¿Cómo valora la situación actual de la izquierda política y social en Europa?
Me da reparo contestar a esta pregunta porque mi valoración es más bien pesimista. Lo diré brevemente: la socialdemocracia parece haber cumplido su ciclo histórico y lo que hay a la izquierda de la socialdemocracia no tiene el empuje suficiente para remplazarla. En concreto, si nos ceñimos al sigo XXI, las izquierdas de la Europa occidental han perdido unos seis puntos porcentuales, pasando del 41,5 del voto en 2000 al 35,6 en 2020 (estas cifras incluyen la socialdemocracia, la izquierda radical y los partidos verdes). El lector interesado en un análisis más detallado puede consultar los datos en este artículo de CTXT. Con porcentajes por debajo del 40 por ciento, no hay muchas posibilidades de una transformación del orden existente.
Este debilitamiento de los apoyos a las izquierdas se produce en un contexto de creciente desigualdad y tras los años de las políticas de austeridad, regresivas en tantos sentidos. Da la impresión de que las izquierdas, más o menos reformistas, más o menos rupturistas, no logran ofrecer un mensaje atractivo a una mayoría social. Esto, evidentemente, no quiere decir que la mayoría social esté satisfecha con la situación actual. De hecho, las encuestas muestran que, en los países occidentales, incluyendo Estados Unidos, la mayor parte de los ciudadanos piensan que sus hijos vivirán peor que ellos. Este es, quizá, el indicador más rotundo de que el antiguo equilibrio entre capital y trabajo se ha quebrado definitivamente.
La socialdemocracia parece haber cumplido su ciclo histórico y lo que hay a la izquierda de la socialdemocracia no tiene el empuje suficiente para remplazarla (…) En los países occidentales, incluyendo Estados Unidos, la mayor parte de los ciudadanos piensan que sus hijos vivirán peor que ellos. Este es, quizá, el indicador más rotundo de que el antiguo equilibrio entre capital y trabajo se ha quebrado definitivamente
A mi juicio, la razón por la que se produce esta incapacidad de la izquierda para ganarse la confianza de la mayoría social no tiene que ver ni con errores en la línea ideológica ni con modelos de organización. Como he intentado argumentar en un libro de no hace mucho (La izquierda: fin de (un) ciclo, Catarata, 2019), la raíz del problema es más profunda: tiene que ver con una transformación de largo alcance en que la política pierde el papel preminente que adquirió a finales del siglo XVIII con las revoluciones americana y francesa y pasa a quedar subordinada al orden económico a finales del siglo XX. Hemos entrado en una fase nueva en la que, por decirlo en terminología marxista, la economía no es sólo determinación en última instancia, sino también instancia dominante de la vida social (anteriormente la instancia dominante fue la política, la religión o, yendo a los orígenes, el linaje). Esto no significa que la política haya desaparecido (como no ha desaparecido la familia o la religión): sencillamente, lo que quiero decir es que ha perdido el protagonismo en beneficio de la economía. La ideología propia de esta fase económica es el neoliberalismo, que puede definirse, en lo esencial, como un intento de despolitizar el ámbito de la economía, es decir, de salvaguardar el capitalismo frente a la política.
En un momento histórico en el que la economía impone limitaciones al desarrollo de la política y no al revés, la izquierda se enfrenta a graves dificultades. La noción clásica de la soberanía popular está en cuestión y, con ella, el proyecto mismo de una transformación política de las relaciones económicas y sociales en función de las preferencias de la mayoría social. Bajando de la abstracción a lo concreto, los límites del cambio posible son bien visibles en la Unión Europea, un entramado institucional que, de forma pretendida o no, en la práctica supone una especie de camisa de fuerza para la política.
Tanto el derecho europeo como el sistema institucional de la UE están diseñados para blindar la actividad económica frente a “interferencias” políticas (…) La UE funciona como una entidad neoliberal
Tanto el derecho europeo como el sistema institucional de la UE están diseñados para blindar la actividad económica frente a “interferencias” políticas. Por supuesto, hay un esfuerzo constante de regulación de los mercados, pero dicha regulación está destinada a garantizar que estos funcionen adecuadamente en términos de competencia, según establecen los manuales económicos. En este sentido, cabe decir que, objetivamente, la UE funciona como una entidad neoliberal.
Las izquierdas no acaban de encontrar la manera de situarse en este terreno de juego, de ahí su debilidad y su pérdida de apoyos.
Desde su punto de vista, ¿cuál debería ser el Plan de Acción de la(s) izquierda(s) europea(s) si pretende que su proyecto emancipatorio alcance la hegemonía?
Continuando con la línea expuesta en la respuesta anterior, no creo que se den las condiciones en la actualidad para que la izquierda consiga una posición hegemónica en el corto plazo. Esto no significa, sin embargo, que la misión histórica de la izquierda se haya terminado, aunque sí puede decirse que ha acabado un ciclo largo que, según antes indicaba, se abre con el periodo revolucionario de finales del XVIII.
En un posible nuevo ciclo para la izquierda, su proyecto emancipatorio tendrá que formularse en torno a unas bases nuevas. No soy original si digo que la cuestión más acuciante es cómo gestionar la tensión entre capitalismo y medioambiente. Si cunde la idea de que la actividad económica requiere límites y debe transformarse profundamente para garantizar la sostenibilidad del planeta, la izquierda podrá aportar una visión propia sobre cómo llevar a cabo los cambios y resolver los problemas distributivos que surjan. Creo que el proyecto igualitarista y emancipador de la izquierda que hemos conocido debe reformularse con la vista puesta en el gran desafío medioambiental que ya tenemos encima.
En un posible nuevo ciclo para la izquierda, su proyecto emancipatorio tendrá que formularse en torno a unas bases nuevas (…) Creo que el proyecto igualitarista y emancipador de la izquierda que hemos conocido debe reformularse con la vista puesta en el gran desafío medioambiental que ya tenemos encima (…) Parece razonable que la izquierda considere que la renta básica universal debería ser una prioridad
Junto con la dimensión medioambiental, y como complemento a la misma, parece razonable que la izquierda considere que la renta básica universal debería ser una prioridad. Eso le distinguirá del resto de fuerzas políticas, no convierte a la izquierda en una opción rupturista que atemorice a las clases medias, y, aparte de las justificaciones habituales en términos de justicia social, servirá para hacer frente a la incertidumbre que siempre produce un cambio económico y social a gran escala.
En suma, un programa ecologista y la apuesta por la renta básica universal son, a mi entender, dos elementos sobre los que se puede reconstruir la izquierda con una mezcla de ambición y realismo.
Fuente → pasosalaizquierda.com
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