Lección republicana
 
Lección republicana
Puño en Alto

Para algunos, la nueva condena a Nicolás Sarkozy hace temblar los cimientos de la República francesa. Sin embargo, para la mayoría, que los tribunales franceses juzguen y condenen a un expresidente de la República no hace más que robustecer la justicia y la democracia en ese país y, por ende, la forma de Estado. El expresidente cumplía ya una condena por corrupción y a ahora se le condena por financiación ilegal.

Zarkosy llegó democráticamente a la presidencia de la república francesa, democráticamente fue desalojado, a pesar de que según ahora se sabe que concurrió a la reelección algo “dopado”, y democráticamente ha sido juzgado y condenado. Por cierto, no es de extrañar que estando condenado por corrupción, Zarkosy sea invitado estrella en la convección del PP y lo sienten junto a M.Rajoy, Aznar, ambos muy señalados en las irregularidades del PP y, encima, Casado lo ponga como ejemplo de buena gestión. Despropósito o mensaje, no se sabe.

En la monárquica España, un dictador impuso quien debería sucederle como Jefe de Estado, con el título de Rey, el mismo que durante su reinado se dedicó a amasar una fortuna fraudulenta y opaca al fisco, así como, a dar rienda suelta a sus apetencias sexuales. Hechas públicas sus fechorías, largamente silenciadas durante su mandato, abdica, huyendo de la quema sin que se le haya podido juzgar, ni llegado el caso, condenar. Y para más inri, se le mantiene el título de rey emérito, cuando ha hecho méritos sobrados para retirárselo, así como, aquellas prerrogativas que seguimos pagando en su retiro dorado.

Esta, entre otras, es la gran diferencia entre una república democrática en la que democráticamente se elige al presidente y en la que la Justicia es igual para todos, incluido el presidente de la misma, y una monarquía parlamentaria en la que la Jefatura del Estado se hereda y además el Rey no tiene que rendir cuenta de sus actos ante el Parlamento, ni se le puede juzgar ya que la propia Constitución protege sus actos.

La monarquía cañí o bananera que padecemos los españoles, no es parlamentaria, porque el Rey no tiene por qué rendir cuentas ante el Parlamento ni puede ser juzgado porque lo protege la inviolabilidad que está sirviendo más como impunidad a jugar por los hechos, lo que implica que la ley no es igual para todos.

En pleno siglo XXI, que la Jefatura de Estado se obtenga por herencia no tiene sustento ni democrático ni intelectual alguno en un Estado de Derecho y solo los que gustan de reconocerse en la condición de súbditos y no en la de ciudadanos con los mismos derechos y deberes ante la ley, pueden defenderla.

La lección republicana y democrática del país vecino nos debe servir de reflexión y, de una vez por todas, señalar el camino de la salida a esta monarquía y a todos sus miembros, aunque sea porque ni siquiera han sido capaces de responder con una mínima ejemplaridad a la vida regalada que tan generosamente se les ha concedido.


Fuente → puñoenalto.es

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