
Villadangos
del Páramo, una localidad de León, al noroeste del país, convocó una
votación sobre la exhumación en el cementerio de 71 asesinados en la
Guerra Civil. Ganó la postura en contra y la noticia se hizo nacional.
Aún se esperan las próximas licencias y actuaciones.
El pueblo de España que cuestionó la Ley de Memoria Histórica
Alberto García Palomo
Hacía
tiempo que en Villadangos del Páramo no tenían semejante ajetreo. En el
Ayuntamiento de esta localidad leonesa de poco más de 1.000 habitantes
censados, una de las secretarias trata de localizar al alcalde en medio
de un aluvión de llamadas. Imposible. Más tarde, el aludido, Alejandro
Barrera, justifica su ausencia y responde por mensaje de texto: tanta plática le ha dejado sin voz.
El motivo de este alboroto ha sido la votación realizada a finales de
agosto sobre la exhumación de 71 asesinados en la Guerra Civil del
cementerio municipal.
Con 22 votos en contra, 12 a favor y dos abstenciones, los convocados a un referéndum sobre una actuación que responde a la Ley de Memoria Histórica paralizaron esta investigación. La victoria de quienes se oponen ha levantado aún más ampollas. Dentro del pueblo y fuera. Se ha puesto en duda su legalidad e incluso se ha llevado a un plano institucional. El debate no solo versaba sobre si se aceptaba o no la prospección en el camposanto, sino sobre si se puede cuestionar un mandato nacional.
Y eso es lo que ha llevado a Villadangos del Páramo a saltar a las
noticias durante estas últimas semanas y a la afonía de Barrera, que
tachaba el asunto de "algarada mediática". "Hemos llegado a un
entendimiento entre todas las partes", expresaba el mandatario, del
Partido Popular, en medio del revuelo, queriendo zanjar el tema y lamentando las "auténticas barbaridades vertidas" y cómo se han despertado “odios y vísceras". "Se ha manipulado y tergiversado la información hasta tal punto que era difícil ver que era cierto y que no”, defendía.
La polémica venía de antes. En realidad, todo se ha precipitado después
de un proyecto de la Asociación para la Recuperación de la Memoria
Histórica (ARMH) de julio. El consejo técnico había enviado su idea, que
consistía en levantar una franja pegada al muro y en un pasillo entre tumbas.
Según los documentos de la época, los cuerpos enterrados en este
espacio provenían de la labor de un párroco del pueblo. Manuel García
Arias, responsable religioso, era avisado por otros vecinos de dónde
había un muerto y se encargaba de recogerlo y transportarlo en carro hasta el cementerio.
También
llevaban un registro de cada uno. Por eso se sabe que todas las
inhumaciones se produjeron entre el 31 de agosto y el 18 de noviembre de
1936, al inicio de la contienda. Redactaban un acta de defunción incluso sin saber el nombre, con rasgos físicos y objetos personales.
Muchos ni siquiera eran de Villadangos del Páramo, donde se traspasó la
autorización a la Junta Vecinal, propietario del cementerio y órgano
con capacidad de autogobierno.
José
Sarmiento, presidente de esta institución, apoyaba el plebiscito "dada
la importancia del tema y las sensibilidades que provoca" y defendía que
no era sobre si había que excavar o no la tierra, sino si se aprobaba
el proyecto de la ARMH. El alcalde Barrero lo corroboraba: "Quiero
remarcar en este punto que nunca se pretendió votar ni el derecho de las familias a localizar a sus antepasados, ni la Ley de Memoria Histórica,
ni nada semejante como ha aparecido en muchos medios de comunicación,
sino ese proyecto de actuación en concreto, y aclarar ciertos temas
sobre los posibles daños a terceros, lo que sin duda provocaría un
auténtico enfrentamiento entre esos afectados y la Asociación".
Un
argumento que la ARMH desestimaba. Emilio Silva explicaba a Sputnik que
el edil ha intentado torpedear en todo momento el proceso. "Pidió un informe de impacto ambiental y una de obra mayor, algo inédito en los 20 años de memoria histórica,
y cuando la Junta de Castilla y León dio luz verde, montó este sondeo.
Se lo inventó para paralizarlo", insiste. Silva agrega que "es una
prevaricación administrativa de manual" y acusa a Barrera no solo de
obstaculizar la legislación nacional, sino de incumplir el artículo
tercero de su partido, en el que se declara "solidario con las víctimas
de la violencia de cualquier signo".
"Cuando han visto las orejas al lobo ha sido cuando han reculado. Y esto no es algo vergonzoso en el terreno administrativo, sino humanamente",
comenta Silva, aludiendo al ejemplo de Rufino Juárez. Este residente en
una población cercana falleció hace unos días, a los 86 años, sin poder
recuperar los huesos de su padre. Él mismo había colocado una placa en
la lápida de su madre en la que cinceló su fecha de nacimiento y
defunción con esta frase: "Y seguimos esperando tu vuelta de tan largo
'paseo', ¡Se nos agota el tiempo!".
Ante
la agitación en Villadangos del Páramo, la ARMH pidió una "disculpa
pública" del alcalde por su "lamentable papel". Barrero quiso apaciguar
los ánimos con una nota de prensa y aludió al carácter de sus
habitantes, que incluso en la Guerra Civil ayudaron a los ajusticiados y
mantuvieron la paz. Entre los protagonistas del plebiscito, algunos se oponían por temor a que les afectara en sus tumbas y otros insistían en que las exhumaciones eran un derecho que no se tenía que someter a votación.
El
7 de septiembre, el Consejo Técnico de la Memoria Histórica volvió a
autorizar el proyecto con algunas modificaciones leves. La consejería de
Castilla y León encargada anunció la autorización. Y la Junta recordó
que esto no exime "de la necesidad de obtener previamente aquellas que sean procedentes de acuerdo con la normativa sectorial reguladora
de los distintos aspectos que inciden en la actuación de prospección,
identificación o traslado de los restos humanos ni de la necesidad de
obtención de los permisos y licencias necesarios para la ocupación de
los terrenos".
Vuelve a estar, por tanto, pendiente de la firma de este municipio donde
se ha cuestionado la Ley de Memoria Histórica y donde han atravesado
unos días de trajín inusual. La búsqueda de estos 71 cadáveres se retrasa mientras los familiares intercambian mensajes en un grupo
de WhatsApp. Hablan de anécdotas sobre sus progenitores y esperan que
no les ocurra como a Rufino Juárez, que antes de morir dejó escrito esto
en un periódico local: "El tiempo se nos agota como el agua del caño de
mi pueblo, que gime y lloriquea frente al viento".
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