Memoria para sanar las heridas
 
Memoria para sanar las heridas
Dina Bousselham

Ser conscientes de que no olvidar el pasado te permite avanzar para no cometer los mismos errores es fundamental para que la memoria democrática se abra paso. Conviene recordar, valga la redundancia, que recordar viene del latín recordis, volver a pasar por el corazón. España –más allá de nuestras particularidades nacionales–, a diferencia de otros países como Irlanda, no ha sabido sanar las heridas del pasado. ¿El motivo? No son pocos. Pero diría que uno está por encima del resto: hay una parte importante del Régimen actual que no tiene ninguna intención ni ningún interés en afrontar determinados debates, precisamente porque se siguen beneficiando de la ausencia de los mismos. España ha querido pasar página deprisa y corriendo a asuntos complejos que requieren tiempo y voluntad para poder afrontarlos con responsabilidad.

Uno de ellos tiene que ver con cicatrizar la herida abierta provocada por la violencia de ETA. De hecho, justamente ayer y en el marco de los diez años sin ETA, Arnaldo Otegi, líder de la izquierda abertzale, reconoció públicamente, por primera vez en la historia, los errores cometidos por dicha organización armada. “Sentimos su dolor, nunca debería haberse producido”. Esta declaración de intenciones es una muestra de reconocimiento de responsabilidad, pero también una solicitud de perdón por parte de un líder que viene desde hace un tiempo demostrando que la vía para conseguir alcanzar sus ideales no es otra que el camino de la política.

Su búsqueda del perdón a algunos les parecerá insuficiente. A otros que llega tarde. Y para otros tantos todo lo que diga Otegi les resultará mal. Lo que está claro es que una democracia que aspira a sentar sus bases sobre un proceso de paz, sobre la defensa de los derechos humanos, sobre la autodeterminación de los pueblos y sobre todo poniendo énfasis en la memoria, declaraciones como esas son un impulso para seguir avanzando en esa dirección.

Es sano para la democracia poder sacudirnos de esas heridas, mirando de frente al pasado y reconociendo sus errores.

Por otro lado, estos últimos días hemos conocido también –aunque no es nada nuevo– que el Gobierno del PP gestionó “a su antojo” el conflicto con ETA. No soy yo quien afirma esto, sino el propio Jonathan Powell, mediador clave en el proceso del fin de ETA. Y cito textual: “ETA ofrecía las armas y el Gobierno del PP no las aceptaba, era una locura. Fue muy peligroso porque las armas podrían haber acabado en manos de bandas o de islamistas. Me costó mucho entender una posición tan ilógica, que solo ocurre cuando se afronta un proceso de paz como una lucha política”.

El camino hacia la reparación no es otro que involucrarse decididamente en el juego democrático asumiendo que es la propia democracia la que puede garantizar la consecución de nuestros objetivos. Y así lo han hecho en Irlanda, donde por cierto en términos electorales el Sinn Féin ha obtenido recientemente unos resultados históricos. Pues es hoy una de las fuerzas más votada con casi un 25% de los votos, y sus 37 escaños le han situado como actual segunda fuerza del Parlamento irlandés. Aquí ha costado años normalizar la voluntad de la izquierda abertzale de poder hacer política, dejando atrás los años oscuros de violencia, y sobre todo condenando ese pasado al que nadie quiere volver. Ojalá aquellos que impusieron el miedo y la tortura en los años de la dictadura franquista, y quienes practicaron el terrorismo de Estado después de1978, fueran capaces también de reconocer sus propios errores. Sólo así podremos seguir avanzando.

De momento ha tenido que ser la justicia de un país extranjero, Argentina, quien ha decidido sentar en el banquillo al exministro y presunto torturador Rodolfo Martín Villa. ¿Cuánto tiempo más tendremos que esperar para que la justicia española tome cartas en el asunto? Quizás si aquí no somos capaces de descifrar quien es MpuntoRajoy, nos resulte más difícil aún juzgar los crímenes de la dictadura franquista y de los años posteriores a esta.

Es curioso cómo en numerosas ocasiones, según interesa, la hipocresía es convertida en un hábil instrumento político para impedirnos ver la realidad, y sobre todo para impedir afrontar esa realidad desde la responsabilidad y el compromiso. Aquí nos sigue costando cicatrizar esa herida abierta, sobre todo porque no hay apenas voluntad política ni judicial. ¿Tendrá algo que ver que una parte de la judicatura sea heredera directa del antiguo régimen franquista? Lo que es evidente es que miles de familiares siguen teniendo a sus seres queridos en las cunetas, y ni ha habido justicia, ni verdad, ni reparación. Lo único que ha habido estos años por parte de determinados partidos políticos han sido reproches y equidistancias.

Bienvenidas las buenas declaraciones, las buenas intenciones, las buenas prácticas, bienvenida la voluntad de hacer justicia, y sobre todo la voluntad de reparar y sanar heridas. Bienvenida la buena memoria. Y ojalá más pronto que tarde se pueda abrir ese proceso de escucha y reflexión honesto dentro de nuestro sistema democrático, que sirva para que la memoria se abra paso. Sin dejar a nadie atrás. Sin equidistancias. Sin hipocresía. Sin viejas o nuevas soflamas. Yendo a la raíz del asunto. Volviendo a pasar por el corazón.


Fuente →  luhnoticias.es

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