España, 1936: Azaña o Franco (La tragedia de Manuel Azaña)
Cipriano Rivas Cherif
Alberto Reig Tapia
"Después de leer a D. Manuel Azaña nos sentimos más humanos, más universales. En la tragedia y singularidad de su drama personal se hallan los componentes esenciales del género humano que nos hacen a cada uno de nosotros capaces de reconocernos en las vidas de los demás (...)
¿Quién no siente un pequeño estremecimiento de emoción y sumergiéndose en la lectura de Azaña no detiene sus ojos ante frases como: “La libertad no hace felices a los hombres, los hace simplemente hombres”? Con motivo de la sublevación anarquista del Alto Llobregat en 1932 se opuso a las ejecuciones sumarias diciendo: “Es que no quiero fusilar a nadie. Alguien ha de empezar aquí a no fusilar a troche y moche. Empezaré yo”. Y, ya en plena guerra civil, tras los sucesos de la cárcel Modelo de Madrid –a consecuencia de los cuales quiso dimitir –, le decía a su cuñado con rabia e impotencia: “¡Esto no, esto no!: Me asquea la sangre, estoy hasta aquí; nos ahogará a todos".
Y quien no se estremece también, pero de asco y miedo cuando estudiando la vida y la obra del general Franco le ve siempre dispuesto a fusilar, sean legionarios indisciplinados, sean españoles, cualquiera que fuera el número… a cualquier precio. Y ya concluida la guerra, seguían los fusilamientos… A sus correligionarios les decía en 1942: “Para la gran obra de redención de un pueblo, el fanatismo y la intransigencia son indispensables cuando se encuentran en posesión de la verdad. A vuestra fe y a vuestro fanatismo correspondo el mío”. Y cuatro años más tarde –ya como colofón– les decía a los mineros de la cuenca asturiana: “No hay redención sin sangre, y bendita mil veces la sangre que nos ha traído nuestra redención”.
La tragedia de Manuel Azaña / Alberto Reig Tapia
Fuente → materiacritica.blogspot.com
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