Contra el facha-madrileñismo

 
Contra el facha-madrileñismo
Luis Suárez-Carreño, miembro de La Comuna

Esta columna es una modesta ofrenda a la ciudadanía de los diversos pueblos que conforman el Estado español, se la brindo a modo de disculpa como madrileño avergonzado del actual fenómeno supremacista capitalino y tontuno.
Un desvarío encabezado por la presidenta de la región, Díaz Ayuso, con el concurso entusiasta del cabo corneta, alcalde Martínez Almeida, que, si provoca malestar incluso físico en muchas personas nacidas o residentes habituales en Madrid - –que nunca habíamos caído en la majadería de creernos mejores- ha de generar necesariamente algo más que malestar en el resto de territorios víctimas del hecho discriminatorio original o agravio fundacional del franquismo en favor de la híper-concentración de los nodos de decisión del régimen en la ciudad castellana, y, su corolario: la atracción irresistible de todos los sistemas de poder (económicos, financieros, ideológicos, culturales, judiciales, militares, mediáticos, futboleros, traficantes, proxenetas, eclesiales, taurinos) que orbitan, copulan, conspiran, roban y medran en la esfera celestial de esta corte.

Pero el actual madrileñismo no es solo la expresión verbenera de la política tan insolvente como insolente que encarna la presidenta Díaz Ayuso, que ha encontrado en su ensueño supremacista una fórmula para ganar elecciones sin saber gestionar ninguno de los abundantes recursos de su competencia, o de un alcalde patriotero con delirios de abanderado. Es exaltación nacionalista-centralista como reacción frente al legítimo nacionalismo periférico-histórico, pero también es especulación y privatización en la gestión en favor del dinero, cada vez más apátrida. Y, como luego se repasa, es neofranquismo en lo ideológico. Es, en suma, neoliberalismo crudo, es decir, sin pasar por el baño del postfascismo (como el de las derechas europeas), siquiera cosmético.

Fortificación ideológica e inmobiliaria del ultraliberalismo

Se trata de la ofensiva ideológica e inmobiliaria contra esta ciudad por parte de una escuadrilla de ángeles exterminadores en varios planos y direcciones: Una columna ataca implacable el flanco de nuestros servicios y espacios públicos –ya muy castigados tras más de 25 años de gobiernos regionales peperos- para desmantelarlos y privatizarlos, encontrando incluso en la pandemia un trampolín: nuevos hospitales-milagro sin médicos –aunque existan camas de UCI sin abrir en hospitales ya existentes– donde el negocio es la obra; expansión ilimitada de la terraza de bar a costa del peatón y de los espacios comunes de convivencia sin consumo.

Sí, exaltación del consumo hostelero –de quien se lo pueda permitir– para que el pueblo agradecido (y, por qué no decirlo, bastante atolondrado), se olvide de la criminal gestión de las residencias y de la continuada descapitalización e infradotación de la sanidad pública, la práctica clausura de los centros de atención primaria…

La crisis como oportunidad… para la especulación: desregulación urbanística (propuestas de modificaciones tanto de la ley del suelo regional como de la normativa del plan general de Madrid); de nuevo el recurso al ladrillo y al bar, y a su combustible turístico, como fórmulas tan manidas como vulnerables de impulso al empleo (precario), cuyos negativos efectos urbanísticos (y ambientales) se desprecian.

Desde el ayuntamiento, en lo que parece un estudiado reparto de funciones con el gobierno regional, se promueven simultáneamente: el plantado de macro banderas rojigualdas, el ataque compulsivo contra todo espacio de participación ciudadana, la negación climática con la reversión de las tímidas políticas anticontaminantes, y como guinda ideológica, la persecución de la memoria democrática. Envuelto en exaltación localista mediante campañas como la del llamado ‘eje Paseo del Prado-Retiro’ (o Paisaje de la Luz), un enorme trampantojo para turistas y vanidades (de políticos profesionales) cuyo reconocimiento internacional se mercadea recurriendo si es preciso, como moneda de cambio, a votar contra la protección de espacios naturales en las antípodas (barrera de coral australiana).

La presidenta y el alcalde son una dupla sincronizada, no para gestionar la región y ciudad, sino como hacha de doble hoja para descargar mandobles al gobierno central por lo que sea –fundamentalmente por no ser de derechas– aunque sea por asuntos que no son competencia de aquel sino suyas; un dúo de irresponsables demagogos que no dudan en azuzar al más rancio pijerío de cacerolada en medio de una pandemia, tras la bandera de una libertad de aperitivo en terraza - la libertad de contagiar.

Desde Cibeles y Sol se hace ostentación de cifras y slogans (que si la locomotora, que si el motor…) sobre el poderío económico madrileño, como si este fuera resultado de su gestión, y no de un mix del efecto capitalidad –en un Estado, insisto, híper-centralizado– y el dumping fiscal que aquí se practica, entre otros factores ventajistas. Solo les falta decir que somos tan guays que todas las autovías y líneas de AVE han decidido pasar por Madrid… en el mundo fantástico de la narrativa oficial sólo sería una licencia causal más.

En suma, nos quieren contaminados, aterrazados, desmemoriados, desasistidos… pero exultantes de madrileñismo. Sin centros de salud, sin espacios urbanos hospitalarios, sin memoria, sin tejido asociativo, sin viviendas sociales… pero con un paisaje de la luz que da gloria verlo rebosante de turistas. Así sedados, olvidaremos que gracias a la gestión del partido de la presidenta y el alcalde esta región ostenta récords estatales como el de corrupción institucional de los últimos decenios (varios expresidentes delincuentes convictos acompañados de abundante tropa auxiliar), o de índices de desigualdad (con su línea NO-SE de segregación socioespacial), de contaminación ambiental, o de menor inversión pública per cápita en educación, sanidad o vivienda social.

Almeida, contumaz memoricida

Pero como esta columna va de memoria y justicia, y además existe ahora un debate en nuestro país en este campo alimentado por la aprobación por el gobierno de un proyecto de ley de memoria democrática, me detendré un momento en la doctrina y práctica memoricida del alcalde de Madrid, de un extremismo probablemente sin parangón.
Recordemos que la gestión de este ayuntamiento en materia de memoria histórica tiene como bautizo la destrucción vandálica del memorial del Cementerio del Este, en homenaje a las casi 3.000 víctimas republicanas fusiladas en sus tapias tras el fin de la guerra – entre ellas las llamadas ’13 rosas’. Asesinatos, sí, en situación de ‘paz’, aunque fuese – literalmente en este caso - de la ‘paz de los cementerios’. El conjunto destruido incluía, además de los nombres de las víctimas, un poema de Miguel Hernández.

A partir de ahí, se puede decir que el alcalde y su cuadrilla municipal no han perdido ninguna ocasión que se les ha presentado para ejercer su neofranquista entendimiento de la memorialización, resignificación o semantización histórica. Por ejemplo, casi inmediatamente a su toma de posesión, su gobierno decidió eliminar una partida que había aprobado la anterior corporación para un memorial en recuerdo de la destruida cárcel de Carabanchel. Su más reciente ‘hazaña’ ha sido conseguir reponer el nombre del golpista Millán Astray a una calle de la ciudad, con la colaboración, nada sorprendente, de jueces de su misma ideología predemocrática. En esa misma línea, el alcalde amaga ahora con erigir un monumento al legionario, con lo que parece querer aplicar su brocha blanqueadora también a las aventuras colonizadoras de principios del siglo XX.

Sustituir el nombre de una pedagoga republicana de reconocida contribución a la libertad y la cultura como Justa Freire, por el de aquel golpista energúmeno resume perfectamente en un solo acto la calaña de nuestras autoridades locales.

El Madrid antifascista y solidario que sí reivindicamos

Nada chocante en una ciudad y región escenario de uno de los primeros ‘urbicidios’ del siglo XX - 3 años de bombardeos por tierra y aire, por fuerzas combinadas de 3 ejércitos, franquista, nazi y fascista (un reciente libro, ‘Madrid bombardeado. Cartografía de la destrucción 1936-1939’ (1), ha mapeado una parte de los estragos causados)… que, sin embargo, carece de un museo-centro de interpretación, por modesto que fuera, sobre esa épica historia. A duras penas se ha conseguido evitar que se demoliera la modesta casita de Peironcely 10.

Esta región, cuna desde los años 60 de movilizaciones sociales contra la dictadura que, junto a las protagonizadas por el resto de los pueblos del Estado, llevaron finalmente, a costa de miles de represaliados y represaliadas, de muertes, despidos, torturas y años de cárcel, a resquebrajar la legitimidad y viabilidad del franquismo - con o sin Franco -… carece igualmente de lugares o centros de memoria de esa historia. La incivilizada demolición de la cárcel de Carabanchel (2008), emblema de la represión política y social de la dictadura, es la más evidente metáfora de ese afán negacionista, pero también lo es una DGS, centro de torturas durante 40 años, como aséptica sede de la presidencia de la comunidad, sin mención alguna a aquel pasado.

85 años de historia silenciada de Madrid: 3 años de asedio, 37 de represión y 45 de cobardía democrática. Pero ¿por qué se empeña la derecha en ocultar nuestro pasado… por simple incultura? No, lo hace por solidaridad retroactiva de clase y casta. La derecha simpatiza con el franquismo: ‘si te llaman fascista es que estás en el lado bueno de la historia’ (dice la Presidenta); ‘seremos fascistas, pero sabemos gobernar’ (añade el Alcalde). Y ese negacionismo histórico ¿es un fenómeno exclusivo de la derecha? Lamentablemente no lo es, se complementa o retroalimenta con la equidistancia y relativismo crecientes de sectores ‘progresistas’; como muestra, valga el infausto Comisionado de Memoria Histórica del ayuntamiento de Carmena.

Para concluir: es del Madrid resistente y solidario del que muchas personas que vivimos en esta ciudad nos sentimos orgullosos y al mismo tiempo deudores, el del 15-M y del actual movimiento asociativo y antifascista; no del folklorismo amnésico que presume de cañas, atascos, banderitas y pelotazos urbanísticos. Como ciudadanía madrileña, frente a supremacías impostadas para agravio de territorios históricamente relegados por el Estado, forjemos la solidaridad en torno a los derechos humanos y a la memoria antifranquista.


Fuente → blogs.publico.es

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