Es el estado indestructible? Las izquierdas frente el Régimen del 78

Es el estado indestructible? Las izquierdas frente el Régimen del 78 / Albert Noguera :

España es, hoy, un país que cuenta con un gobierno donde está presente Podemos, Izquierda Unida y el Partido Comunista (PCE) y, sin embargo, no se ha conseguido dejar de estar subordinado al gran capital, ni hacer que deje de ser un país atravesado por el franquismo, el autoritarismo, la represión contra el independentismo, etc. ¿Por qué? ¿Qué podemos hacer? Con la intención de dar respuesta a alguna de estas preguntas, el objetivo de este texto es tratar las siguientes tres cuestiones: 1) Formular una breve definición de lo que hoy llamamos el Régimen del 78; 2) Responder a la pregunta: ¿cómo podemos explicar la lógica interna de funcionamiento del entramado de poder estatal del régimen del 78 que hacen que, independientemente la presencia de la izquierda al gobierno, nada o poco cambie ?; y, 3) ¿Cuál puede ser, ante esta realidad, el planteamiento de las izquierdas del Estado?

Que es el Régimen del 78?

En su fase actual, el régimen del 78 es el entrecruzamiento entre un tipo de Estado de capitalismo oligopólico financiero con una forma estatal híbrida liberal-franquista . Y explico qué se entiende en la teoría del Estado para «tipo de Estado» y por «forma estatal».

Por un lado, el tipo de Estado corresponde a la base económica. Cada sistema económico necesita de una forma de organización política funcional al primero que garantice las condiciones adecuadas para su reproducción. El sistema económico capitalista necesita de un tipo concreto de Estado que habilite determinados procesos y mecanismos jurídicos e institucionales que no pueden ser realizados por los capitales individuales por sí solos pero que son necesarios para que se pueda dar el funcionamiento y la reproducción del mercado, como la construcción de infraestructuras, la organización macroeconómica del proceso productivo, formas de regulación y mediación social, etc. En términos marxistas clásicos vendría a decir que toda estructura económica necesita de una superestructura política que garantice las condiciones generales para su reproducción.

Ahora bien, no todos los Estados capitalistas son iguales . Los Emiratos Árabes, México, Alemania, Estados Unidos o España son Estados capitalistas funcionales al mismo sistema económico global, sin embargo, no son iguales. Esto se explica, en primer lugar, porque el tipo de Estado cambia en función de la naturaleza del capital nacional al que es funcional. No necesitan del mismo tipo de Estado aquellos países donde su capital nacional adopta la forma de capital industrial, capital rentista o capital especulativo-financiero. Y en segundo lugar, porque el tipo de Estado está siempre entrecruzado con el que, por otra parte, en la teoría del Estado se denomina la forma estatal.

La forma estatal es aquel diseño institucional particular que adopta cada Estado fruto de su propia herencia histórica . Un nuevo régimen político no se construye sobre la nada. No es que cuando hay un cambio de régimen político borren o desapareguiin todos los elementos de la anterior y se conforme uno totalmente nuevo, no es así. Todo Estado o régimen político es el acumulado o la objetivación en el ámbito estatal del conjunto de tradiciones, derrotas, valores, prácticas, discursos e instituciones heredadas de su propia historia y que el particulariza. Gran Bretaña, Noruega o Bélgica, a diferencia de Francia, son Estados monárquicos no porque la monarquía sea una necesidad del modo de producción capitalista sino porque ésta es la objetivación en el ámbito estatal de estos países de su herencia histórica.

Por tanto y en resumen, el régimen del 78 es, hoy, el entrecruzamiento, entre:

  • Por un lado, de un determinado tipo de Estado funcional a la forma concreta del capitalismo nacional español, y hoy en día el Capital nacional dominante en España es aquel conformado por una treintena de grandes bancos, constructoras, empresas de energía, textiles y de telecomunicaciones con una capacidad creciente de actuar en el mercado financiero global, por eso hablamos de un tipo de Estado de capitalismo oligopólico finançaritzat . La gestión de los fondos New Generation de la UE es una muestra evidente del carácter funcional del Estado español hacia estas empresas.
  • Por otra parte, una determinada forma estatal donde la tradición liberal introducida por la Constitución del 78 se le suma el acumulado o objetivación en el ámbito estatal del conjunto de valores, discursos, prácticas e instituciones heredadas de épocas anteriores, principalmente del franquismo , teniendo en cuenta que la transición no supuso ninguna ruptura con éste. Por eso, hablamos de una forma estatal híbrida liberal-franquista.

El acoplamiento o entrecruzamiento de este tipo de Estado de capitalismo oligopólico finançaritzat con esta forma estatal híbrida liberal-franquista conforman, hoy, lo que todos conocemos como Régimen del 78.

¿Por qué la izquierda no consigue cambiar nada?

Esta pregunta admite tres tipos de respuestas o explicaciones diferentes inspiradas en planteamientos teóricos diferentes: 1) una basada en la tesis de la lucha entre aparatos y poderes de Estado; 2) Otra que pone el foco en la ideología de personas concretas dentro del entramado de poder estatal; y, 3) otra construida a partir de la relación entre superestructura y cultura. En mi opinión, las tres explicaciones son correctas pero insuficientes por sí solas para poder entender la totalidad del fenómeno, que sólo puede ser comprendido a partir de la conjunción o hibridación de todas ellas. Las explico: 

Podemos decir que el Estado español vigente, en todos sus aparatos y relaciones, independientemente de quien los ocupe, es una superestructura culturalitzada en términos autoritarios 

La tesis de la lucha entre aparatos y poderes de Estado

Esta primera explicación dice, por un lado, que el Estado no es un núcleo unificado y homogéneo de instituciones gubernamentales sino una compleja articulación de diversos aparatos, ramas y poderes ocupados por grupos sociales confrontados en lucha entre ellos. Al igual que la sociedad civil, el Estado también está atravesado por la lucha de clases. Y, por otro lado, que no podemos confundir separación con desconcentración de poderes. La separación constitucional de poderes no implica, necesariamente, desconcentración. España sería un ejemplo de separación formal pero no de desconcentración de poderes . El hecho de que la transición no supusiera una ruptura con el franquismo sino una continuidad que garantizó que la estructura administrativa, militar, policial y judicial del nuevo régimen continuaran en manos de la derecha, le permite en aquellos momentos en que la izquierda obtiene mayoría parlamentaria o incluso el gobierno, desplazar los puestos de poder real hacia aquellas ramas o aparatos del Estado que controla, convirtiendo los espacios ocupados por la izquierda en espacios formales y vacíos de poder. Por tanto, a pesar de existir una separación formal en tres poderes, el poder real sigue concentrado en el aparato judicial y administrativo que tiene preeminencia sobre el otro y determina las políticas de Estado impidiendo que nada cambie.

La debilidad de esta explicación es que establece una supuesta clasificación entre «aparatos estatales autoritarios» (poder judicial, aparato policial, etc.) y «aparatos estatales democráticos» (el legislativo, etc.) en lucha, asignando la culpa que nada cambie al bloqueo de los primeros sobre los segundos. Se trata de una clasificación, en mi opinión, no siempre cierta . La realidad política-institucional española es más compleja. Muchas de las medidas autoritarias del régimen como la ley de partidos del 2000 para ilegalizar Batasuna, la aplicación del art. 155 CE, etc. surgen del propio legislativo o de Ejecutivos socialistas, no del poder judicial ni de los militares. Por ello, a pesar de ser en parte una explicación cierta, es por sí sola insuficiente si no se complementa con las otras dos.

La ideología de determinados funcionarios

La segunda explicación sería la que pone el foco de atención en la ideología de determinadas personas o grupos de personas que ocupan posiciones de poder dentro de la burocracia estatal, afirmando que el problema del Régimen del 78 no es el propio régimen, que según esta concepción sería democrático, sino que hay determinados grupos de jueces, policías y funcionarios franquistas que actúan como intrusos en una realidad democrática y hacen que mal funcione. Se identifica a estas personas como fascistas con posiciones de poder y al resto de poderes del Estado con una democracia bloqueada por los primeros.

En mi opinión, se trata de una explicación que también tiene varios problemas, en cito sólo dos: 1) No es cierto que los aparatos judiciales o policial estén conformados íntegramente por franquistas. No todos los jueces son de derechas. Los pocos estudios de sociología jurídica que se han hecho en este campo muestran que el perfil ideológico de la judicatura se paralelo al de la población, habría jueces progresistas en el mismo porcentaje que ciudadanos, lo que contradice la tesis principal de la explicación; y, 2) Si el problema fueran personas concretas sería relativamente fácil de solucionar. Sin embargo, la experiencia nos demuestra que el cambio de magistrados o altos cargos policiales y militares no soluciona la situación . Se trata, en consecuencia, de una explicación que si bien es cierto parcialmente, también es insuficiente por sí sola para entender el fenómeno aquí analizado.

La relación entre superestructura y cultura

La tercera explicación establece que a diferencia de lo que planteó cierto marxismo ortodoxo, el Estado no es un mero reflejo desculturalizado de la base económica. Como he señalado al inicio, todo Estado es la suma parcial de tiempo sociales pasados y presentes solapados. A pesar de producirse procesos constituyentes que pretenden ser una ruptura del continuum temporal, un punto cero en el tiempo social, su advenimiento no consigue nunca hacer desaparecer, íntegramente, el tiempo anterior. Todo tiempo social, en toda sociedad es, de manera inevitable, el entrecruzamiento del presente con el pasado. Por lo tanto, toda superestructura estatal está siempre culturalizada.

Partiendo de esta premisa, podemos decir que el Estado español vigente, en todos sus aparatos y relaciones, independientemente de quien los ocupe, es una superestructura culturalitzada en términos autoritarios. Y esto es fruto de la suma de tres elementos: 1) La naturaleza de su momento fundacional y de sus símbolos; 2) La ideología de la Constitución del 78 y el carácter rígido que, en la práctica, impide reformar los puntos centrales; y, 3) La manera en que durante los últimos 40 años los procesos políticos y jurídicos han gestionado los conflictos entre tiempos sociales sobrepuestos. La suma de estos tres elementos conforman un conjunto de actos de sentido y efectos jurídicos que al mezclarse con la actividad diaria de los aparatos estatales acaba impregnándolos de determinados marcos normativos y culturales de actuación y, por tanto, acaban culturalizado en sentido autoritario.

Y explico estos tres elementos y como su suma acaba culturalizado del Estado en un sentido autoritario.

El primer elemento es respecto a la naturaleza del momento fundacional del Régimen del 78 y de sus símbolos. A grandes rasgos ya nivel comparado, podemos distinguir entre dos tipos de momentos fundacionales: momentos abiertos o sociales y momentos cerrados o oligárquicos. La diferencia entre ellos es el tipo de historia de la que surgen y los valores que llevan asociados. Los momentos fundacionales abiertos o sociales surgen de una historia popular y llevan asociados valores de autodeterminación social. La bandera y el día de la patria en México son la objetivación de un momento fundacional asociado a valores abiertos de resistencia y libertad, el Grito de Dolores, por el que el pueblo se alza en armas, en 1810, contra el gobierno colonial español y consigue su independencia. Por el contrario, los momentos fundacionales cerrados o oligárquicos surgen de la historia del Estado y llevan asociados valores de imposición. La imagen del acto del 22 de noviembre de 1975 en las Cortes franquistas en el que Juan Carlos I presta juramento, «por Dios y los Santos Evangelios», es una visualización de estos otros momentos asociados a valores cerrados conservadores.

Los momentos fundacionales abiertos o populares y sus símbolos son disputables en beneficio de los objetivos de la izquierda , ya que, a pesar de ser usados también por la derecha, los valores de autodeterminación social que reproducen pueden ser también una herramienta discursivamente poderosa para mostrar que es el Poder y no los dominados quienes les están vulnerando. Por eso los zapatistas con la bandera mexicana en todas partes. Nada de eso ocurre con los momentos fundacionales cerrados o oligárquicos y sus símbolos, como los españoles vigentes. En tanto que estos constituyen formas de unificación en torno a valores sobredeterminados y cerrados de adhesión al régimen del 78 (Monarquía, unidad nacional, etc.), más de autodeterminación ni rebeldía, su utilización reafirma la lógica de unificación social en torno a valores pro-régimen y reasegura el rechazo social a todo discurso que problematiza con el status quo. Por eso los símbolos españoles oficiales actualmente no son disputables por la izquierda por mucho que algunos lo pretendan. No todos los símbolos nacionales son disputables. Salvando las distancias, a nadie se le ocurriría decir que durante el III Reich alemán la izquierda hubiera tenido que disputar a la extrema derecha la bandera oficial del Estado con la esvástica. La naturaleza del momento fundacional del Régimen del 78 y el carácter no disputable de sus símbolos es un elemento culturalizado de la estructura estatal.

El segundo elemento culturalizado es la ideología de la Constitución del 78 y la dificultad de reforma de sus puntos fundamentales. Una Constitución no sólo es un texto jurídico, no sólo establece instituciones, procedimientos jurídicos y normas, sino que desprende también una determinada visión del Estado, la nación, la economía, la redistribución de poder, etc. con pretensión de conformar un proyecto político-ideológico coherente y sistemático. Antes de que un texto jurídico, una Constitución es un texto político con ideología.

En este sentido, sobre la ideología de la Constitución del 78 existe una discusión entre los actores de izquierdas en el Estado. Algunos afirman que la Constitución es progresista pero lo que pasa es que los políticos y jueces conservadores la inapliquen, forzando una interpretación conservadora contranatura de la misma y convirtiéndola en un texto inactivado. Creo que esto es confundir el deseo con la realidad. Es cierto que la Constitución incluye algunos artículos que reconocen el derecho a una vivienda digna (art. 47) o que establecen que toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual sea su titularidad está subordinada al interés general ( art. 128.1), sin embargo, los diferentes artículos de una Constitución no son departamentos estancos autónomos unos de otros sino que se influyen mutuamente. Injertar instituciones vinculadas al modelo constitucional social en una parte de la Constitución, sin establecer instrumentos de garantía de los mismos, ni garantizar un poder judicial independiente no controlado por la derecha ni subordinado a las élites en la otra parte, convierte a los primeros en un mero impelt fallido. El hecho de que la Constitución de 1978 se redactara en un contexto de hegemonía del sector reformista del franquismo, con una Ley de Reforma Política aprobada, en 1976, por las cortes franquistas que disciplinaba un proceso constituyente vigilado por los poderes fácticos , Hace que éste sea un texto de ideología ultranacionalista y conservadora, donde encontramos artículos vinculados al modelo constitucional social, es cierto, aunque injertados en un cuerpo orgánico de carácter opuesto que los convierten en disposiciones programáticas imposibles de activar. Cuando el texto constitucional delgada y protege la libertad de empresa en el marco de la economía de mercado por encima de los derechos sociales. O, cuando establece que el título preliminar o el título II de la Corona, entre otros, de reforma prácticamente imposible, esto es ideología regresiva y conservadora. Y en un modelo de justicia que no es de tradición positivista (como sería el anglosajón) como el español, se establece que los jueces a la hora de resolver un caso no deben tener ideología propia, no pueden inventar Derecho, sino que deben asumir y aplicar la ideología de la Constitución como única respuesta correcta. Esto hace que un texto conservador y regresivo impida que pueda haber una justicia progresista y democrática, lo que también actúa como un elemento culturalizado de la estructura estatal.

Y el tercer elemento, es la manera en que durante los últimos 40 años los procesos políticos y jurídicos han gestionado los conflictos entre los tiempos sociales sobrepuestos. Que quiero decir con esto? Como he señalado, en tanto que la transición española no fue una ruptura con el franquismo sino una reforma, la Constitución de 1978 es un híbrido de dos culturas políticas contrapuestas: la franquista y la liberal-democrática. En el marco de una sociedad donde se solapan tiempos pasados y presentes, los procesos políticos y jurídicos (gobernar, legislar, juzgar, etc.) consisten permanentemente en gestionar el conflicto entre sus tiempos sociales pre-democráticos y democráticos sobrepuestos , priorizando un sobre otro. En función de cuál de ellos priorizado, los procesos políticos y jurídicos estarán llevando a cabo una culturalización de la superestructura estatal en un sentido democratizador o autoritario, estarán creando lo que podemos llamar uno u otro sentido común de Estado. Y pongo dos ejemplos:

En Alemania, en un ensayo que publicó Dolf Sternberg en 1979, en el marco de la conmemoración del 30 aniversario de la Constitución federal, hablaba sobre cómo el hecho de que los procesos políticos y jurídicos durante este tiempo hubieran desarrollado legislativa, jurisprudencial y doctrinalmente la Constitución en un sentido liberal-democrático de derechos y libertades había permitido inspiró una nueva identidad colectiva social y estatal democrática que había dejado plenamente atrás los valores del nazismo. Los procesos políticos y jurídicos, mediante un desarrollo liberal-democrático de la Constitución habían contribuido, de manera lenta y persuasiva, a transformar la vida política y social creando una nueva conciencia colectiva democrática de derechos y libertades.

En España el proceso que se ha producido es a la inversa. Los procesos políticos y jurídicos, en los últimos 40 años, han llevado a cabo un desarrollo legislativo, jurisprudencial y doctrinal de la Constitución que ha priorizado el tiempo social pre-democrático por encima del democrático . Y pongo ejemplos: cuando el TS, la Fiscalía General del Estado, la Fiscalía de la AN o los propios partidos, PSOE incluido, mediante votaciones en el Congreso, se niegan repetidamente a juzgar a los torturadores en vida de la dictadura priorizando la ley de amnistía preconstitucional del 77 por encima de la Constitución y la ley de memoria histórica, están priorizando la imposición del tiempo social pre-democrático por encima del democrático; Cuando el TS y el TC interpretan la convocatoria de una manifestación pacífica por un referéndum de autodeterminación no como un ejercicio del derecho a la libertad de reunión y manifestación sino como un delito de sedición, están priorizando figuras jurídicas penales heredadas del pasado por encima los derechos y libertades constitucionales; O, cuando la mesa del Congreso se niega a crear una comisión de investigación de las actuaciones del rey emérito está priorizando el tiempo social pre-democrático donde el jefe de Estado no estaba sometido a nada ni nadie, por encima del tiempo social democrático parlamentario con existencia de mecanismos recíprocos de control entre órganos e instituciones.

Por lo tanto, conjuntamente con un tipo de momento fundacional cerrado y oligárquico que determina la naturaleza del régimen y sus símbolos y la ideología de la Constitución y su rigidez, la existencia de procesos políticos y jurídicos que han gestionado el conflicto entre los tiempos sociales pasado y presente solapados priorizando constantemente durante franquista sobre el liberal-democrático, conforman, todos juntos, actos de sentido y efectos jurídicos que al mezclarse con la actividad diaria del aparatos estatales termina por impregnarlos de determinados marcos normativos y culturales de actuación y, en consecuencia, acaban culturalizado en sentido autoritario. A eso es lo que me refiero cuando digo que el Estado español, en todos sus aparatos, independientemente de si los ocupan gente del PSOE, IU, PP, VOX y de si son más o menos de derechas o izquierdas, es una superestructura culturalitzada en términos autoritarios y esto genera una lógica de funcionamiento superestructural englobando y asimilando de tipo autoritario.

En resumen y para cerrar este segundo bloque, la hibridación de las tres explicaciones señaladas: las tesis de la lucha entre los aparatos y poderes de Estado, la ideología de determinadas personas o grupos de personas dentro de la estructura estatal que bloquean cualquier tipo de cambio, más la existencia de un Estado culturalizado en términos autoritarios que impregna toda su actividad; nos permiten responder y explicar porque independientemente de que Podemos, IU o el PCE estén presentes en el gobierno central, no se consigue hacer que el Estado-Régimen del 78 pueda ser usado para llevar a cabo una reconfiguración de las relaciones de clase a favor de las mayorías sociales, ni detener la represión contra los pueblos sin Estado que reivindican la autodeterminación. 

El Estado-Régimen del 78 no ofrece las condiciones en ninguna de las diferentes izquierdas estatales para poder desplegar sus luchas y reivindicaciones con alguna posibilidad de éxito 

¿Qué pueden hacer realmente las izquierdas del Estado?

Esto que acabo de explicar, simplemente dota de conceptos teóricos a lo que el último ciclo político ha puesto ante los morros a las izquierdas estatales:

A la izquierda de ámbito estatal le ha enseñado que la estrategia de entrar en el gobierno central del Régimen y desde allí cambiar las cosas no funciona. La concepción instrumentalista del Estado-cosa según la cual el Estado sería un medio pasivo, sin autonomía, que puede ser utilizado cuando se quiera por cualquiera para conseguir fines previamente delimitados no es correcto .

Y a las izquierdas independentistas nos ha enseñado que, en el caso español, ni por la vía de la movilización popular masiva y la negociación con el Estado, ni por la vía unilateral del embate democrático, ni por la vía armada como probar durante décadas la izquierda abertzale, no se tiene capacidad, por sí solo, de poder resistir la represión estatal ni de conseguir arrancarle un referéndum.

Por lo tanto, ambas izquierdas podemos llegar a dos conclusiones comunes:

La primera es que el Estado-Régimen del 78 no ofrece las condiciones en ninguna de las diferentes izquierdas estatales para poder desplegar sus luchas y reivindicaciones con alguna posibilidad de éxito. No todo modelo o régimen estatal permite a las izquierdas alcanzar objetivos . Esto que digo no es nada nuevo, es el mismo análisis que hizo la tercera internacional comunista a partir de su VII Congreso. Desde 1922 hasta 1935, el movimiento comunista no establecía ninguna diferencia entre fascismo y capitalismo, por lo que se entendía que la lucha antifascista sería un momento más del enfrentamiento histórico entre Capital y Trabajo que se resolvería con el derrocamiento revolucionario del capitalismo. A partir del VII Congreso de la Internacional, y entre 1935 y 1945, al ver los ganados niveles de represión y desarticulación que los comunistas estaban sufriendo por parte del fascismo, se cambia de concepción y se parte de la base de que el desarrollo cuantitativo y cualitativo de la clase obrera sólo puede darse explotando las condiciones que le proporciona la democracia burguesa pero no el fascismo. Por ello, la prioridad histórica inmediata de los partidos comunistas, antes de derribar el capitalismo, pasó a ser la organización de blogs populares con todas las fuerzas democráticas, incluidas las burguesas, para hacer caer el fascismo. Se llega a la conclusión de que el modelo o régimen estatal fascista no ofrece a la izquierda las mismas condiciones para poder transformar ni derribar el capitalismo que las de la democracia burguesa. En consecuencia, como digo, no todo modelo o régimen estatal es útil para que las izquierdas puedan conseguir sus objetivos. Salvando las distancias, lo que digo es que el Estado-Régimen del 78, por los motivos que he explicado, no ofrece las condiciones a ninguna de las izquierdas del Estado para poder desplegar luchas y reivindicaciones con alguna posibilidad de éxito.

La segunda conclusión es que ninguna de las izquierdas, ni de ámbito estatal ni las independentistas, tenemos, por nosotros solas, capacidad de tumbar el Estado-régimen del 78 y irnos en o sustituirlo.

Estas dos conclusiones nos llevan, en consecuencia, a un círculo vicioso que nos dificulta avanzar: ninguna de estas izquierdas puede tener condiciones para desplegar sus luchas y reivindicaciones con posibilidad de éxito sin tumbar el Estado-Régimen del 78, pero a la vez, ninguna de estas izquierdas tiene capacidad por sí sola de hacerlo. Esto nos ubica, en un escenario de final de ciclo político como el que nos encontramos, ante un muro que nos imposibilita caminar adelante. Pensar cómo podemos romper este círculo es seguramente el principal y fundamental reto que tenemos hoy las izquierdas del Estado español. Cómo hacerlo?

Si bien resulta obvio que no tenemos la capacidad para agrietar el Régimen del 78, lo único que podemos hacer es intentar agrandar las grietas existentes para poder generar, a corto o medio plazo, nuevos ciclos políticos de confrontación con el Régimen. Una propuesta sería la creación de una mesa o coordinadora de las izquierdas parlamentarias y sociales anti-régimen del Estado, donde se plantee: a) Poner en el centro del debate estatal una reivindicación de confrontación común como, por poner un ejemplo, podría ser el rechazo a la monarquía corrupta y la reivindicación de un referéndum o referendos por la o las repúblicas; y, b) Iniciar, conjuntamente, y alrededor de esta reivindicación, acciones y movilizaciones de enfrentamiento en todo el Estado del tipo marchas de la dignidad que confluyeron en Madrid en 2014, o actos de desobediencia civil como el bloqueo al mismo tiempo de diferentes fronteras como la acción coordinada del Pertús y la frontera del país vasco con Francia en 2019, etc.

Esta acción coordinada nos permitiría intentar extender la movilización y la confrontación contra el régimen en todo el Estado, además de reactivarla en Cataluña, Euskal Herria o Galicia. A nivel de movilización, la deslegitimación actual de la monarquía hace que esta sea una reivindicación de carácter abierto e integradora que puede sumar bastante gente. A la vez que la construcción de un enfrentamiento contra el Régimen en términos de conflicto democrático estructurado alrededor de una reivindicación del derecho a votar en referéndum, el cual está interiorizado en la conciencia colectiva como un derecho fundamental y jurídicamente posible de acuerdo con el art. 92 de la Constitución, ubica al régimen en una posición de debilidad argumentativa.

Y, para extender el conflicto contra el Régimen en todo el Estado y reactivarlo en Cataluña fortalece recíprocamente los proyectos políticos de las izquierdas de ámbito estatal y las independentistas?

Por un lado, que se fortalezca y re-articule con fuerza un discurso y movimiento social, de ámbito estatal, rupturista con el Régimen sería útil a las izquierdas independentistas como las ubica en posición más favorable para plantear un nuevo embate democrático contra el Estado y arrancarle un referéndum. No es lo mismo afrontar un gobierno español con un país cohesionado y sin fisuras internas detrás su llamando «a por ellos» como ocurrió en 2017, que con movimientos internos contradictorios que el presionen desde dentro.

A la vez, y por otra parte, que se fortalezcan las izquierdas independentistas sería útil a la izquierda transformadora de ámbito estatal como si tenemos en cuenta: Que, actualmente, no se tiene fuerza para tumbar al Régimen del 78. Y que la idea de unidad nacional es el fundamento constitutivo sobre el que se construye el ordenamiento constitucional español; el único embate desestabilizador con potencialidad hoy de romper los fundamentos constitutivos del régimen y derrocarlo (condición necesaria, como decía antes, a fin de que la izquierda estatal pueda desplegar su lucha y reivindicaciones con alguna posibilidad de éxito), es a través de un embate desde la periferia por parte de los pueblos sin Estado.

En resumen, es en este sentido que activar iniciativas de este tipo puede ser una vía para intentar buscar formas que nos permitan romper el antes citado círculo vicioso en el que se encuentran hoy las izquierdas transformadoras del Estado y tratar de abrir , a corto o medio plazo, nuevos ciclos políticos de confrontación con el Régimen desde nuevos frentes y estrategias.

Este artículo es una adaptación de la ponencia realizada el pasado 4 de septiembre en el marco de la Escuela de Verano de la Candidatura de Unidad Popular.

Fuente → catarsimagazin.cat

banner distribuidora