde se iba a grabar la imagen
del vencido: derrotado, estigmatizado y humillado.
Desde el inicio de la sublevación y de la consecuente guerra
civil por su fracaso, ya quedaron asentadas las bases de lo que iba a
ser la violencia a ejercer contra la mujer. Una violencia que ha estado
presente en todas las praxis dominantes en conflictos bélicos, siendo
los mecanismos empleados contra la mujer en extremo violentos y unidos a
su condición de género. La violencia sexual
que únicamente se dirige hacia la población femenina es un medio más
para conseguir el dominio y la imposición de un bando. Y supone además,
la estigmatización e identificación de la mujer violada como vencida,
humillándola al ridiculizar y tergiversar la libertad personal
conseguida, y la “victoria” del vencedor sobre un peligroso concepto de
propiedad machista hacia el hombre vencido: sus mujeres les son
arrebatadas.
Indudablemente, una llamada a acometer violaciones múltiples
que tuvo un efecto real en sus oyentes. Es por ello que en el caso de la
represión franquista, estas mujeres, que sufrieron las mismas prácticas
represivas que los hombres, además fueron sujeto de una represión
diferenciada de género con componentes visibles como las violaciones,
los purgados con aceite de ricino o los rapados. Rapados que se
convertían en una humillación intencionada al desposeer a la mujer de
uno de sus signos de feminidad con el pelado, consiguiendo desvirtuarlas
de dicha identidad.
Con todo ello, la violencia hacia la mujer además daba un doble
mensaje al resto de la población, convirtiéndolas en objeto: todos
podían ser potenciales víctimas si no obedecían las imposiciones dadas
por las nuevas autoridades franquistas; y con la exposición pública de
estas vejaciones se marcaba que los límites de la violencia que
ejercerían y ejercían sobre el enemigo no existían pues no tendrían ni
consideración ni humanidad contra los considerados desafectos. El
sindicalista Rafael María Cañete, residente en Montijo, ha recogido la
historia de 5 de ellas en su libro Mujeres de la UGT de Extremadura,
1936-1939”: «Los hombres extremeños murieron 2 veces: una, físicamente y
la otra, al ser borrados de la memoria colectiva. Pero las mujeres
murieron 3 veces: mataron sus cuerpos, su dignidad y su recuerdo».
Junto a las vejaciones y asesinato sin juicio de que fueron
objeto, muchas de estas muertes no fueron inscritas en los Registros
Civiles. Los registros que existen han permitido constatar que cuando se
producían las sacas, primero eran trasladados y fusilados los hombres y
más tarde, horas o días después, las mujeres. No obstante, también se
han documentado sacas conjuntas donde detenidos con cargos de
responsabilidad política Republicana eran ajusticiados junto con
mujeres, cuya relevancia para los golpistas venía dada por su compromiso
social y político también o por ser familiares de hombres
represaliados.
Parte 2, Los Asesinatos
Sólo en la provincia de Badajoz, la cifra de mujeres
represaliadas sobrepasa el millar. Se han registrado 783 asesinatos de
mujeres en la provincia de Badajoz, en su mayoría (707) paseos
extrajudiciales entre 1936 y 1939, registrándose otros casos en los
primeros años de la dictadura. Para la provincia de Cáceres, esa cifra
alcanza las 130 aproximadamente. Por ejemplo, en Hornachos, asesinaron
al menos a 20 mujeres, 9 de la cuales fueron fusiladas en septiembre de
1936 junto al alcalde y uno de los concejales. En Bienvenida fueron
fusilados hombres y mujeres conjuntamente.
Las horrorosas condiciones de presidio provocaron 12 mujeres
en la prisión de Cáceres y 19 en la de Badajoz. En las prisiones de Saturrarán y Amorebieta fallecieron 14 mujeres extremeñas. Tras el final de la guerra, la maestra Republicana Matilde Morillo Sánchez regresó
a Castuera. Los franquistas la asesinaron el 7 de mayo de 1939 junto a
otros 7 detenidos. A día de hoy sigue desparecida. El 22 de agosto de
1936, Rafaela Brú Casanova, cacereña
de 38 años, secretaria del PCE y miembro del Socorro Rojo Internacional
fue asesinada junto a su marido, sus restos siguen en paradero
desconocido. Sus hermanas Ángeles y Rafaela corrieron la misma suerte.
En Llerena, los falangistas fueron a la casa de Encarna Ruiz, se llevaron a su madre María Morgado y después a su tía Cándida Morgado,
embarazada y a punto de dar a luz para fusilarlas, sus cuerpos
desaparecieron junto con otros muchos en la fosa del arroyo Romanzal. En
2005, el campo de trabajo “Memoria Histórica” del Instituto de la
Juventud de Extremadura recuperó su cuerpo y el de 35 asesinados más de
septiembre de 1936 que estaban enterrados en 2 fosas comunes muy
próximas entre ellas
Cerca de una veintena de mujeres fueron ejecutadas por cumplimiento de pena capital. Una de ellas fue Isabel González Garrido,
“la Gallega”, concejala socialista del ayuntamiento de Guareña: El 15
de julio de 1943 fue ejecutada en el cementerio de Mérida. Gregoria de Tena Pereira,
casada con el alcalde socialista de de Castuera, Basilio Sánchez fue
ejecutada el 2 de mayo en las mismas tapias del cementerio que Isabel
González. Basilio había sido fusilado por pena capital el 28 de
septiembre de 1940.
Tomasa Monago López, vecina de Guareña, 53
años, viuda, madre de 5 hijos, “sus labores”, pasó por prisiones de
Trujillo y Cáceres. En 1941 cumplió parte de su condena en Saturrarán
junto a su hermana Inés Monago López y la hija de ésta última, Josefa
Pascual Monago. Las terribles condiciones de presidio acabaron con su
vida, el 30 de marzo de 1943 falleció en la penitenciaria de Badajoz a
consecuencia de una angina de pecho. Sus hijos Sebastián, Santiago y
Tomás Ramiro Monago también fueron condenados por la Justicia Militar a
penas de 30 años de reclusión por el delito de Rebelión Militar.
El 13 de Agosto de 1936 los franquistas detuvieron a la sindicalista María Concepción Castón
en Puebla de la Calzada. Fue rapada, purgada con ricino, y asesinada
junto a varios hombres del pueblo. Pudo salvarse, sólo debía decir dónde
se escondía su marido Bastián. No quiso delatarle. Joaquina Charro Gómez
(La Charra) , era hija de un carbonero y la octava de 9 hijos.
Colaboraba en labores de alfabetización y era una sindicalista muy
activa en Montijo. Los
falangistas la raparon, purgaron, violaron reiteradamente, y a finales
de 1938 fue fusilada junto a un arroyo, entre Villar del Rey y la Roca
de la Sierra. Sigue desaparecida.
También fuero fusiladas en 1936 otras sindicalistas de Montijo, Francisca Cordero Millán,
una de las fundadoras en Montijo de la SOF (Sociedad Obrera Femenina).
Tenía 60 años y murió asesinada en los cerros de Lobón. Esperaron a que Juana Gallego Coco, diera a luz y luego la fusilaron en las tapias del cementerio de Montijo. Serafina Rojas de Casanova
fue fusilada en una finca de San Vicente de Alcántara y luego arrojada
al pozo de una mina. Otras vecinas de Montijo también fusiladas fueron Nicasia Gutiérrez Pérez; Manolina, “mandadera” y recadera de las monjas. También a una hermana de la esposa del barbero Bonifacio Melara. A Joaquina Tejado la fusilaron en Cáceres.
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