Todos los muertos de Martín Villa

El auto de procesamiento es claro: ““Toda la estructura represiva montada por el régimen franquista siguió funcionando bajo la dirección de la nueva dirigencia política a cargo del proceso de transición»

Todos los muertos de Martín Villa
Angelo Nero

“Martín Villa fue un elemento central en lo que fue la transición, es Ministro de Relaciones Sindicales con la matanza de los obreros en Gasteiz en 1976, es Ministro del Interior con los sucesos de Sanfermines, Ministro del Interior con los siete muertos de la segunda semana pro-amnistía del País Vasco, Ministro del Interior también en la Semana Negra de Madrid, con dos muertos, Arturo Ruíz y Mari Luz Nájera, asesínanos también en la calle, más asesinatos en Málaga, en Tenerife, en Barcelona, etc. Es una pieza esencial en la represión que acompañó el proceso de transición que fue, por un lado, la zanahoria de unas libertades democráticas homologables a nivel europeo, y por otro, fue decirle a la gente: ojito, si se sigue reclamando aquí la República, la Autodeterminación, para las naciones que están  en el estado español, si se siguen reivindicando depuraciones e
n el ejército, en la policía, etc. Si se siguen reivindicando también responsabilidades para el empresariado y la banca que apoyó al franquismo, lo que os vais a encontrar es más Gasteiz, más Victoria, más Iruña, más Madrid, más Semanas pro-Amnistía, etc.”

Al comenzar a escribir estas líneas me encuentro con la sonrisa cálida de Sabino Cuadra, al que entrevisté para este mismo medio, en febrero de 2020, en la presentación en Vigo de su libro “¡No os importe matar! Sanfermines 1978: Crimen de estado” (Txalaparta, 2019), y que contestó con este párrafo que precede a la pregunta de cuál era la sensación que le producía que la jueza Servini hubiera dictado una orden de detención internacional para tomarle declaración.

Este mismo sábado, 16 de octubre, nos llega la noticia de que la jueza que lleva la Querella Argentina contra los crímenes del franquismo procesa a Martín Villa por homicidio y torturas. La jueza María Servini ordenó también el embargo de los bienes del que fuera ministro de Relaciones Sindicales en el gobierno de Arias Navarro, y ministro del Interior con el de Adolfo Suarez, hasta cubrir la suma de diez millones de euros. A pesar de que cada solicitud de prueba fue rechazada por las autoridades españolas sistemáticamente, como ha señalado el abogado Máximo Castex, abogado de las víctimas, esta es una gran noticia para los querellantes que no han dejado, sobre todo en los últimos años, de pedir Verdad, Justicia y Reparación.

El auto de procesamiento es claro: ““Toda la estructura represiva montada por el régimen franquista siguió funcionando bajo la dirección de la nueva dirigencia política a cargo del proceso de transición. (…) Se mantuvieron las normas, estructura, agentes y las prácticas  represivas propias de aquél, y se les aseguró a las fuerzas  de orden público la impunidad de su actuación por todos los medios a su alcance. Martín Villa ocupó una posición preponderante en esa estructura jerarquizada de poder a través de la cual se propagaron las órdenes hacia quienes resultaron ejecutores directos de los delitos. Villa impartió las directivas generales y particulares en esta materia”.

En la masacre de Gasteiz, en marzo de 1976, donde Martín Villa tuvo la desfachatez de acudir al hospital a interesarse por los heridos que habían provocado las fuerzas del orden a su mando –recordemos que fueron sesenta heridos graves, más de cuarenta con herida de bala-, murieron Pedro María Martínez Ocio, de 27 años; Francisco Aznar Clemente, de 17 años; Romualdo Barroso Chaparro, de 19 años; José Castillo, de 32 años; y dos meses después también falleció Bienvenido Pereda, de 30 años; todos ellos obreros que habían secundado la huelga general en contra del decreto de topes salariales.

A María Norma Menchaca Gonzalo, de 44 años, la mataron de un disparo en Santurtzi, el 9 de julio de 1976, todo apunta a que el autor fue un guerrillero de Cristo Rey, camuflado en una manifestación pro-amnistía.

En la Semana Negra de Madrid, en enero de 1977 fue asesinado por elementos parapoliciales, Arturo Ruíz, de 19 años, en el transcurso de una manifestación pro-amnistía; y en al día siguiente, en otra manifestación de protesta por su muerte, Mari Luz Nájera, de 20 años, moría también por el impacto de un bote de humo disparado por la policía a bocajarro. Esta jornada del 24 de enero de 1977 fue una auténtica orgía de sangre,ya que esa misma noche unos pistoleros fascistas entraron en un despacho de abogados laboralistas, en la calle Atocha, y mataron a Francisco Javier Sauquillo Pérez del Arco, de 29 años; Luis Javier Benavides Orgaz, de 26 años; Serafín Holgado de Antonio, de 27 años; Enrique Valdelvira Ibáñez, de 34 años; Ángel Rodríguez Leal, de 26 años.

En la segunda semana pro-amnistía del País Vasco, como apuntaba Sabino en la entrevista, fueron siete los muertos, en mayo de 1977: Rafael Gómez Jauregui, que había sido candidato de ANV en las elecciones generales del 1933, y había ocupado importantes cargos en ELA-STV, tenía 78 años; Clemente del Caño Ibáñez, trabajador de la autopista Bilbo-Behobia; José Luís Cano Pérez, de 28 años; Luis Santamaría, de 72 años; Manuel Fuentes Mesa, de 31 años; Francisco Javier Fernández Núñez, de 38 años; Gregorio Marichalar Aiestaran, de 62 años; todos ellos murieron por impactos de bala, de pelotas de goma, atropellados, o, como el caso de Francisco Javier “cuando acudió a comisaría a interponer una denuncia, fue agredido por «incontrolados», que además le obligaron a beber coñac y aceite de ricino. Fue hospitalizado pero falleció poco después a consecuencia de una cirrosis.”

En diciembre de 1977, en el transcurso de una manifestación por la autonomía andaluza, murió, por disparos de la policía armada, Manuel José García Caparrós, de 18 años, cuando intentaba izar una bandera andaluza en el edificio de la diputación de Málaga. Ese mismo mes, en Tenerife, era asesinado por disparos de la guardia civil, Javier Fernández Quesada, de 22 años, durante una protesta estudiantil, en la universidad de La Laguna, en apoyo de las reivindicaciones de la huelga general.

En los sanfermines de 1978, el 8 de julio, el violento desalojo de la plaza de toros de Pamplona, por parte de la policía armada, causa 150 heridos, muchos de ellos de bala, “Preparad todas las bocachas y tirad con todas las energías y lo más fuerte que podáis. No os importe matar”, ordenaban desde la radio de la policía, y Germán Rodríguez, de 27 años, es asesinado de un tiro en la cabeza. Ante la indignación general en toda Euskalherria, donde hubo protestas generalizadas en los días siguientes, también reprimidas por las fuerzas del orden, Martín Villa declaró: “Al fin y al cabo lo nuestro serán errores, pero lo otro son crímenes”. Esa cruenta represión también segó la vida de Joseba Barandiaran, de 18 años, muerto por disparos de la policía.

El 8 de septiembre de 1978, en Hondarribia, en el transcurso de otra manifestación la guardia civil mata de dos tiros a bocajarro a Josu Zabala Erasun, de 21 años. En Barcelona, el once de ese mismo mes, moría Gustau Adolf Muñoz, de tan solo 16 años, de un tiro en la cabeza, efectuado por policías de paisano que reprimían una manifestación que celebraba la Diada Nacional de Cataluña.

“La Transición no es el cuento de hadas que nos cuentan. Cada vez que había una fecha decisiva para el cambio político se recrudecía la violencia política en la calle. El objetivo era que la calle no fuera de izquierdas, así como controlar el proceso sin tocar a los franquistas ni los grandes capitalistas. Se pretendía desestabilizar y frenar el proceso democrático.” Señala Mariano Sánchez, autor de “La Transición Sangrienta” (Península, 2010), que ha contabilizado 188 asesinados, entre 1975 y 1983, dentro de la violencia política de origen institucional, “para mantener el orden establecido, organizados, alentados o instrumentalizados por las instituciones del Estado.”

Cómo en la querella de la jueza Servini, quizás no estén aquí todos los muertos de Martín Villa. Es necesario seguir desenterrando sus nombres y su memoria, para que no queden impunes los crímenes de esa transición que todavía reivindican, desde muchos medios, partidos y sindicatos, como modélica. Volveremos a escuchar a Felipe González, José Luis Rodríguez Zapatero, Nicolás Redondo, Cándido Méndez, Josep Borrell y a todos los que, desde una supuesta izquierda, fueron cómplices de esa transición sangrienta, a defender a los verdugos y a esconder a las víctimas. Pero nosotros seguiremos pidiendo Verdad, Justicia y Reparación, porque estos crímenes de lesa humanidad, no pueden prescribir, y deben ser perseguidos en el estado español, en el argentino, en el mundo entero.


Fuente → nuevarevolucion.es

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