Hubo una época que para engatuzar a los más posibles, que ni eran ni querían el entuerto de la monarquía digitada por Franco, que se acuñó lo del «juancarlismo». «¿Es usted monárquico? Yo soy juancarlista» decían desde Falsimedia los políticos, periodistas y los mal llamados lideres de opinión. Una jugada político-publicitaria no exenta de cierto pitorreo, para justificar a Juan Carlos de Borbón al frente de la Jefatura de Estado sin haber pasado por elección alguna, sino incrustado en la Constitución del 78. El término fue defendido por toda la derecha, el PSOE y hasta los líderes de un PCE eurocomunista y moribundo que decía seguir siendo «republicano» pero en la intimidad, esto es, con la bandera bicolor por seña y con risas entre el mentado Juan Carlos y Santiago Carrillo.
Cuando la putrefacción se hizo nauseabunda y la mayoría del país conoció quien era y es el emérito, se intentó salvaguardar la corona con una abdicación programada para que su hijo asumiera el reinato. Del «campechano» pasábamos al «preparado», y el paquete (publicitario) se vendió diciendo que para nada son lo mismo, que uno es un putero, bebedor y algo ladronzuelo, pero su hijo no, un padre de familia serio, inteligente y venerable para dar continuidad a la monarquía (con la correspondiente asignación desde los Presupuestos Generales del Estado) y con ella al Régimen del 78.
En estas horas, donde parece que los presuntos delitos de Juan Carlos de Borbón son de un tamaño que no pueden taparse, pese a que la mesa del Congreso ya ha votado 14 veces que no se le investigue porque está aforado, y que el miedo a que la justicia suiza no pueda ser comprada y actúe con independencia, bien valdría recordar que no se acepte la idea de una oveja negra en medio de un rebaño hermoso y perfumado. La monarquía es una institución medieval, ajena por definición a cualquier valor democrático, por tanto, que no separen al campechano de Abu Dhabi, diciendo que nadie sabía nada de sus corruptelas y comisiones excepto él y sus sombras. Aceptar al preparado es ofender la inteligencia y los valores, no ya republicanos, sino democráticos. Los Borbones no están capacitados para entenderlo.
Fuente → insurgente.org
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