El Régimen del 78 como coartada
De un tiempo a esta parte hay cierta unanimidad en la izquierda en considerar al llamado «Régimen del 78» como causa determinante del actual estado de las cosas. El franquismo dejó atado todo lo importante, empezando por la forma monárquica del Estado, los cuerpos y fuerzas de seguridad, la participación en la OTAN, los privilegios de la Iglesia o el poder de la judicatura y el Ibex. El manto espeso de silencio para encubrir en estos 40 años las torturas y la represión solo es comparable con la realidad virtual que el aparato mediático-publicitario ha edificado con el beneplácito imprescindible de fuerzas autodenominadas progresistas, incluso de izquierda.
Ante esta realidad de cuestionar de modo critico el Régimen del 78 no se concibe, por errático y contradictorio, bailarle el agua. La idea suprema que consiguiendo 2/3 de los diputados se podrán acometer cambios definitivos, ronda en las cabezas de esa izquierda anoréxica y desclasada, que falta de capacidad de movilización y de militantes, fía en los votos imposibles la solución. No parece que participando en sus instituciones, en sus medios de desinformación masiva, ni compartiendo ejecutivo, ni poniendo en práctica el «que viene la derecha» (la otra) se esté avanzando para acabar con el Régimen del 78. A las pruebas (electorales) nos remitimos. ¿O será que eso de poner en solfa el Régimen del 78 es una mera pose?
De un tiempo a esta parte hay cierta unanimidad en la izquierda en considerar al llamado «Régimen del 78» como causa determinante del actual estado de las cosas. El franquismo dejó atado todo lo importante, empezando por la forma monárquica del Estado, los cuerpos y fuerzas de seguridad, la participación en la OTAN, los privilegios de la Iglesia o el poder de la judicatura y el Ibex. El manto espeso de silencio para encubrir en estos 40 años las torturas y la represión solo es comparable con la realidad virtual que el aparato mediático-publicitario ha edificado con el beneplácito imprescindible de fuerzas autodenominadas progresistas, incluso de izquierda.
Ante esta realidad de cuestionar de modo critico el Régimen del 78 no se concibe, por errático y contradictorio, bailarle el agua. La idea suprema que consiguiendo 2/3 de los diputados se podrán acometer cambios definitivos, ronda en las cabezas de esa izquierda anoréxica y desclasada, que falta de capacidad de movilización y de militantes, fía en los votos imposibles la solución. No parece que participando en sus instituciones, en sus medios de desinformación masiva, ni compartiendo ejecutivo, ni poniendo en práctica el «que viene la derecha» (la otra) se esté avanzando para acabar con el Régimen del 78. A las pruebas (electorales) nos remitimos. ¿O será que eso de poner en solfa el Régimen del 78 es una mera pose?
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