La memoria histórica como oxímoron social


La memoria histórica como oxímoron social

La memoria histórica no existe, es un oxímoron. Tal y como señala el Real Diccionario de la Lengua Española, un oxímoron es una combinación, en una misma estructura sintáctica, de dos palabras o expresiones de significado opuesto que originan un nuevo sentido”. En el caso de la expresión que nos atañe, esta oposición se consigue juntando dos términos inicialmente contrarios, “memoria” e “historia”. Y aunque esto no quiere decir que este tipo de expresiones no tengan un enorme valor político, es decir, que puedan ser usadas, resignificadas y apropiadas por determinados grupos sociales, con el objetivo de introducir en la esfera pública, como en este caso, cualquier elemento de denuncia o exigencia de reparación y rectificación, también es verdad que conocer su origen y diferencias puede añadir luz a la cuestión e incorporar elementos novedosos al debate. De esta forma, y como señalara uno de los padres de la Sociología, Emile Durkheim, si cualquier hecho social tiene que tener una explicación social (Durkheim, 1988), podríamos concluir que el término “memoria histórica” es un auténtico oxímoron social.

Fue Maurice Halbwachs, precisamente discípulo del anterior y miembro destacado de la Escuela de L’AnnéeSociologique, el que, retomando las consideraciones de Henri Bergson (1928 [1977]) pero completamente influenciado por su maestro, llevó a cabo la primera definición, podríamos llamar sociológica, de la memoria. Para éste también sociólogo francés que, a propósito, murió en el campo de concentración de Buchenwald durante la II Guerra Mundial, donde conoció a Jorge Semprún (1995), toda memoria es producto de la colectividad, no existiendo estrictamente una memoria individual. En su trabajo más conocido, La Memoria Colectiva(Halbwachs, 2004), este autor señalaba numerosos ejemplos de tal imposibilidad. Entre los más significativos se cuenta aquel episodio de un niño que cae a un agujero en el suelo de su casa. Pese a no contarle el hecho a nadie, el protagonista de la historia no recuerda tanto el suceso en sí, como la sensación de soledad y vulnerabilidad que aquello le provocó. Esto lleva a Halbwachs aplantear que son precisamente estas sensaciones, producto de nuestra vida en sociedad, en colectividad, en familia, las responsables de la construcción de la memoria y no una mera memoria individual. En este sentido, Halbwachs señala las diferencias entre memoria común y memoria colectiva. La primera sería aquella propia de sociedades tradicionales, mal llamadas primitivas, donde los acontecimientos pasados son mantenidos, principalmente, vía oral y donde todos los miembros tienen un conocimiento compartido sobre los hechos acontecidos. La segunda, vinculada a las sociedades contemporáneas, modernas y urbanas, sería aquella donde cada uno de nosotros es depositario de una parte de la memoria. Es decir, al contrario que en el caso anterior, no se trata de que todos los miembros de la sociedad recuerden lo mismo, sino de que únicamente es posible lamemoria si juntamos cada una de las memorias particulares de sus miembros. Como si de un gran caleidoscopio se tratara, la memoria, así planteada, variará según su posición, mostrando una realidad u otra.

Sin embargo, como en toda comunidad humana, la memoria no está exenta de las dinámicas de la lucha por el poder. De hecho, en su vinculación con la creación de hegemonía, al decir de Gramsci (2017), el control de la memoria deviene un instrumento importante en la construcción de consensos sociales. Como ectoplasma intangible, sin forma, como esencia que sobrevuela por encima de nosotros y cuyos afluentes nos atraviesan una y otra vez llevándose siempre algo nuestro, propio, pero que, una vez que lo ha recibido, lo vuelca de nuevo, incansable, construyéndose y reconstruyéndose en un proceso sin fin, debe mucho a aquellas instituciones y aparatos del Estado con capacidad de crear ideología (Althusser, 1988). Son precisamente éstas las que tienen la capacidad de determinar, por ejemplo, el nombre de las calles, el nomenclátor, o constituir y consolidar un discurso concreto sobre una realidad concreta a través de la creación de lugares de memoria(Nora, 1984).

Algo parecido, aunque no similar, pasa con la Historia. La historia es, simplemente, otra cosa. Está fija, escrita, inscrita, registrada, plasmada, cincelada en libros, vídeos, registros, canciones. La historia, tal y como bien señala la canción, la escriben los vencedores que, de esta forma, justifican su victoria. Aquí las instituciones juegan también un importante papel en el mantenimiento de una determinada ideología. Sin embargo, y aunque los límites entre memoria e historia puedan parecer difusos, la memoria presenta algo que la Historia no tiene: la memoria está viva y, precisamente por eso, puede ser rescatada. La memoria, o la antimemoria (García Álvarez, 2009), es la herramienta principal de lucha de los perdedores de todas las batallas.

Finalmente, y volviendo a Halbwachs, la diferencia entre ambas sería la misma que entre un río (uno nunca se baña dos veces en el mismo río, ya lo dijo Heráclito) y una lápida. El primero está vivo, latente; la segunda muerta y fría.La memoria histórica no existe porque la memoria es la vida. La memoria histórica es un oxímoron social.

Bibliografía

Althusser, L. (1988). Ideología y aparatos ideológicos del Estado. Buenos Aires: Nueva Visión.

Bergson, H. ([1928] 1977).Memoria y Vida. Textos escogidos por GillesDeleuze. Madrid: Alianza Editorial.

Durkheim, É. (1988). Las reglas del método sociológico y otros escritos sobre filosofía de las Ciencias Sociales. Madrid: Alianza Editorial.

Gramsci, A. (2017). Antología. Madrid: Alianza Editorial.

García Álvarez, J. (2009). Lugares, paisajes y políticas de memoria:una lectura geográfica.Boletín de la Asociación de Geógrafos de España,nº51, Madrid, 175-202.

Halbwachd, M. (2004). La memoria colectiva. Zaragoza: Prensas Universitarias de Zaragoza.

https://dle.rae.es/ox%C3%ADmoron

Un interesante ejemplo de esto, para el caso de Barcelona, es el relatado por Michonneau (1999).

Para una discusión entre “lugar de memoria” y “memoria de un lugar” ver Mansilla, J. a. (2015).


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