El año pasado se supo que, además de la fotografía que
encabeza este artículo, los fotógrafos alemanes Hans Namuth y Robert
Reisner hicieron más de treinta en la barriada cordobesa de Cerro
Murciano, lugar en el que hace 85 años tuvo lugar la batalla del mismo
nombre, 36 horas de refriega entre los días 5 y 6 de septiembre de
1936. El asedio de legionarios y regulares sublevados a la columna
General Miaja acabó con la derrota de las tropas republicanas y un alto
número de víctimas mortales.
Además de otra fotografía que fue portada de la revista Newsweek el 17 de octubre de 1936, Namuth y Reisner plasmaron en su trabajo la huida de la población civil del lugar con todo el dramatismo, temor y sufrimiento que supuso para los protagonistas, en su mayoría mujeres, ancianos y niños. El conjunto de 35 imágenes se encontraba entre los fondos del Comissariat de Propaganda de la Generalitat y está actualmente depositado en el Archivo Nacional de Cataluña, digitalizado en baja resolución.
En
esa misma batalla estuvieron los fotógrafos Robet Cappa y Gerda Caro.
La segunda perdió la vida accidentalmente durante la guerra, mientras
que del fotógrafo húngaro es mundialmente conocida su instantánea del
miliciano abatido en combate. La imagen alcanzó gran difusión después
de que se publicara en la revista Life. Capa dijo haber hecho la
fotografía en el sur del país, sin especificar el frente, por lo que en
principio se creyó durante muchos años que fue en Cerro Muriano. En la
instantánea se puede ver al miliciano anarquista Federico Borrell
García cayendo a tierra, mientras una de sus manos sujeta un rifle que
se escapa ligeramente del encuadre.
Se trata sin duda de una de las fotos más icónicas del pasado siglo y una de las más reproducidas internacionalmente. Le dio a Capa una gran nombradía como reportero gráfico y fue motivo de polémica hace unos años, hasta el punto de que hubo quienes pensaron que se trataba de un montaje, algo que ocurría con cierta frecuencia en el periodismo de guerra. También se llegó a dudar de la identidad del miliciano.
De ser Cerro Muriano el lugar en el que la fotografía fue tomada, los investigadores establecieron que el sitio exacto fue Espejo, un pueblo de la campiña cordobesa, a casi 50 kilómetros de la capital cordobesa. Se fijó incluso el punto en el que Capa disparó su Leica en la Haza del Reloj. Este mismo año, según leemos en el diario Cordópolis, una investigación encabezada por el historiador cordobés Fernando Penco, gracias a la ayuda económica de la Delegación de Memoria Histórica de la Diputación, localizó el lugar exacto de la imagen “a unos 300 metros”, en el conocido como Cerro del Alcaparral.
Mi
estimada colega María Torres, siempre tan puntual en hacer la memoria
que nos mueve, nos ha recordado con una de las fotografías de Namuth y
Reisner, no tan conocida como la de Robert Capa, el dramatismo y el
temor vividos por la población civil hace 85 años poniendo pie a la
instantánea con un magnífico poema. Se trata de Éxodo, escrito por una
de nuestras más notables poetas, la bilbaína Ángela Figuera Aymerich
(1902-1984), a la que tuvo el gusto de conocer en los últimos años de su
vida, casi al tiempo que a su admirado Gabriel Celaya. Sus versos
prestan aún mayor intensidad dramática a la imagen en la que aparece
una mujer huyendo con su hijo de Cerro Muriano el 5 de septiembre de
aquel verano calificado con toda propiedad de sangriento:
Una mujer corría./ Jadeaba y corría./ Tropezaba y corría./ Con un miedo macizo debajo de las cejas/ y un niño entre los brazos./ Corría por la tierra que olía a recién muerto." Corría por el aire con sabor a trilita./ Corría por los hombres erizados de encono./ Miraba a todos lados./ Quería detenerse./ Sentarse en un ribazo y con su hijo menudo./ Sentarse en un ribazo y amamantar en paz./ Pero no hallaba sitio./ No encontraba reposo./ No lograba la pausa sosegada y segura/ que las madres precisan./ Ese viento apacible que jamás se interpone/ entre el pecho y el labio./ Buscaba cerca y lejos./ Buscaba por las calles,/ por los jardines y bajo los tejados,/ en los atrios de las iglesias,/ por los caminos desnudos y carreteras arboladas./ Buscaba un rincón sin espantos, un lugar aseado para colocar una cuna./ Y corría y corría./ Dio la vuelta a la tierra./ Buscando./ Huyendo./ Y no encontraba sitio./ Y seguía corriendo./ Y el niño sollozaba débilmente./ Crecía débilmente/ colgado de su carne fatigada.
Fuente → elsaltodiario.com
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