Extraños devenires de la palabra “libertad” en España

Décadas después, ha tenido que ser una pandemia el fenómeno que ha dado paso a una nueva etapa de confusión en España sobre el concepto de libertad

Extraños devenires de la palabra “libertad” en España 
Domingo Sanz

Esta reflexión arranca en los años 70 del siglo pasado pues cualquier parecido a las libertades políticas entre 1939 y las generales de 1977 habría sido pura coincidencia. Siempre que estemos de acuerdo en que esas libertades, las que aparecen en la Constitución, son las únicas que diferencian a las democracias sin apellidos de las dictaduras.

Por tanto, no hablo de la libertad privada de “tomar unas cañas”, pues esto no va de chistes, aunque “graciosas” como Ayuso consigan muchos votos de los mismos electores de quienes se ríen.

Y he preferido “libertad” en lugar de “democracia”, pues a tergiversar este concepto se atreven incluso los gobiernos más tiranos si las circunstancias les obligan. Por ejemplo, cuando desde mediados de los 60 decidieron llamar “democracia orgánica” a lo que seguía siendo la dictadura franquista.

En cambio, para confundir sobre “libertad” lo que hicieron fue colocar “libre” después de “una” y “grande”, pero ni a los criminales que gobernaban ni a las más ingenuas de sus víctimas, que fueron millones, se les ocurrió pensar que aquel “libre” tuviera algo que ver con el significado de “libertad”, dijera lo que dijera una RAE a la orden, como todo el mundo.

Estoy escribiendo esto porque el franquismo divulgaba con tanta insistencia aquella “democracia orgánica”, junto con lo de los “25 años de paz” (“paz de los cementerios” se decía), que su recuerdo me ha venido tras ver las muchas pancartas que en la convención del PP reclamaban “libertad” mientras los líderes de ese partido aplaudían como posesos al famoso que dijo que “lo importante de unas elecciones no es que haya libertad, sino votar bien”, y ya sabe usted que me estoy refiriendo al ex político que, tras fracasar en persona contra Fujimori (Alberto) en las presidenciales de 1990 en Perú, ha vuelto a fracasar en 2021, aunque esta vez solo se arriesgaba pidiendo el voto para Fujimori (Keiko).

Es probable que un Nobel de Literatura tan derrotado en política sienta un impulso irresistible por decir lo que piensa, sobre todo si duele a los demás.

Regresando al periodo que transcurrió desde el franquismo hasta la consolidación de la monarquía tras el autogolpe de Estado del 23F de 1981 que no necesitó muertes para conseguir su objetivo principal, hubo en los años 70 dos canciones que marcaron aquella época, incluyendo ambas la palabra “libertad” en sus títulos, aunque representaran ideales bien distintos.

José Antonio Labordeta comenzaba, soñador, su “Canto a la libertad” diciendo que “Habrá un día en que todos, al levantar la vista, veremos una tierra que ponga libertad”.

Después, consciente de la importancia decisiva de la memoria, nos dejó dicho también que “Haremos el camino, en un mismo trazado, uniendo nuestros hombros, para así levantar, a aquellos que cayeron gritando libertad”.

En cambio, la “Libertad sin ira” de Jarcha empezaba así: “Dicen los viejos que en este país hubo una guerra, que hay dos Españas que guardan aún el rencor de viejas deudas”.

De esta forma, y además del poco respeto por Antonio Machado, se referían al pasado reciente en modo duda, cosa que se adaptaba como un guante para el punto y aparte que muchos buscaban. Entre otros, los cientos de miles que habían colaborado con la dictadura, pero también los antifranquistas que huían del fracaso que supuso que aquel asesino muriera en la cama.

Por otra parte, y frente al valor del esfuerzo colectivo que destaca Labordeta para conquistar la libertad (“uniendo nuestros hombros”), los de Jarcha destacan que “en este país han visto gente que solo desea su pan, su hembra y la fiesta en paz”, o que “solo he visto gente muy obediente, hasta en la cama. Gente que tan solo pide vivir su vida, sin más mentiras y en paz”.

Si somos capaces de librarnos por un instante de las marcas que ha dejado en nuestro ADN esta tragedia colectiva llamada España y nos ponemos a leer, sin música que nos confunda, el texto de “Libertad sin ira”, solo podemos imaginar a millones de españoles de entonces arrodillados y rogando, al mismo jefe del Estado que había nombrado el dictador, que les concediera la libertad a cambio de dedicarse exclusivamente a su vida privada.

Décadas después, ha tenido que ser una pandemia, provocadora de confinamientos masivos y a la desesperada en todo el mundo, el fenómeno que ha dado paso a una nueva etapa de confusión en España sobre el concepto de libertad, hasta el punto de que, cada vez que los líderes del PP la mencionan, recuerdan a muchos aquella “defensa” de la República que los golpistas del 18 de julio repetían para intentar engañar a quienes no podían creer que existiera tanta maldad.

Tal como están las cosas en 2021, todo hace pensar que el Labordeta más realista de 1975, pero jamás derrotado, tenía razón cuando decidió terminar su “Canto a la libertad” advirtiéndonos que “También será posible que esa hermosa mañana, ni tú, ni yo, ni el otro, la lleguemos a ver, pero habrá que forzarla, para que pueda ser”.


Fuente → nuevarevolucion.es

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