Arximiro Rico Trabada era un maestro rural convencido de la importancia de llevar la cultura y la educación al pueblo desde la escuela, aunque los fascistas le tildaban de “rojo”. No era un hombre de izquierdas, era un moderado liberal defensor de los valores republicanos y democráticos, un gallego maestro de la República que, aunque daba clases en una escuela lucense de Baleira, visitaba regularmente Montecubeiro, lugar de origen de su madre.
Un activista de la cultura y educación para la población rural
Persona culta, proveniente de una familia humilde, Arximiro era un activista de la cultura y colaborador del pueblo. Además de su labor docente, organizaba la Fiesta del árbol, fundó un coro, montó un grupo de teatro, ayudaba a sanar a los animales, asesoraba a los vecinos a repoblar árboles y fue el impulsor de una biblioteca itinerante. En definitiva, un activista cultural volcado en ayudar a una población rural y aislada en una zona con altos niveles de analfabetismo y atraso secular.
Creyente, republicano y odiado por el cura
Era creyente, pero quitó el crucifijo de las clases, porque, sin ser ateo, creía en el laicismo. Era un maestro “total”, querido por el pueblo y odiado por una minoría ultraconservadora, entre ellos, el cura. Sentía interés por la política y protagonizó un mitin, el del 14 de abril de 1936 en conmemoración de la II República. Allí, festejando la República, defendió con fuerza la cultura como elemento de desarrollo social.
Con ese bagaje de bonhomía, amor a la educación y a la cultura popular simbolizado en el servicio a la comunidad y en la intensa labor educativa (daba clases desde el día a la noche formando desde bachilleres a maestros por libre), se granjeó el odio de aquellos personajes, poderes fácticos de la zona (curas, falangistas seguidores del dictador nacido en El Ferrol y caciques rurales) en una Galicia en la que no hubo combates bélicos durante la Guerra Civil, pero sí existieron las viles delaciones, cobardes denuncias y vendettas que terminaron segando la vida de personas buenas por el simple hecho de tener los principios de Arximiro.
La noche de su cruel y sádico asesinato
Y así llegó su fatídico día. Fue una noche de octubre de 1937, cuando una partida de falangistas llegó a su casa de San Bernabel, en Baleira, comarca de A Fonsagrada y se lo llevaron atado a la montaña sin atender las súplicas de su madre. El grupo de fascistas de camisa azul se detuvo en una taberna del camino. Mientras bebían, dejaron a Arximiro atado en la puerta con una argolla. Al salir, entre insultos propios de bebedores y asesinos, lo patearon y vejaron ascendiendo, en una especie de Calvario laico y siniestro, hasta la Serra da Ferradura a golpes, y empujones. Lo humillaron hasta el punto de que sus sádicos represores se colocaron sobre su lomo, como si de un burro se tratase, obligándole a llevarlos a cuestas.
Testículos cortados, ojos arrancados y cabeza destrozada
Una vez llegado a lo alto de la montaña, en un lugar perversamente destacado de Montecubeiro, por haber sido enclave de numerosas ejecuciones sin juicio, y aún vivo Arximiro, los asesinos falangistas iniciaron un ritual de tortura: Le cortaron los testículos antes de morir y se los introdujeron en la boca. Luego le arrancaron los ojos. Tras esta cruel y sádica acción le dispararon varias veces con una escopeta de caza, como se comprobó al hallar su cadáver con la cabeza totalmente destrozada. Fue torturado brutalmente y asesinado el 16 de octubre de 1937, cuando contaba tan solo 32 años. Arximiro estaba cursando estudios de Medicina para seguir curando a personas como hacía habitualmente. He aquí la diferencia, unos sanaban personas, mientras otros matan.
Justicia divina o broma macabra, unos días después de su brutal asesinato, le llegó una carta en la que se le indicaba que ya podía reintegrarse a su plaza como maestro nacional (lo habían suspendido temporalmente, como a tantos maestros republicanos).
El cura y la enemistad con Arximiro
Encuentro en el blog del periodista Antonio Cendan Fraga el dato de que aunque Rico Taboada era un católico ferviente y practicante, tenía ciertas enemistades con un clérigo de su tiempo que le acusó de haberles enseñado a muchos niños a leer y a escribir hasta el punto de que “cualquier mocoso -en palabras textuales del cura- puede hacer un escrito y denunciar a su padre. Mejor sería que supiese rezar el padrenuestro”.
La lista de los 65 a aniquilar
Arximiro fue víctima inocente del ciego y cruel fascismo. En octubre de 1937, en la zona de montaña de esta parte de la provincia de Lugo, dos guardias civiles fueron abatidos en un enfrentamiento con un grupo de huidos a los montes para sobrevivir al hambre generalizada y otras calamidades consecuencia de la guerra civil que se estaba librando en España. Como escarmiento, los falangistas, con la colaboración de un cura de la zona, confeccionaron una siniestra lista con 65 nombres que debían ser aniquilados en breve. En esa lista, estaba Arximiro.
En 2003 se erigió en Montecubeiro un monolito de diez toneladas de peso en recuerdo “de las 15 personas inocentes asesinadas por el fascismo”. La piedra se halla de espaldas a la iglesia parroquial. Ahí figura, esculpido con el material de la bondad y la piedra de las grandes personas honradas y humanistas, el nombre de un maestro de la República, un hombre culto, honrado, bueno e inteligente: Arximiro Rico Trabada. Tenía 32 años.
Fuente → elplural.com
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